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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

Días de palo encebado

25 de julio de 2016

En el Ecuador de estos días hay un jaleo por posicionar mensajes políticos de difusa pertinencia. Mensajes que merman la capacidad de distinguir entre mentira y realidad.

Las cascadas de información, difundidas en medios, redes sociales y otras zonas de intercambio cotidiano, están marcadas por la evidente intención de alarmar, decepcionar, encolerizar. Y digo información sabiendo que cada dato de (hipotético) escándalo, sin recato, carece de contexto, comprobación, contraste y demás ¿bagatelas? del periodismo que respeta y aquilata a las audiencias, es decir, tal difusión encarna un activismo sin pizca de ética, acostumbrado a lanzar la piedra y esconder la mano.

La campaña electoral oficialmente no ha empezado; pero se respira -en todas partes- la desesperación por hallar el punto de referencia que ayude a mapear la situación de los demás candidatos. El punto, soporte fundamental, pocos lo pueden negar porque lo indagan como obsesos, es el candidato de Alianza PAIS. Ellos no deciden nombres ni itinerarios de campaña mientras no sepan quién es el escogido por el correísmo.

Peligrosa dependencia política que pinta un teatro atiborrado de actores de tercera. Peligrosa dependencia política que impide conocer a fondo la idea de gobierno que asumen los sectores de derecha, pues su único discurso –hasta aquí- apenas alude al recetario neoliberal y a la explícita advertencia de que si ganan las elecciones serán ineludibles las medidas de ajuste y la revisión de las atribuciones del Estado en la esfera de lo público. Peligrosa dependencia de los sectores de izquierda que, sin querer, exhiben su última parodia en vivo: un puñado de precandidatos cuya idea de gobierno es estar en contra de todo gobierno; mientras y a conveniencia, omiten la historia económica del país y su relación –intermitente- con los poderes fácticos.

Las parcelas opositoras: ¿existen en función del monstruo que ansían desnucar?; ¿existen como una entelequia política que, frente al oficialismo, no logran tapar su debilidad y su embuste?; tal vez. Lo cierto es que ningún dirigente -de las minorías- se atreve a lanzar sus naipes en una mesa atestada de miedosos y obscuros tahúres.

Desde hace tiempo se dice que la vara de Correa es muy alta y que una contienda electoral, con él como candidato o como Presidente aún en funciones, condicionaría la psiquis política de una u otra tendencia. ¡Tremenda anomalía que dibuja más a los adversarios que al propio Correa!

Ciertamente, la vara es muy alta y es casi como un palo encebado para quienes quieren subirla y superarla. Pero el país ha cambiado y pensar que las cualidades políticas del sucesor de Carondelet están en la vereda de los opositores es darle crédito a quienes, en múltiples lugares, se dedican a esparcir el terrorismo económico a falta de sagacidad política.

Sin embargo, la vara también es alta para los que están dentro del proyecto; con la única diferencia de que allí a nadie se le ocurre jugar al palo encebado; hacerlo sería olvidar que la gente ya sabe y siente lo que significa liderar y gobernar y, sobre todo, ya sabe que con Correa el Ecuador no es un juego. (O)

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