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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Democracia comunicativa

11 de agosto de 2014

Sea cual sea el modelo de democracia que una sociedad elija es vital para la misma que la democracia se desarrolle en todos los niveles de la vida social. Solo así la democracia ya no se circunscribirá a los viejos cánones de las oligarquías de todo tipo que la han concebido como su derecho natural a gobernar a las mayorías por encima de la voluntad de las mismas. En el caso ecuatoriano aún debemos adelantar mucho en las prácticas democráticas más aún cuando buscamos grandes transformaciones que pongan fin a un sistema de reproducción social donde las personas son clasificadas y definidas por el viejo sistema racial heredado del régimen colonial.

Hemos avanzado sin duda como país en pensar y practicar nuevas formas de democracia. Hemos avanzado en las rupturas necesarias en el sistema político y social para progresar hacia un sistema incluyente, no sostenido en favores, dádivas o beneficencia, sino sostenido en un sistema de derechos amplios en el cual la ciudadanía es y debe ser el actor fundamental para la convivencia en diversidad. Sin embargo, es cierto que lo comunicacional se pone en la palestra pública cuando se dan prácticas de racialidad inaceptables en los medios masivos y a través de quienes ejercen las distintas formas del periodismo o de la comunicación social.

En cualquier caso, lo que más nos debería preocupar es cuánto y cómo hemos avanzado en democratizar la comunicación, sobre todo en la esfera comunicativa, en la esfera pública. Vivimos una gran experiencia de comprender que no solo basta tener una Ley de Comunicación, sino de que la ciudadanía no debe esperar a ser víctima de la racialidad mediática para discutir el tema o reclamar lo que le corresponde. Alcanzar una democracia comunicativa exige no solo el acceso a medios de distinta naturaleza, sino a la construcción de contenidos que presionen a democratizar, a ensanchar los discursos políticos y que la discusión de lo relevante no quede entre quienes apoyan ciertas ideas y prácticas y aquellos que se oponen a las mismas, sino que ensanchar la democracia exige tanto el acceso a la palabra como el acceso a los bienes y servicios primarios. Por eso, combatir todas las formas de pobreza es vital para fortalecer la democracia comunicativa.

Con pobreza, con monopolios, oligopolios con una centralidad del pensamiento en el consumo suntuario o la dogmatización ideológica no podremos avanzar a una mayor redistribución de la riqueza que no solo es monetaria, salarial, material sino redistribución de ideas, conocimientos, principios y valores éticos y políticos. Sin redistribución de los acumulados e imaginarios sociales, la ley bien puede llegar a ser letra muerta.

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