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Juana guarderas

“La Malibrán me ha tocado muy fuerte”

“La Malibrán me ha tocado muy fuerte”
18 de junio de 2014 - 00:00 - Daniela Moina /Quito

Heredera de un espacio en el que las artes escénicas han podido crecer a través de los diferentes colectivos y grupos de teatro que han mostrado sus obras, Juana Guarderas tiene la misión -autoimpuesta- de que el Patio de Comedias siga cumpliendo con el objetivo de ser un ente independiente del quehacer cultural de Quito.

Guarderas es una de las dos personas que interpretan a María Malibrán, aquella cantante francesa de ópera en el siglo XIX, quien se desploma en el escenario y muere ocho días después.

Guarderas, de 50 años de edad, encarna el lado humano de Malibran, quien apenas vivió 28 años.

Con ella, la actriz quiteña, tiene en común su entrega total al escenario. Es quien explora las tragedias de la cantante al enfrentar varios rompimientos y separaciones, incluso el accidente en caballo, que prácticamente terminó su carrera.

Guarderas comparte el mismo personaje con la soprano María Isabel Albuja, quien es la interpretación lírica de Malibrán en la obra ‘Cuando acabe la escena’.

Juana confiesa que se indentifica con la malograda cantante francesa de ópera por la pasión y las renuncias que implican ser una artista.

Tomando como referencia a este personaje, ¿cómo mira la posibilidad de morir en el escenario?

María Malibrán me ha tocado fuertemente, varios aspecto de su vida se parecen a los míos. En la obra cuenta las rupturas y desprendimientos que tuvo a lo largo de su vida por la música, para mí también ha sido muy importante mi relación con el escenario.

¿A qué ha tenido que renunciar por el teatro?

A un montón de cosas... he tenido rupturas muy fuertes, relaciones, matrimonios. Rupturas emocionales y familiares muy duras, en algún momento no le gustó lo que yo hacía a pesar de que él también era actor. Me han puesto a elegir entre el teatro y una pareja, yo elegí siempre lo que me hace feliz: el teatro.

¿Alguna vez se arrepintió de esas decisiones?

No totalmente, pero sí me he cuestionado un poco sobre esto. Obviamente mis hijos son mi mejor plan en la vida. En algún momento me di cuenta que no se puede dejar la vida en el teatro, incluso en mis embarazos nunca dejé de actuar... entonces entendí que hay otras cosas más allá del escenario. De todas maneras mi gran amor es el teatro.

¿Cómo ha aportado su profesión a la vida personal?

Soy mamá cuando soy actriz y soy actriz cuando soy mamá, no puedo dividirme en mis roles. Creo que de eso se trata el crecimiento integral y procuro no fragmentar los aspectos de mi vida. Además, se es mamá las 24 horas del día.

Ha sido parte de producciones cinematográficas, de televisión y teatro, ¿en dónde le gusta más actuar?

Definitivamente el teatro, incluso como espacio físico me apasiona más. Las tres propuestas actorales son interesantes pero me quedo con el teatro. Creo que en él hay hechos mágicos, la matriz del actor es el escenario. Si tienes buenas herramientas adquiridas en el teatro puedes trasladarlas a los otros códigos como la televisión y el cine.

¿Ha existido un personaje demasiado difícil de interpretar?

¡Claro! Todas las búsquedas son difíciles al principio pero recuerdo un personaje de la obra ‘Moros en la azotea’ y yo hacía de ‘Babi’. Y cuando me tuve que enfrentar a ese ser lleno de fobias y prejuicios me costó un poco, ahora amo a ‘Babi’. Fui entrando poco a poco dentro de esa personalidad a partir de la relación con el otro personaje (Musta Chinatown), esa interacción me hizo quererla.

¿Qué se necesita para hacer estas representaciones?

Precisamente eso. Enamorarse del personaje es una relación orgánica sino simplemente no funciona.

Desde el lugar en que está, ¿cuál cree que es su aporte?

Yo me desprendí por un buen tiempo de esa idea (se refiere al vocablo aporte), me parecía pretencioso que el arte tenga un aporte social. Yo le quité a mi proceso como actriz esta importancia de incitar a la reflexión como tal.

Entonces, ¿cuál es el proceso de creación?

Empiezo desde cero, prefiero equivocarme o acertar desde una mirada más lúdica. Quitarse las pretensiones también ayuda, yo escogí durante mucho tiempo hacer teatro desde mi disfrute personal y eso tuvo éxito con el público también.

El arte no toca al ser humano?

Sí, y eso lo volví a aceptar con el personaje de ‘La Venadita’, vi lágrimas en el público y emociones. Porque este personaje es una ‘mama’ que habla sobre el acercamiento a la naturaleza.

Entendí que el arte sí tiene ese rol de transformar al ser humano, porque la gente entra al teatro de una forma y sale de otra (siempre me he fijado en eso).

Obviamente en este proceso se presentan interrogantes de ¿qué es lo que quiero decir? ¿Cómo lo digo?

¿El personaje aporta por sí solo?

No... todo el montaje... Es el todo del montaje, sin embargo con este personaje sí es más directo el aporte. ‘La Venadita’ se encarna en mí y toca los corazones incluso los masculinos. Que los hombres se hayan sensibilizado con un personaje tan femenino es mágico.

¿Cómo es su relación con el público?

Yo le espero al público en el escenario, no salgo después. Miro cómo llega, cómo se sienta y veo cómo se va. Yo siento que la gente entra de una manera y se transforma y a mí me pasa lo mismo detrás del personaje.

Tras personajes como de ‘La Venadita’ es bastante femenino, como la de ‘Malibrán’ o el de las ‘Marujas’ (con más de 20 años en cartelera), ¿qué es la feminidad para Juana Guarderas?

Puedo hablar desde mis espacios y siempre he estado rodeada de mujeres. Es otra manera de percibir el mundo a partir incluso de nuestro diseño corporal, seas o no madre el hecho de tener un útero te hace percibir el mundo de diferente forma. Te relacionas con la vida de manera distinta, tiene que ver con la protección y el pensar en común, esa es la diferencia con el género masculino.

La feminidad piensa en conjunto. La mujer es la cultivadora, la tierra es la metáfora más cercana a lo que somos. Me atrevo a decir que la mujer es la cultivadora de la cultura.

Entonces, ¿la cultura es femenina?

Debido a la capacidad de comunicación de la mujer con el otro (empezando por sus crías), tiene la capacidad de proteger lo que sabe. La mujer es la cuidadora de la cultura de lo que somos, de lo que comemos, de lo que bailamos. Creo que si una fémina hubiera estado a cargo de la ‘conquista española’ habría sido diferente, no habrían arrasado con los indígena.

Usted nació en un hogar de artistas, ¿esta característica define el camino de una persona?

Inconscientemente sí, porque a pesar de estar muy confundida en lo que quería hacer de mi vida el arte y el teatro siempre fue una constante, aunque me costó aceptar que ese era el camino que quería. A los 17 años hice mi primera obra.

¿Qué otra cosa hubiera querido ser?

Quería ser muchas cosas, entre ellas arquitecta pero desde el disfrute del arte. No lo habría logrado porque soy mala dibujando y de las matemáticas ni hablar. Realice una licenciatura en Ciencias Internacionales en Estados Unido, pero cuando entré a la universidad lo primero que hice fue preguntar si había un grupo de teatro. Creo que allí perdí tiempo, debí estudiar teatro desde el principio.

¿Qué significa el Patio de Comedias para usted?

Es mi trinchera, es el espacio en el que he podido proyectar mis sueños e inquietudes a través de la creación. Es un espacio de mucho afecto, quiero arreglarle y potenciarlo para tener incluso un café teatro.

Para mí el Patio es como un hijo más que hay que cuidar y me ha tocado ser necia en mantenerlo.

¿Cómo ha sido su gestión?

Es claro que un teatro no es un negocio, pero quiero vincular la gastronomía con el teatro (aunque de eso no me encargo porque soy bien ‘carishina’). No es lo mismo que la gente consuma teatro a que consuma comida. Todo ha sido cuesta arriba, el generar un modelo de gestión independiente no es fácil.

En cuanto a estos modelos de gestión independiente, ¿las posibilidades son buenas para la generación de espacios de consumo de cultura?

Tenemos una nueva administración en la ciudad, pero sí ha habido demasiadas trabas hace algunos años. Una vez me llegó una notificación de que debía más de 300 mil dólares por impuestos a espectáculos públicos.

En ese tiempo logramos que Paco Moncayo, alcalde de la ciudad, cambie una ordenanza municipal de que los espectáculos no son iguales. No es lo mismo un concierto de Shakira que una obra de teatro.

¿Qué se espera ahora?

Hemos retomado la gestión de espacios independientes para que las autoridades entiendan que también necesitan de ayuda estatal. Específicamente un programa de fomentoa la existencia de estos espacios, porque han suplido la falta de espacios por parte del Estado, deben ser más accesibles. Los teatros son nuestros y resultan demasiado elitistas. Necesitamos espacios no solo de presentación de obras sino de ensayo para los artistas.

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