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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

De navidades y otras contradicciones

23 de diciembre de 2015

La gente suele sorprenderse cuando se afirma que no existen pruebas históricas fehacientes de la existencia de Jesús de Nazaret. Tampoco es este el lugar para entrar en esa polémica. Porque lo que suele suceder es que muchos de quienes creen en la existencia histórica del personaje viven como si jamás su planta hubiera hollado la tierra de Palestina. Y, por otro lado, bastantes de quienes dudan de su existencia viven como si creyeran a pies juntillas en su palabra, o en lo que de ella ha quedado consignado en la literatura doctrinal al uso.

En el polémico texto del filósofo inglés Bertrand Russell, Por qué no soy cristiano, se afirma que una de las principales razones para que Russell haya renegado del cristianismo es precisamente esa contradicción entre lo que la cristiandad predica y lo que sus fieles practican. Cita, por ejemplo, un mandato de Jesús que parecería muy sencillo de cumplir: Si te golpean en la una mejilla, pon la otra. ¿Conocemos real, fehacientemente, en nuestro entorno, algún cristiano de carne y hueso que ante una bofetada en la mejilla izquierda presente inmediatamente la derecha, o viceversa? No se ha visto. No se ha sabido. Y si es usted cristiano, católico, cristiana, católica… ¿lo haría? ¿Alcanzaría a reunir el inconmensurable valor del que se requiere para efectuar una proeza semejante?  

Tal vez está en el ser humano esa contradicción entre predicar una cosa y practicar otra, pues no son únicamente los cristianos quienes lo hacen. Sin embargo, llama la atención que el nacimiento del líder de una religión que, al menos en la letra, fue siempre pobre, “no tiene dónde reclinar la cabeza”, reza el texto sagrado, que además nació en un pesebre o cueva, casi sin pañales y entre animales de granja, sea celebrado con tanto boato, con tanto desperdicio de dinero y esplendor y, sobre todo, en medio de tanto consumismo. La temporada navideña, en farmacias, centros comerciales y otros establecimientos, comienza ya a mediados de agosto, y luego se desencadenan costumbres tan repugnantes como el ‘Viernes Negro’ y otros atentados similares al desarrollo de la consciencia humana.

Es curioso, sin embargo, cómo en medio del escándalo, la congestión y el estrés por adquirir regalos y otros bienes, haya grupos de personas que le apuesten a una generosidad ‘light’, se podría decir. Por esta época regalamos dulces, hacemos agasajos a los más necesitados, pensamos en los niños de la calle, en los ancianos de los asilos, en los mendigos de las esquinas… Lo triste es que en ocasiones nos olvidamos de estas personas por el resto del año. La explosión de generosidad también puede apagarse de repente en la primera semana de enero.

Ante todo esto, ronda una pregunta: Si Jesús de Nazaret realmente hubiera existido… ¿le gustaría la Navidad? (O)

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