Cuando se escribe esta nota, el Gobierno argentino aún no ha dado con el trío de Schillaci y los dos hermanos Lanatta, fugados 10 días antes de un penal de alta seguridad en la provincia de Buenos Aires. Se escaparon con obvia colaboración (activa o pasiva) por parte del personal penitenciario, saliendo por la puerta del penal, sin disparar un solo tiro y blandiendo -según se encontró después- un arma de juguete. Los tres están condenados a prisión perpetua por los asesinatos, en la localidad de Gral. Rodríguez, de tres sujetos que podian competir con ellos en el negocio ilegal de la efedrina, utilizada como droga.
Más conocidos que por sus crímenes, lo fueron por su insólita participación en la última campaña electoral. El periodista Jorge Lanata, ultraopositor del gobierno kirchnerista y al servicio del grupo Clarín -enorme oligopolio de medios en Argentina-, entró repetidamente a la cárcel para entrevistar a Martín Lanatta, signado hoy como jefe del terceto.
Lanatta, el condenado por asesinato, fue presentado entonces como actor de un testimonio fiel y creíble, según el cual ellos habían cometido el crimen bajo órdenes del candidato kirchnerista para gobernador en la crucial provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández. Sin dudas que esta declaración televisada fue un factor -para nada el único, pero sí importante- por el cual el kirchnerismo perdió en provincia de Buenos Aires (37% del padrón nacional), distrito que quedó en manos del macrismo, con la joven María Eugenia Vidal en el cargo de gobernadora.
Muchos preveían dificultades para Vidal en un distrito tan complejo y vasto, con una Policía brava, que ha tenido amplias complicidades con el delito. Pero nadie pudo prever un inicio tan conflictivo como el de la fuga. El Gobierno ha pretendido adscribir responsabilidad al kirchnerista Fernández, pero este lo ha explicado bien: difícilmente él ayudaría a quienes lo empujaron a perder. En cambio, los amigos mediáticos del Gobierno fueron hasta hace poco aliados públicos del hoy denostado Martín Lanatta.
Ahora los medios hegemónicos cantan unánimes loas al macrismo, y disimulan por completo la actuación de los prófugos en la reciente campaña: es como si los reportajes de Jorge Lanata nunca hubieran existido; ni por azar se los nombra. Pero igual es imposible disimular la incapacidad del gobierno provincial -junto al nacional, también macrista- para detener a los prófugos.
Macri habla abstractamente de lucha contra el narcotráfico, pero muestra singular impericia ante este caso de poco relieve, si se lo piensa en términos de las redes internacionales de la droga. No es raro: cuando habla de los narcos suele hablar del ‘paco’, un desecho barato que es consumido solo por los más carenciados, y que obviamente carece de valor comercial importante. Es obvio que, al menos por ahora, la lucha antinarcos se trata de una bandera publicitaria, más que de una consigna consistente y fundada.
El 31 de diciembre se montó una casi carnavalesca versión por TV, con siete u ocho canales trasmitiendo casi en simultáneo, donde el Gobierno dio por sentada la pronta captura de los fugados. “Están rodeados”, anunció el ministro de Seguridad Ritondo. Había móviles policiales, helicópteros, grupos de asalto, un enorme operativo. Y luego, nada. Se dijo que Cristian Lanatta había visitado a su exsuegra dos veces, y hasta que lo habían visto en una verdulería del sur del conurbano bonaerense, su zona de origen e influencia. Muestra de una pesquisa mal realizada, que ni siquiera vigiló eficazmente los sitios más obvios, los de los familiares de los expresos.
Por cierto, estos han mostrado no tener gran apoyo externo o infraestructura disponible. Se les atribuye haber herido en una ruta a dos policías atacándolos a balazos; la vida de uno de ellos está en peligro todavía, seis días después.
El gobierno de Macri, que ha planteado una pintoresca y autocrática forma de gobernar (una ‘decretocracia’, en reemplazo de los órganos legislativos propios de la democracia), aúna a su vocación neoliberal -aumento permanente de los precios- una retórica de cuidado por la seguridad, que se ve totalmente desmentida por la inoperancia ante un caso policial que, si se resolviera ahora, ya implicaría excesiva demora. En realidad el fracaso comienza con el escape mismo, a lo que se suma la posterior imposibilidad de dar con los fugados. (O)