Dedicarse intensamente a una actividad para generar un cambio positivo en lo político, social o ambiental es digno de admiración. La mayoría de seres humanos compartimos convicciones con estas personas y lo hacemos activa o pasivamente. Los activistas, por su lado, tienen varias razones para dedicar tiempo, recursos y esfuerzo en causas que consideran importantes para el desarrollo y bienestar. Y aunque muchas veces podemos pensar que las personas que luchan por algo solamente lo hacen porque han sido víctimas de un problema, podríamos estar equivocados. La personalidad, la capacidad de empatía y el ejemplo de los padres son otros motivos de lucha sin necesariamente haber sido víctimas.
Para que el activismo sea auténtico, es importante que las personas trabajen en su propia lucha interna para poder luchar externamente desde el entendimiento y el equilibrio. Los activistas son personas que educan, motivan y actúan. Los verdaderos activistas hacen estas tres cosas directa y personalmente. Pero es importante recalcar que nadie educa, aprende ni motiva desde el irrespeto, los insultos, la arrogancia o la imposición. Por eso, las causas que mejores resultados obtienen son las que se luchan desde la sensatez y el respeto.
En los últimos años, algunas causas han exigido respeto desde la falta de respeto. Incoherente, ¿verdad? También varios colectivos activistas se han basado en la mentalidad de “el fin justifica los medios”, utilizando la prepotencia para alcanzar sus objetivos. Así, muchos movimientos se corrompen en el camino y pierden credibilidad.
Desde la arrogancia, muchos grupos critican la lucha de otros, al punto que parecería que esperan que todos los seres humanos luchemos por la misma causa, por una sola y única causa. ¿No sería eso el fin de la diversidad? Es positivo que haya muchos grupos trabajando por diferentes causas para el bienestar de todos los seres vivos en el mundo. Nadie está obligado a apoyar todas las luchas, pero creo que todos podemos aprender algo bueno de cada una de ellas. (O)
