Animadores de verdad en la televisión ecuatoriana han existido pocos y persisten aún menos. Recordamos a Pedro Ortiz, Luis Gálvez, Marco Vinicio Bedoya, Rashid Tanús, Frank Palomeque y Gabriela Pazmiño, sin olvidar a Joao Ayala y Priscila Arosemena. Generalmente el animador tiene diez mandamientos: Motivado, motivador, dinámico y dinamizador; que logre una transformación progresiva y en positivo de la colectividad, que sea fuente de inspiración y de modelaje social; es receptor y comunicativo (contratación empresarial); es educador; es una persona con hambre de formación, sensible y comprometida; debe poseer un alto grado de madurez personal; facultad de reinventarse; que identifique y ataque a tiempo sus aspectos mejorables y el animador debe ser adaptable. Los animadores locales a duras penas cumplen con tres o cuatro de esas directrices, no más. Por qué no hay más personas que destacar en este oficio, porque muchos talentos de pantalla que tienen la capacidad para ser animadores han preferido, o por preferencia de sus canales lo hacen, desempeñarse como presentadores o maestros de ceremonia. Ese es el caso de Gabriela Díaz, Carlos Luis Andrade, Yuli Maiocchi, la única de estas tres personalidades que sí se reconoce profesionalmente como animadora es Yuli.

Cuando se habla de eventos, un animador tiene un perfil con talento artístico desde lo musical, el humor o lo circense, entre otras actividades artísticas. Un animador es quien genera un espacio de entretenimiento interactivo con los invitados, mientras que un conductor, además de su formación como locutor, es un conocedor profundo de los temas que va tocando durante la presentación, con buen sentido del humor, con impronta, genera interés absoluto en los invitados y crea un ambiente cálido. Los animadores, debido a la poca discusión semántica en las academias y al paso que puedan tener por las emisoras radiales, se ven a sí mismos como conductores o presentadores y no distinguen que cada una de estas tres actividades requiere un perfil diferente. Algunos de los que son animadores en televisión antes fueron modelos o bailarines, participantes de un reality, periodistas de farándula, reporteros, presentadores de un segmento de un noticiario y, posiblemente, han intentado incursionar en la actuación sin éxito. También hay cantantes y actores que se animan, por invitación de los productores de un espacio o con la venia del canal, a ser lo que ellos ven como el conductor o presentador de un espacio.

Lo que no entienden esos artistas es que por su formación están mejor para ser animadores de un programa de concursos o tal vez de los realities de competencia física, que a diferencia de los de canto, sí necesitan animadores. Por ello, tal vez, las primas Doménica Saporiti y Carolina Jaume han quedado bien a cargo de espacios como Combate y Baila La Noche, ahora BLN La Competencia. Sus compañeros de fórmula, Carlos José Matamoros y Eduardo Andrade, no corren la misma suerte, el primero es un periodista de farándula formado en la práctica y con anhelos de presentador, mientras que el segundo es un animador en ciernes, que requiere más preparación pero por ahora lo hace bien.

Después de todo los animadores son los responsables de captar los más altos niveles de audiencia posibles para sus espacios. Y muchas veces lo logran no por profesionalismo o facilidad de palabra, sino por carisma y belleza física. La televisión nacional, por temporadas, se llena de rostros bellos y cuerpos tonificados que no poseen la capacidad para motivar y dinamizar, solo para acompañar la historia que traen los participantes del programa concurso o reality de talento de turno. Algo de aquello le pasa a Jonathan Estrada en Ecuador Tiene Talento. Son los programas los que están mal definidos en cuanto a género televisivo y por ello los pocos animadores que hay están subutilizados o mal enfocados.