Ecuador, 14 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Fander Falconí

Corrupción

27 de mayo de 2015

Corrupción es sinónimo de putrefacción. Un cadáver se descompone, se pudre, se corrompe. Si en el plano físico eso es grave, peor es en el plano moral: la corrupción política, la corrupción empresarial, la corrupción policial y más formas.

Si la vida en un organismo no es viable con la putrefacción (o se la corta o se produce la muerte), tampoco es viable una sociedad en la que impera la corrupción: terminará por desintegrarse la sociedad, si es que no se la corta. Los costos de la corrupción son altísimos; los programas sociales, por ejemplo, terminan como obras de beneficencia con un solo beneficiario: el corrupto. Hasta empresas muy rentables (públicas o privadas) acaban en la quiebra. La corrupción trae desempleo y abandono a cualquier sociedad que esté gobernada por este cáncer social.

¿Quiénes son los corruptos? Ciertamente la corrupción puede comenzar en casa (el chico que empieza a tomar parte del vuelto o cambio en las compras), en el barrio (el mecánico que le da una ‘mano de gato’ a una pieza y cobra por repuesto nuevo), en la ciudad (puede haber corrupción en un recaudador de impuestos o en un ejecutivo privado, entre otros).

Sin embargo, hay una clase de corrupción que es como el ácido sulfúrico: corroe los cimientos mismos de la sociedad. Ese tipo de descomposición social no solo contagia a todos, al convertirse en muestra de impunidad, sino que tiene un costo tan alto que hace quebrar a un país entero. ¿Acaso México, por citar un caso, no está sumido en un estado de impunidad? Es lo que proclama el proverbio latino ‘Corruptio optimi pesima’ (La corrupción de los mejores es la peor de todas.). Verbigracia: malos estadistas o malos banqueros, y peor si se combinan ambas ‘cualidades’ en una sola persona.

Hace pocos meses, un conjunto de documentos confidenciales filtrados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) -los #LuxLeaks y los #SwissLeaks- revelaron un entramado de corrupción y evasión fiscal mundial, con la complicidad de banqueros, grandes empresas transnacionales, empresas de auditoría, gobiernos. En la práctica, esto significó blanquear dinero y ocultar recursos provenientes de actividades ilícitas. Entre otras razones, esto ocurrió por la falta de regulación y control del sistema financiero, promovido por la corriente neoliberal.

Para combatir la corrupción se requieren valores individuales y colectivos, políticas públicas claras (objetivos, estrategias y metas precisas), regulación y control, un sistema de justicia eficiente, y una adecuada coordinación internacional.

Dicen que hay dos cosas que no se pueden ocultar: la tos y el dinero. Recordemos el viejo adagio: ‘Sacristán que vende cera, sin tener cerería, ¿de dónde, peccata mía, si no es de la Sacristía?’. Hay métodos sofisticados y eficaces para conocer el paradero del dinero mal habido. Lo chocante del caso es que muchos nuevos ricos ni siquiera intentan esconder sus bienes, pues los ostentan a la vista y paciencia de todos. Corrupción es igual a podredumbre y debe ser extirpada en forma inmediata. (O)

Contenido externo patrocinado