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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Alepo, punto final

01 de marzo de 2016

El fracaso de la política de la coalición de EE.UU. y sus aliados en el Oriente Medio se da si los terroristas del Estado Islámico (EI) son derrotados en Alepo, Siria. Decían combatir al EI, pero en el fondo, y no tan en el fondo, lo apoyaban. Si no, ¿cómo explicar que fuera el EI el que sacaba la mayor tajada de los ataques de esta coalición en su contra?

Cuando en Alepo los kurdos sirios iban a derrotar al EI, con lo que se terminaría la película, Erdogan los tacha de terroristas, ataca desde Turquía sus posiciones en Siria y les advierte que cesen en su empeño de extender sus posiciones. Le está hablando a un pueblo que en su propio país defiende su propio territorio. Todo eso, en buenos términos, se llama agresión. Para evitarla, Rusia presenta en la ONU un anteproyecto de resolución que exige “poner fin a toda acción que atente contra la soberanía y la integridad territorial de Siria…”. Suena racional. ¡Pero no! El anteproyecto es rechazado por EE.UU., Francia, el Reino Unido y otros tres miembros no permanentes del Consejo de Seguridad.

Rusia había señalado que solo era posible derrotar al EI en colaboración con Siria, algo que EE.UU. no aceptó. “Primero se va Al Assad y luego veremos qué pasa”, dijeron, convencidos de la veracidad de las palabras de Putin de que sin la colaboración de ellos sería muy difícil derrotar al EI. Pensaron: “¡Ah! Conque nos necesitan, pues no vamos a participar”. Y cuando vieron que el tiro les iba a salir por la culata, se jugaron la carta turca; Erdogan amenazó con invadir Siria.

En Múnich, el primer ministro ruso, Medvédev, se pronunció en contra de cualquier operación terrestre en Siria. “Nadie está interesado en una nueva guerra, y una operación terrestre en Siria sería una guerra en todo su sentido”; además, declaró que Rusia tomará decisiones sobre las operaciones de su fuerza aérea en Siria en función del desarrollo de los acontecimientos, de sus intereses nacionales y los acuerdos con Damasco.

Si Turquía y Arabia Saudita hubieran invadido Siria, sus ejércitos se habrían enfrentado no solo al sirio, convertido ahora, según el periódico británico The Independent, en “el más fuerte, el mejor entrenado y con la mayor experiencia en la batalla en todo el mundo árabe”, sino también a la aviación rusa y al Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica, que no son un pelo de cochino. Como un enfrentamiento directo con Rusia no es del interés de nadie, la OTAN no los apoyó. “Allá ustedes”, les dijeron, “pero no cuenten con nosotros”. Erdogan no pudo cumplir con su amenaza.

La guerra fue evitada con la firma del acuerdo de cese del fuego en Siria desde la medianoche del 27 de febrero de 2016. Es que la locura que obnubila a Erdogan es grave, pero no contagia a todos y puede ser que Rusia y EE.UU. se peleen, y duro, pero ambas potencias comprenden que una guerra entre ellas acabaría con el planeta. Si la situación se complicara más aún, en Turquía podría darse un golpe de Estado, algo que Erdogan no debería olvidar a menos que, igual que Velasco, se quisiera lanzar sobre las bayonetas. (O)

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