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Los Llanganates, un hogar para la vida silvestre
Ubicada a 4.638 metros de altura entre las provincias de Tungurahua, Napo, Pastaza y Cotopaxi se destaca la reserva ecológica de los Llanganates, una palabra proveniente del kichwa que significa “montaña hermosa”.
Este lugar alberga a unas 200 especies de aves, 50 de mamíferos, 23 de anfibios y reptiles. Además, hay un sinnúmero de especies de plantas nativas, como el pumamaqui, el arrayán, la espadaña, el yagual, la palma de ramos, el licopodio, la achupalla, los pajonales, el cedro, los anturios y el frailejón.
Cada sector tiene diferente geología —tipo de suelo— y microclimas que favorecen la biodiversidad. Los investigadores han identificado 90 variedades de orquídeas, pero aún no están inventariadas todas.
La tranquilidad y el aire puro son también parte de los atractivos del lugar, pero a parte de eso, la zona concentra gran cantidad del agua que es aprovechada para consumo. En esta región, se originan las cuencas hidrográficas de los ríos Pastaza y Napo.
De acuerdo con datos del Ministerio del Ambiente (MAE), solo en la comunidad de Cumbijín Sacha, en Salcedo, habría de 60 a 70 lagunas, entre ellas, las famosas de anteojos, llamadas así porque al ser apreciadas de lejos se asemejan a esos objetos.
El 30% de la generación hidroeléctrica del país depende de las 30 mil hectáreas de humedales existentes en Los Llanganates.
Los turistas que deseen visitar la reserva ecológica pueden ingresar por la vía Salcedo – Tena hasta el kilómetro 60. El viaje desde el centro de esta urbe hasta esta región toma 90 minutos. No existe transporte urbano, solo camionetas que ofrecen el servicio de movilización a un costo de entre $ 35 a $ 40 (solo el viaje de ida).
En el lugar se puede acampar, realizar caminatas y observar aves. La pesca deportiva ya no está permitida y menos aun la caza.
“Debemos cuidar nuestros páramos y comprometernos a no dañar a los animales ni las plantas”, sugiere Orley Ochoa, miembro de la Unidad de Educación Ambiental del Parque Nacional Llanganates, quien no solo está comprometido con la conservación de estos lugares, sino que también motiva a otras personas a valorarlos.
Justamente al referirse a este aspecto, comenta que no todos los visitantes saben apreciar la riqueza de la zona y que no siempre cumplen con respetar al páramo, porque, con cierta frecuencia botan basura, cortan plantas e incluso matan animales.
Estos hechos han obligado a la vicepresidenta de la comunidad de Sacha, Sonia Cortés, a recurrir a las autoridades para presentar un proyecto de socialización sobre la importancia de la conservación de los páramos con los visitantes.
A la dirigente le preocupa que existan zonas sin delimitación, lo cual —dice— constituye una desventaja al momento de exigir respeto al sector. Por ejemplo, “hay personas que llegan, hacen fogatas, no las apagan y causan daño”, apunta Cortés.
En el parque existen cuyes, conejos, dantas, cervicabras, venados de cola blanca, lobos sacha, monos nocturnos y ratones andinos, animales que pierden la vida cuando los visitantes realizan estas prácticas.
Como parte del trabajo que realiza el MAE —en coordinación con las comunidades vecinas de los Llanganates en Cotopaxi—se organizó la Caravana de las Llamas, una iniciativa que tuvo como fin recordar el Día Mundial de los Humedales, que se celebra cada 2 de febrero.
Esta conmemoración, que se efectúa todos los años, surgió en 1971 cuando se firmó un convenio sobre los humedales en Ramsar, Irán. Este es el primer tratado en el planeta relativo a la conservación y el uso racional de los humedales.
Este año, el Día de los Humedales se festejó en los Llanganates el sábado 7 de febrero, con la asistencia de 1.000 personas.
Al parecer, se pretende institucionalizar esta práctica para que las personas que visitan el parque conozcan dónde nace el agua de consumo humano sepan valorarlo.