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El Telégrafo

Atención más a la salud que a la enfermedad

25 de noviembre de 2012

Los servicios denominados de salud son ciertamente para la curación de la enfermedad.  

Aproximadamente el 75% del presupuesto de los mismos se destina a tal efecto, y solo el 25% para la prevención de la enfermedad y promoción de la salud.   La prevención primaria se refiere a las vacunas, la secundaria al diagnóstico temprano (detectado en estudios colectivos tipo “screening”) y la terciaria a la rehabilitación.  

Otra forma de prevenir es estudiar y actuar sobre ciertas condiciones de riesgo (por ejemplo el tiempo del ocio de los adolescentes en fines de semana).

La promoción, en cambio, solo se refiere a la salud (no a su “publicidad”).   Es el saber y actuar para mantenerla de manera individual y colectiva.   Se trata de tener estilos de vida individuales y modos de vida grupales saludables.  

La promoción es, obviamente, una forma de prevención.   Una buena dieta, la vida sexual sana, el trabajo adecuado, la tranquilidad de la vida afectiva, la libertad, el Estado promoviendo estas condiciones de vida cotidianas, constituyen ejemplos de la promoción de la salud.   La población sabe y la defiende como su derecho.

En el actual proceso electoral los diversos grupos políticos reconocen, en sus propuestas, que la Constitución plantea una nueva concepción de vida saludable, lejos del consumismo, sustentada en la armonía entre los seres humanos y el respeto a la naturaleza, y los servicios organizados en un sistema nacional de salud de carácter integral.   Esto quiere decir teniendo en cuenta las relaciones intersectoriales e interculturales.  

Un sistema que parta de la atención primaria de salud en la propia comunidad, con planes integrales locales, que se coordine con los otros sectores con mecanismos de participación, desconcentración y descentralización, para que se ejerza la promoción de la salud y que disponga, para los aspectos preventivos y curativos de la Red Pública Integral de Salud, complementada con los servicios privados, pero no en la perspectiva de que los fondos públicos los financien.

Es saludable que se propicie este enfoque que evite la priorización de lo curativo y de lo hospitalario urbano en desmedro de la atención primaria, la cual requiere  acciones indirectas coordinadas para la salud.   Pero no es posible dejar de lado o descuidar las directas de calidad de los servicios curativos.   Una visión integral debe priorizar, con criterio científico, las acciones que garanticen los derechos.

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