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El Telégrafo
César Hermida

Ciencia y creencias

27 de agosto de 2016

Cuando los españoles llegaron al nuevo continente, y durante el siglo XVI fundaron las ciudades tomando posesión real de las tierras, no trajeron los cambios del Renacimiento europeo con sus nuevos descubrimientos en la ciencia y las artes, sino la mentalidad del Medioevo con sus juicios inquisitoriales para el mantenimiento de las creencias religiosas y el ejercicio del poder militar. La cruz y la espada.

Los españoles no conocían los aportes renacentistas porque la Corona y la Iglesia, que cuidaba las almas, vivían las graves crisis de los cismas: en 1517 con el liderazgo de Lutero, al que se sumó Calvino y luego la Iglesia anglicana. Pero dos siglos más tarde aquí los criollos tomaron de la Ilustración del siglo XVIII y de la Revolución Francesa las ideas con las que lograron su independencia y se dieron el Estado que anhelaban.

El cristianismo separó el cuerpo del alma, dicotomizando la integralidad de la persona humana. Mantuvo siempre la creencia del soplo divino sobre el barro humano. El cuerpo sería la cárcel del alma, la carne sería la fuente del pecado, se prohibirían los placeres corporales. Durante la Colonia se mantuvo la dicotomía fortalecida por la ciencia médica que se encargó de la enfermedad biológica del cuerpo, dejando el alma en manos de la religión. La clínica nació y progresó sobre descubrimientos individuales de patologías con evidencias biológicas. Con este paradigma la clínica se instaló lentamente en los hospitales para los diagnósticos y tratamientos, mientras la población, que los consideraba ‘sitios para morir’, imploraba a fuerzas sobrenaturales para su curación.

Las concepciones ancestrales nativas juntan y no dividen el cuerpo del alma, los complementan de modo dual. Es su cosmovisión, su paradigma. Pero persiste tanto en el pensamiento occidental como en el ancestral la creencia de la causalidad sobrenatural. Muchas patologías se juzgan en un lado como causadas por maleficios, castigos, envidias, odios, celos, mientras en Occidente las dolencias, enfermedades, traumas, se tratan con sustancias (medicamentos). En ambos casos se combaten los problemas con ritos u oraciones pidiendo el apoyo de fuerzas sobrenaturales. Para eso se dan imploraciones en Lourdes o Fátima, en Europa, y en el Quinche o el Cisne en Ecuador.

Mientras la población indígena y afrodescendiente se ha mantenido gregaria, con alma colectiva, tanto la mestiza como la blanca se tornaron individualistas, subsumiéndose en el modelo capitalista, considerando que su ciencia es la única verdadera. (O)

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