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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Costa Rica vista y oída

05 de mayo de 2016 - 00:00

Vuelvo a Costa Rica, muchos años después, invitado por el Instituto de Estudios Latinoamericanos de su Universidad Nacional (Idela). Los ticos quieren conocer en detalle sobre la Revolución Ciudadana, sus logros, retos y dificultades.

Me han pedido dictar una conferencia sobre el tema y, al día siguiente, participar en una mesa redonda sobre las perspectivas históricas de América Latina, junto con dos brillantes investigadores de esa universidad: Rafael Cuevas Molina y Andrés Mora Ramírez.

La ocasión me sirve también para volver a mirar, y admirar, la hermosa naturaleza de este pequeño país, en el que una cadena baja de los Andes del Norte está guarnecida por dos costas tropicales, una del Pacífico y otra del Caribe. Ello le da un paisaje encantador, con valles cálidos y declives frescos, y poblado de bosques, flores y pájaros.

Pero Costa Rica es mucho más que un bello paisaje que atrae a un creciente turismo. Es también un país con gran identidad nacional y con una rica historia. En 1856, de aquí salió el presidente Juan Rafael Mora al mando de la fuerza militar que derrotó a la legión de William Walker, el filibustero yanqui que quería tomarse Centroamérica y reimplantar la esclavitud.

En 1940 se inició el Estado Reformista, que creó algunas instituciones clave del país: la Universidad de Costa Rica, la Caja del Seguro Social y la Orquesta Sinfónica Nacional, consagró garantías sociales en la Constitución y dictó el Código de Trabajo. Y en 1948, tras una breve guerra civil, los ticos acordaron abolir el ejército y se empeñaron en construir una sociedad política civilizada. El resultado es este país de hoy, donde el 98% de la población está cubierta por el Seguro Social y atendida por sus excelentes hospitales, donde el analfabetismo ha sido eliminado, donde hay un buen sistema educativo, con cinco universidades estatales de calidad, y hay un alto índice de desarrollo humano.

Guiado por mis amigos, voy por aquí y por allá en el Valle Central, con ojos de periodista y oídos de historiador. Rafael Cuevas me invita a conocer los envidiables museos del Oro y del Jade.

De pronto, mientras caminamos por el centro histórico, un poco venido a menos, digo a Rafael que deseo tomarme una foto delante del Palacio Presidencial. No hay tal palacio, me responde, y me explica que el Presidente tiene sus oficinas en un edificio corriente. Más tarde, Daniel Camacho me explica que tampoco hay residencia presidencial y que cada Presidente vive en su casa.

Una breve gira por la Universidad Nacional de Costa Rica me sigue llenando de gratas sorpresas. En puertas y pasillos hay letreros que invitan a no hacer ruido y hablar en voz baja, para no fastidiar las tareas académicas.

Ya en el Idela, su culto director, Mario Oliva, me invita a visitar la sala en la que guardan, como un tesoro, la colección completa de Repertorio Americano, la gran revista cultural que fundó y dirigió Joaquín García Monge y que entre 1919 y 1958 fue un referente intelectual de toda América Latina. Y luego me regala las obras completas de Vicente Sáenz, ese afamado pensador tico–mexicano.

Pero todo lo bueno es breve y debo volver a mi país. Al decir adiós a este pequeño, bello y civilizado país, le deseo que no vuelva a ser azotado por el neoliberalismo y hago votos porque retome y amplíe esa senda de equidad y justicia social que lo ha distinguido en nuestra América. (O)

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