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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Hagamos una cruzada contra la corrupción

01 de agosto de 2019 - 00:00

Me apena muchísimo que dos respetables personas, a quienes conozco por muchos años y son de intachable honorabilidad, decidan cada uno renunciar a su cruzada contra la corrupción: el primero a la Comisión Nacional Anticorrupción y el otro a la asesoría de la regeneración de la Universidad Estatal de Guayaquil (no sé si regeneración es la adecuada descripción). Parece que luchar contra la corrupción es misión imposible.

A mi edad estoy hastiado de que los corruptos campeen en todos los niveles y en todas las instituciones. Corrupción es el cáncer que está en el corazón de los problemas que ahora tenemos. Ha destruido la generación de empleo, detiene el crecimiento, nos cuesta increíblemente miles de millones de dólares de nuestro escaso presupuesto anual. Y lo peor es que atrapa al pobre en una desesperante pobreza, pues los corruptos saquean los fondos públicos, evitando que la gente trabajadora se beneficie de ingresos y beneficios a los que, en una economía sana, tiene derecho.

Coimas y evasión de impuestos quitan recursos a las escuelas y hospitales, y sobre todo resquebrajan las bases de nuestra seguridad, pues la corrupción hace que la gente sea más susceptible de caer en las garras del populismo y de ideologías extremistas.

Seguiré escribiendo sobre este problema, pues nunca podremos resolver nuestros grandes retos económicos y sociales, si no causamos una grave herida al sistema corrupto que hemos heredado. Si continuamos escondiendo la corrupción detrás de discursos retóricos, nuestro país, que ha sido bendecido con recursos naturales, no podrá salir de la trampa de la pobreza.

Nuestras autoridades tienen razón cuando asumen que la gente quiere que el Gobierno encare la corrupción con valentía y entereza. Los ciudadanos queremos que la ley persiga y castigue a los corruptos, y además que recompensen de alguna manera a los que han hecho sufrir, especialmente a los más humildes y vulnerables.

La corrupción es un gran problema global y los esfuerzos para combatirla han sido muy débiles. Ningún país puede jactarse de estar libre de este azote social. Por eso mismo, pequeños como somos, debemos hacer de esta lucha una política de Estado. Ya no podemos ignorarla, ya que se peca por acción o por omisión. (O)

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