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El Telégrafo
Fander Falconí

Arde París con el calentamiento global

02 de diciembre de 2015

El mundo tiene puestos sus ojos en París. La conferencia sobre cambio climático de este año, la COP21, podría ser una oportunidad para frenar el calentamiento global. La consigna es evitar que el planeta sobrepase el aumento de 2°C en su temperatura promedio en relación a la época preindustrial. Paradójicamente la capital francesa está bastante fría, pero al interior de la cita internacional el ambiente arde. El cambio climático permite ver con más intensidad la geopolítica global (un eventual recorte de emisiones confronta a los modelos sustentados en el consumo desmedido y la obsolescencia programada), y muestra también las diferencias entre el Norte y el Sur del planeta.

Advierte el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon: “El futuro de nuestro planeta está en sus manos. No podemos darnos el lujo de la indecisión, las medidas a medias o los enfoques graduales”. Y el presidente francés, Francois Hollande, intuye que “lo que está en juego en esta conferencia sobre el clima es la paz”, tras los ataques recientes a París.

El presidente estadounidense, Barack Obama, promueve la acción inmediata, pero admite que hay quienes tratarán de impedirlo: “¿Qué mayor rechazo a aquellos que quisieran acabar con nuestro mundo que unir nuestros mejores esfuerzos para salvarlo?”.

¿Lo dice contra China (26% de las emisiones globales) o admite que en su propio país (15% de las emisiones totales) están los verdaderos contradictores del cambio climático? Porque el mandatario demócrata sabe que el capital supranacional y las corporaciones multinacionales presionan para que no se llegue a ningún acuerdo. Es la mano invisible tras los gobiernos visibles, la que mencionaba hace 250 años Adam Smith, como autorreguladora del libre mercado.

Aparentemente, todos los gobernantes están dispuestos a dar el paso hacia un acuerdo global. Entonces, está hecho. Si quienes detentan el poder en el mundo están dispuestos, nada impedirá el consenso. ¿Será cierto? No, porque esa mano invisible es la que en realidad detenta el poder. La visión real nos hace ver el poder económico tras el poder político, así como una lupa nos muestra que una sábana de seda no es plana: está llena de elevaciones y depresiones que no se ven a simple vista. Es la constatación de que las decisiones que afectan al mundo no siempre se toman en las casas presidenciales.  

La mano malévola pasó a ser visible, porque nada impediría un acuerdo global para frenar el acelerado calentamiento global: ningún gobernante refuta los datos científicos y todos en la COP21 admiten la urgencia de un consenso que detenga el desastre climático. Nada lo impide… excepto la codicia del 1% de la población que posee lo que necesita el 99%.

Mientras tanto, desde el Sur, organizaciones sociales, académicos y gobiernos como Ecuador y Bolivia, proponen soluciones inmediatas y efectivas, como la creación de un Tribunal Ambiental Internacional, con capacidad de sancionar a los países que cometan delitos contra el ambiente, así como otras propuestas prácticas, como el pago de la deuda ecológica. La deuda ecológica ha sido cuantificada por varios economistas ecológicos. Y el propio papa Francisco impulsa su reconocimiento.

Si de esta cita en París no salen acuerdos vinculantes y compromisos sólidos, perderemos una gran oportunidad. El mundo tiene puestos sus ojos en París y tiene que ganarle la partida a la mano visible del capital. ¿Lo logrará? (O)

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