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Harry Casey aún tiene la energía de un quinceañero

La historia relata que Harry Casey conducía su auto a siete cuadras de su casa en Miami en enero de 1982 cuando se estrelló. Aquel accidente afectó su sistema nervioso a tal punto que lo postró en una silla de ruedas durante nueve meses. Aprendió nuevamente a caminar y a tocar los teclados que lo habían hecho famoso casi diez años antes con su banda KC and the Sunshine Band.

Mientras se recuperaba, Epic, su entonces disquera, trataba de evitar que la banda decayera y presentó Give it up el 16 de julio de 1983. De aquel suceso han pasado casi 30 años y Casey, ahora a sus 60 años, baila con más energía que un quinceañero. Aquello se apreció la noche del sábado pasado en el Centro de Convenciones Simón Bolívar con un Casey que giraba por el escenario casi como un trompo durante Give it up y otros clásicos de funk disco de KC and the Sunshine Band.

Debajo de una camiseta negra y luego otra roja Casey lucía un vientre protuberante que con sus movimientos, a ratos, recordaba a Kung Fu Panda, el personaje animado de los estudios Dream Work.

Casey asume su actual condición física, que incluye la frente amplia que evidencia su calvicie y que dista del flaquito melenudo de la década del 70. Y lo asume con una broma  que tiene la  complicidad de Fermín Goytisolo, su cubano percusionista  y amigo desde hace 38 años.

-No sé si lo conozcan a Casey- dice  Goytisolo en español.
-Soy el mismo, solo que un poco pasado de peso. Mírenme bien. Si esperaban ver a Justin Timberlake es así como él se verá en unos 30 años- responde el líder y fundador de KC and the Sunshine Band con un “spanglish”.

El show había empezado a las nueve y media de la noche ante un público formado por algunos entrecanos y otros no tan viejos, que improvisaron una pista de baile, semejante a Infinity o Epicentro, que eran íconos de la diversión guayaquileña hace tres décadas.

5-12-11-espect-sunshineDespués de una “intro” de sus diez músicos, Casey aparece corriendo por el costado derecho del escenario con un “shake, shake, shake...”. De inmediato se dirigió a su teclado y soltó Shake your booty.

La banda continuó con Boogie shoes y luego bajó el ritmo con algunas baladas, entre ellas Kiss me and say goodbye en la que interactuó con María Di Crescenzo, una de sus vocalistas. Con ella bailó lentamente, frente a frente. Parecía la escena del típico baile de graduación de filme “gringo”.

Pero no era la única que destacaba con sus tonos altos. También estaba Charlotte McKinnon con una adaptación de I hear simphony, de Diana Ross. Tampoco se quedaban atrás sus bailarinas Kennetha Moriss y Giggi Thesman, con quienes Casey daba rienda suelta a sus movimientos. Él iba en medio de ellas como en un trencito al estilo La Conga, de Ricardo Montaner.

Y en su repertorio de baladas no podía faltar su archifamosa Please, don’t go. Casey se detuvo. Miró al público en todos los rincones. Cerró los ojos y soltó los estribillos “Babe, I love you so...”. No era el mismo tono agudo de 1979. Era uno grave, acorde con el de un sexagenario.

Quizás fue la única canción que vocalmente no sonó como la original. En las demás, el registro de Casey salió airoso, más el derroche de energía en canciones bailables como Keep it coming love, Rock your baby (su primer gran éxito de 1974, como él mismo dijo) o I’m your boogie.

Y Casey, quien pasadas las diez y media había cambiado tres veces de vestuario, se atrevió a entonar un extracto de Da ya think I’m sexy?, que  en 1975 sonaba en las discos con la voz rasposa de Rod Stewart.

KC and the Sunshine Band se caracteriza por el virtuosismo de sus músicos. Eso se evidenció con las versiones extensas de Give it up con su corito: “Na, na, na, na, na, na, na, na, na, Baby, give it up, baby give it up...”; luego That’s the way (I like it), una de las más esperadas y bailadas de la noche, que incluyó un solo de batería (su intérprete estaba rodeado por cuatro paredes de cristal) y Get down tonight, la que cerró el concierto casi a la medianoche.

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