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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Dos países paralelos

15 de octubre de 2015

Viendo el modo en que se dan las cosas, he llegado a pensar que en Ecuador hay, y quizá siempre hubo, dos países en paralelo, que viven distinto y que piensan distinto, porque los mueven diferentes urgencias y compulsiones.

Quien lea la prensa, escuche la radio o vea los noticieros televisivos tiene la impresión de que el nuestro es un país agitado y confuso, en donde sólidos grupos de interés se disputan a dentelladas alguna forma de poder, sea el poder político, el poder económico o el poder mediático, que ha devenido, este último, en mecanismo de control de los otros dos.

Desde luego, esos grupos de interés se mueven tras muy concretas ambiciones. Entre los que buscan el poder político, son los menos quienes lo hacen con un fin esencialmente político, sea este el de servir a los demás o impulsar un determinado proyecto de sociedad. Los más, por desgracia, corren tras este poder, el único realmente democrático que existe, en busca de satisfacer apetitos inconfesables.

Son numerosos los que buscan riqueza fácil y pronta, siendo los más visibles los pícaros, que se empeñan en ocupar un buen lugar en la plantilla burocrática y pasar a mejor vida de un día para otro. Pero hay otros menos visibles y más peligrosos, porque no van en busca de cosas menores, sino tras las grandes tajadas del presupuesto del Estado o, todavía más allá, en pos de apoderarse de la riqueza del país mediante la creación legal de algún privilegio o monopolio que beneficie a sus negocios.

Pero hay también, en paralelo con ese país político, otro país que brega todos los días por su familia, que trabaja duro en la tierra, en el taller artesanal, en la cocina de la casa, en la fábrica y en el aula, o que se rebusca la vida en la calle, que se ha vuelto espacio laboral de muchos que inventan algo para sobrevivir día tras día.

Hallo que son dos países descoyuntados, que funcionan en una suerte de compartimentos estancos. Y para constatar esa abismal diferencia que los separa, basta leer, ver y escuchar a los medios privados de comunicación.

Para los plumíferos, locutores, voceros y analistas de esos medios, solo hay una pequeña colección de temas a tratar, siendo el primero criticar al Gobierno y el último acusarle de haber derrochado el dinero de la bonanza petrolera. Y todo ello aderezado con las quejas y malos augurios de una clase política que parece alegrarse cada vez que cae el precio del petróleo o el país enfrenta alguna dificultad. ¡Tal es el patriotismo de la derecha!

Para el otro país, el que no vive de especular, falsear datos y criticarlo todo, sino de laborar duro cada día, lo que el país político llama ‘derroche’ es, en verdad, obra pública útil o medidas de beneficio social: vías, puentes, hospitales, escuelas del milenio, renovación de la justicia, subsidios a los pobres, disminución de la pobreza, ayuda a los discapacitados y muchas otras cosas.

De ahí nace ese abismo político y emocional que cabe entre la lamentación interminable y rabiosa de los medios privados y la masiva y alegre presencia popular en las sabatinas presidenciales. (O)

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