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El Telégrafo
César Hermida

Despierta, Cuenca mía

30 de junio de 2018 - 00:00

Cuenca sufre un grave escándalo a consecuencia de un sacerdote católico organizador de una gigantesca infraestructura universitaria, quien, a consecuencia de su poder económico, social y religioso, ocultó durante años su pederastia con los niños, sus alumnos.

Ante estos abusos y ocultamientos, extraordinarias mujeres cuencanas, que enorgullecen a la ciudad y el país, están dando una lección, particularmente a los varones, no solo por apoyar a los valientes afectados denunciantes que hoy son hombres adultos, sino por exigir sanciones.

Así, Mónica Mancero en este diario, y María Augusta Vintimilla en redes sociales, con otro contundente artículo que lleva el título del presente, piden despertar y no guardar silencio. El cura, que al negar hoy muestra su adicional cinismo, ya había sido denunciado hace diez años, pero hubo silencio y ocultamiento cómplices debido a su prestigio.

María Augusta cree que el obispo Luna se hubiera abanderado para llamar la atención sobre el silencio y la hipocresía y castigar drásticamente al cura. Cree también que el papa Bergoglio actuará como es debido. Como debe actuar la justicia civil. Aunque ya se organizó una marcha de protesta, básicamente de mujeres (porque ellas sufren los abusos e injusticias de su género), se pide una acción colectiva.

Mucha gente sensata dejará de ir a la iglesia. Otros enfriarán sus afectos por la institucionalidad católica y además dejarán de creer en ella. Otros dejarán de creer en la propia existencia de Dios convencidos de que la misma es producto de la creación humana. Creación basada en el interés de los poderosos para subyugar a los súbditos con el miedo y mantener así su poder económico, político, militar y religioso.

Claro que hay buenos y malos sujetos en todo grupo y sociedad, pero debe castigarse sin contemplaciones a los curas pederastas. Corresponde a los varones apoyar la lucha de las mujeres académicas cuencanas en el campo ético, científico y social, para acabar con los poderosos económicos, políticos y religiosos, pues el poder es el causante de los abusos. (O)

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