Cuando el Producto Interior Bruto (PIB) aumenta en forma tal que permita dar saltos cualitativos en la calidad de vida de las familias y mantener procesos de acumulación de capital humano, bienes de capital y capital financiero, entonces, podemos hablar de desarrollo.
El PIB es el valor monetario total de la producción de bienes y servicios y si crece, es porque estamos produciendo más o porque estamos produciendo mayor valor añadido. En la ecuación del PIB concurren el consumo, la inversión, el gasto del gobierno y las exportaciones netas. El aumento de estas variables es fundamental para el crecimiento de la economía.
El año anterior, varios economistas nos manifestaron que el país vivía una recesión que se sentiría hasta finalizar el año. Algunos llegaron a afirmar que la situación económica era desastrosa y que el “cash era el rey”. Sin embargo, el país creció a una tasa bastante más alta de la pronosticada, aun cuando los niveles de crecimiento pudieran haber sido mayores. Los analistas desestimaron una parte importante de la ecuación.
Si el gasto no disminuyó y las exportaciones netas de petróleo cayeron, lo que pudo haber sucedido es que aumentaron el consumo de las familias, las inversiones de las empresas y las exportaciones privadas. Esto es lo que ocurre cuando se anuncian políticas económicas pro-crecimiento que modifican positivamente las expectativas de los agentes económicos. Mantener e incluso aumentar el ritmo de crecimiento de la economía sí es posible, no solo reestructurando la deuda pública, sino también estimulando el consumo de las familias, fomentando las inversiones de las empresas e incentivando las exportaciones.
El buen funcionamiento de las instituciones y una política económica saludable crean el ambiente propicio para el crecimiento. Reactivar la economía puede lograrse a través de una sencilla combinación de incentivos y disuasivos. Incentivos en materia fiscal para promover el desarrollo y eliminación de disuasivos -como la Ley de Plusvalía y otras políticas restrictivas- atraerán más inversión de las empresas, crearán más empleo y aumentarán el consumo de las familias. Esto último no lo entendieron los economistas del correísmo.
Habrá crecimiento si el gobierno logra inyectar mayor liquidez al sector productivo. Una forma de hacerlo es la eliminación gradual del anticipo al impuesto a la renta. Habrá crecimiento también con un programa de consolidación fiscal creíble para estabilizar la deuda y optimizar el gasto público.
Finalmente habrá crecimiento si se generan los espacios para la inversión privada en infraestructuras, en salud y en educación, lo que liberará más recursos públicos para la inversión social. Luego vendrán los saltos cualitativos y el desarrollo económico. (O)
