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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Bello y maltratado himno nacional

26 de noviembre de 2015

En este nuevo aniversario de nuestro himno nacional hallo necesario destacar que se trata de una bella canción patriótica y anticolonialista, que busca consagrar en la mente de los ciudadanos la epopeya de la independencia, que le costó a nuestro pueblo dos guerras de emancipación, perdida la primera y triunfante la segunda.

Ese carácter anticolonialista está implícito en todo el texto, pero tiene formidables expresiones concretas, como esa frase que dice: “Indignados tus hijos del yugo/ que te impuso la ibérica audacia,/ de la injusta y horrenda desgracia/ que pesaba fatal sobre ti,/ santa voz a los cielos alzaron,/ voz de noble y sin par juramento, /de vengarte del monstruo sangriento, /de romper ese yugo servil”.

También es destacable la alerta que plantea ante la posibilidad de que surjan “nuevas cadenas” de opresión, caso ante el cual el poeta prefiere que el volcán Pichincha “hunda al fin en sus hondas entrañas” a la patria y sus hijos, para que el nuevo tirano pise solo cenizas.

En fin, está esa bravía voluntad de lucha en defensa de nuestra independencia: “Venga el hierro y el plomo fulmíneo,/ que, a la idea de guerra y venganza, / se despierta la heroica pujanza / que hizo el fiero español sucumbir”.

Pero un himno de tal magnitud debía provocar reacciones en el espíritu colonialista, y efectivamente las provocó, tanto fuera como dentro del país. Durante el gobierno oligárquico de Plácido Caamaño hubo intentos por borrar o recortar el texto del himno nacional, supuestamente para dejar de ofender a la Madre Patria. Las ha estudiado brillantemente María Elena Barrera en su excelente libro León americano, digno de ser leído por todos los ciudadanos.

Y así llegó 1924, cuando el Congreso Nacional, queriendo congraciarse con la dictadura española del general Miguel Primo de Rivera, encargó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua que reformara el texto de nuestro himno nacional, el que fue alterado para su interpretación, cambiando su vigorosa primera estrofa por la tercera, de más suave expresión. Esa Academia justificó el cambio diciendo que lo había hecho “para desterrar los conceptos hirientes a la nación preclara que nos infundió la virtualidad de su alma caballeresca, sus respetables tradiciones y su armoniosa y fecunda lengua, cuidando, al mismo tiempo, de que se conserven, en su mayor parte, las patrióticas frases del autor… ”.

Una apostilla final: entre los varios ensayos previos de la canción nacional hubo uno de José Joaquín de Olmedo, escrito en homenaje a Quito y su primer grito de independencia. Curiosamente, tiene expresiones literarias que parecen haber inspirado a Mera a la hora de escribir el texto definitivo de nuestro himno. Dicen el coro y la primera estrofa de Olmedo: “Saludemos la aurora del día/ para Quito de gloria inmortal,/ en que osado Pichincha el primero/ proclamó Libertad, Libertad”.

“El Pichincha indignado del yugo/ lo sacude de su noble frente,/ dio un bramido y se vio de repente/ el rugido del león acallar…”.

Al evocar a Mera y Olmedo, dos grandes escritores unidos por su vocación patriótica, rendimos homenaje a nuestra canción nacional. (O)

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