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El Telégrafo
Fander Falconí

Al filo de la navaja

08 de julio de 2015

Los 11 millones de griegos votaron el domingo pasado entre dos opciones: si aceptaban ser esclavos del neoliberalismo o si decían no, de una vez por todas, al Fondo Monetario Internacional (FMI). Para la mayoría de griegos, no había mucho que perder. Al final, con una amplia mayoría, votaron ‘No’. Mientras tanto, nosotros, los latinoamericanos, podemos aprender mucho, si recordamos las recetas que nos proponía el FMI.

La crisis de Grecia es un capítulo más del fracaso del modelo neoliberal que, desgraciadamente, termina perjudicando a los más pobres. El escritor ecuatoriano Abdón Ubidia, que acaba de regresar de Atenas, la describe como ‘Al filo de la navaja’, utilizando el título de la novela de William Somerset Maugham.

La situación es preocupante. Despidos masivos han aumentado un índice de desempleo que ya estaba alto antes de la crisis.  Un gobierno nuevo –el de Alexis Tsipras, apoyado por el partido de izquierdas Syriza, que ganó las elecciones el 25 de enero de este año– dispuesto a redefinir la macroeconomía, recuperar la soberanía y a jugarse todo por el pueblo se enfrenta hoy con el poder blindado de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI, que exigen cambios inmediatos que, sin duda, rescatarían al capital y hundirían al pueblo. Cuando el Gobierno pidió al pueblo que decida en un referéndum si acepta esas duras condiciones, las autoridades europeas saltaron furiosas. Algunos creen que la Comunidad es como las sociedades secretas: puedes entrar, pero no salir de ella.

Los griegos están cansados de hacer concesiones a la Unión Europea y al FMI. Redujeron sueldos a la mitad, disminuyeron las jubilaciones y aumentaron la edad de jubilación de 62 a 67 años, despidieron un cuarto de sus servidores públicos (más de 200.000), pero la UE se comporta como un lobo insaciable: quiere más. Ahora ya logró la dimisión del ministro de Finanzas. Lo peor de todo es que el 73% de los préstamos recibidos de Europa ha ido a los bolsillos de la banca, 11% al Gobierno y 16% a pagar la deuda externa. Mientras en Islandia superaron la crisis dando todo el dinero a la gente y encarcelando a los banqueros, los griegos no llegaron ni a ver el dinero.

Los préstamos que ofrecen desde Europa son modelos de inequidad: altos intereses y condicionamientos, como la exigencia alemana de que les compren sus armas con parte del préstamo.

¿Qué pasaría si Grecia se va de la Comunidad? Suponiendo que no hay intervención de terceros, Grecia tendría que declarar la moratoria de su deuda europea y volver al drama, abandonando el euro. Sola sería difícil sobrevivir, pero hay un aliado oculto que se asoma: Rusia, que no solo desconfía de Europa, sino del tradicional enemigo de Grecia: Turquía. China también ve con buenos ojos al nuevo régimen de Atenas.

¿Qué pasaría en la Unión Europea? Aunque el impacto financiero no sería tanto, Grecia representa el 2% del PIB de la eurozona, podría ser contagioso para los países debilitados, como Irlanda, Portugal, Italia y España. Y por la especulación, endeudarse volvería a ser carísimo.

Grecia es nuestro espejo: ya vivimos una crisis así en América Latina, provocada por el neoliberalismo, y podríamos volver a vivir otra, si en vez de vernos en ese espejo, nos deslumbramos por el espejismo del mercado. Por ahora, nos alegramos del ‘No’ del pueblo griego. (O)

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