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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Dos tipos de miradas

01 de abril de 2015

La realidad se evalúa desde diferentes perspectivas. Existe una mirada mecanicista, muy útil en el momento de aplicar soluciones puntuales; pero no tanto en el momento de evaluar situaciones más complejas que el problema que, como la punta de un iceberg, las representa. Esta mirada busca soluciones puntuales, aunque a veces lo único que consigue es que los problemas se repitan una y otra vez. Pero también existe otro tipo de mirada: una mirada más abarcativa, sistémica, diríamos, que enfoca los problemas en un contexto más amplio y se pregunta para qué, o al servicio de qué están las situaciones visibles.

Esto me ha venido a la mente después de los sucesivos escándalos (unos más manipulados que otros) relacionados con la vida sexual de las ecuatorianas desde la adolescencia, y un poco menos de los ecuatorianos que, aparentemente, llevan una vida sexual inmejorable sobre la que nadie tiene nada que decir.

A través de esa mirada reduccionista lo único que se mira es que las niñas inician su vida sexual demasiado pronto, que se embarazan, que van al centro de salud a pedir anticonceptivos y que por eso, finalmente, no estudian la universidad. Entonces el consejo es que retrasen su vida sexual para no tener que usar anticonceptivos y así puedan estudiar la universidad. Al menos eso parece. Hay que aclarar, además, que todo esto lo hacen solas, tal vez con la ayuda del Espíritu Santo, pues nunca se menciona nada de la ineludible contraparte masculina de un embarazo.  

Sin embargo, una mirada sistémica, más profunda, nos haría ver que las adolescentes que se embarazan, y sus no menos jóvenes compañeros que las embarazan son apenas el síntoma de una sociedad en donde el problema es mucho más complejo, y no se puede regular desde un decreto o una declaración. Tampoco es un asunto totalmente relacionado con las políticas públicas o la legislación. Y tampoco se trata de ‘capacitar’ a los padres para que les expliquen a sus hijos de qué va el juego del papá y de la mamá.

Por ejemplo, ante la pregunta de nuestro Presidente: “¿Qué le diría a una niña de 12 años que va a un centro de salud a pedir anticonceptivos?” existe una multiplicidad de respuestas. La primera, tal vez no sería decir nada, sino preguntar, que es lo que haría una persona responsable que trabaje en el área de la salud. ¿Por qué esa niña se encuentra en riesgo de embarazo? ¿Realmente es porque ha ‘comenzado su vida sexual demasiado pronto’? ¿No se la habrá ‘comenzado’ algún ‘comedido’ antes de tiempo? ¿Dónde comienza y desde dónde hay que sanar la herida que hace que, en nuestro país, la sexualidad, en lugar de representar el amor y el placer más sublime, se haya convertido en un escarnio y un problema?

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