Algunos intelectuales de países latinoamericanos publicaron hace días una carta en la cual acusan unilateralmente al gobierno de Correa por realizar inicios de explotación petrolera en zonas de residencia de los indios shuar. Allí, buscan ir contra lo que llaman ‘doble cacería extractivista’, la que adscriben al Gobierno ecuatoriano.
Caben diferentes observaciones al respecto. Por cierto, la cuestión de fondo es fuertemente polémica, y difícilmente se pueda -incluso en términos teóricos, más allá de este caso singular y de su país de ejercicio- tener una respuesta cerrada, ante la tensión entre la autonomía de las culturas locales y las necesidades universalistas que un país pueda tener en términos económicos.
Idealmente son respetables ambas partes, tanto la decisión democrática local como el interés general de todo un país. En los hechos y para un caso determinado, solo una de las dos opciones tiene que ser asumida, y ello implica una inevitable lesión de la otra parte (lo mismo ocurre si se piensa que es un ‘interés universal’ el defendido por los ambientalistas; habría en tal caso tensión entre dos valores universales opuestos, el ambiental y el de acceso a bienes económicos).
Este conflicto de intereses legítimos no es lo que atienden intelectuales que parecen haber absolutizado lo ambiental, a falta de contar con un programa u opción a nivel de la política global de cada país. De tal manera, el conflicto entre legitimidades desaparece, para presentarse una versión maniquea de los hechos, donde los defensores de lo ambiental son pretendidamente impolutos, y cualquier política económica de alcance nacional es rechazable, en este caso calificada incluso con la extrema expresión de ‘cacería’.
Se extraña un análisis al nivel de la complejidad de los hechos. Pero ello no es fácil de hallar en aquellos casos de intelectuales que fueron de izquierda y han perdido el rumbo hacia el absolutismo ambientalista. A estos, como bien ha mostrado Emir Sader en un escrito sobre esta cuestión publicado en Buenos Aires, no les importa nada lo que pase con el gobierno en países donde ha habido gobiernos que han mejorado la situación de los sectores populares; para ellos, la política de la cruda derecha es tomada como lo mismo, e incluso el advenimiento de esta puede resultarles mejor.
Poco importa que Ecuador haya tenido por primera vez estabilidad política tras décadas de gobiernos efímeros y frágiles. O que haya sido, por ocasión única en mucho tiempo, un país visibilizado en el marco continental. O que las condiciones de acceso a educación y salud hayan mejorado sensiblemente para los sectores populares mayoritarios.
Cierto es que cabe la denuncia si hay represión; y cabe la discusión si los shuar no son suficientemente tenidos en cuenta. Pero no valen la unilateralización maniquea del análisis ni la pretensión implícita de juzgar a un gobierno por estas únicas cuestiones. De algo más que protección del ambiente viven los pueblos, aunque se advierte que ese constituye el sustento único de no pocos intelectuales. (O)
