Nacido en Madrid hace 40 años, Txema Guijarro trabajó durante varios años en Ecuador, donde ocupó cargos de responsabilidad que le sirvieron de aprendizaje para encarar un proceso de transformación integral en otro país, uno que zozobra en lo político y económico. Elegido diputado al Congreso por Podemos, la formación emergente que lidera Pablo Iglesias, hace gala del honor y la responsabilidad que para él representa tener doble nacionalidad. Hoy ocupa la vicepresidencia de la mesa de Exteriores en el Congreso como en su día hizo uno de sus ilustres referentes intelectuales: el criollo ecuatoriano José Mejía Lequerica que, en 1812, resultó electo diputado a las Cortes, entonces de Cádiz, y escribió párrafos revolucionarios en la primera Constitución ibérica de la historia. Pero Guijarro tiene ahora su mirada en Ecuador. La repetición de elecciones en España es casi algo secundario frente al espanto que le causó el terremoto. Reconoce que le sumió en una horrible pesadilla de la que ahora empieza a emerger confiado en la capacidad de Ecuador para unirse y salir reforzado. ¿Qué supone ser el segundo diputado hispano-ecuatoriano de la historia de la democracia en España? Un honor. Sin embargo, llegué a este cargo sin conocer muy bien la historia que me unía a José Mejía Lequerica. Supe del papel de este hombre estando en Ecuador. Allí descubrí al personaje e intelectual que fue y la importancia que tuvo en el alumbramiento de la primera primavera de los pueblos, en concreto de la de España, con la redacción y aprobación de la Constitución de Cádiz en 1812. Este diputado fue protagonista de uno de los momentos más emocionantes de la historia española. Tanto fue su protagonismo que en Madrid hay una calle que lleva su nombre. También ahora, 200 años después, parecen llegar nuevos aires a la democracia española. Esa es mi pequeña ilusión. De la misma forma que Mejía Lequerica trajo nuevas ideas a ese proceso constituyente que hubo en España en 1812, espero que ahora también se produzca algo parecido. Su objetivo fue abrir el espíritu de la democracia, de la libertad. Ahora sucede algo similar. Tragedias como la que en estos momentos vive Ecuador. ¿Cómo recibió la noticia del devastador terremoto del 16 de abril? Mi esposa, que es quiteña, me dio la noticia y rápidamente nos pusimos en contacto con mi suegra. Por suerte, nadie de mi entorno más cercano se encuentra afectado pero en ese proceso fuimos conscientes, en la distancia, de la verdadera dimensión de la tragedia. Resulta estremecedor percibir cómo ha afectado a zonas tan amplias del país, no solo Manabí y Esmeraldas. Ver todo esto desde fuera produce impotencia. ¿Cree que España está respondiendo como país a la llamada de ayuda de Ecuador? Como tantas otras veces en este tipo de situaciones, ha reaccionado, pero más ha reaccionado la sociedad civil al llamado de sus hermanos ecuatorianos que el gobierno, que también ha reaccionado con un protocolo de ayuda inmediata que se ha ejecutado. Pero la voluntad de los ciudadanos para ayudar de la manera que fuera ha sido formidable. ¿Cree que las consecuencias del terremoto pueden comprometer, de alguna manera, el futuro inmediato de Ecuador? Tras una década expansiva que fue aprovechada de manera muy eficiente para dar pasos fundamentales hacia el Estado del Bienestar, el país llevaba el último año y medio en una situación complicada por la caída del precio del crudo. A todo eso habría que añadir una política monetaria que no favorece sus intereses, la amenaza acumulativa del fenómeno de El Niño y ahora el terremoto. Parece que se enfrenta a una especie de maldición bíblica. ¿Qué tarea es ahora crucial? Recuperar y reconstruir una gran parte del país que ha quedado deshecha, no solo las infraestructuras, sino la moral del pueblo para que vuelva a coger las riendas de su destino y salir reforzados. El reto es inmenso pero creo que la sociedad de Ecuador ha dado pruebas sobradas de su capacidad de respuesta a situaciones similares, incluso peores. La movilización solidaria de miles de migrantes también ha resultado fabulosa y ejemplar. Sí. Han llegado a colapsar los canales de cooperación. En este sentido quiero subrayar mi convencimiento de que esta tragedia ha acercado a la comunidad ecuatoriana residente en España y a los propios españoles. Reencontrarse en el dolor es trágico y nunca deseable pero las muestras de empatía que he contemplado estos días me han resultado muy emocionantes porque atan a ambos pueblos. Un estudio reciente advertía que el colectivo migrante es uno de los sectores más golpeados por la crisis económica y recomendaba una mayor atención a los jóvenes para facilitar su inclusión laboral... La migración se enfrenta a las mismas deficiencias que asuelan a miles de ciudadanos asfixiados por la crisis. Ellos son una parte importante de esas mayorías sociales olvidadas por el Gobierno actual que han tenido que encarar muchos esfuerzos. Con esto quiero decir, que es más un problema de España que de Ecuador porque la aportación de la comunidad migrante al crecimiento de este país ha sido inmensa e impagable. Tras varios años de estancia en Ecuador ha regresado a una España demolida en lo económico. ¿Por qué? Pues quizá para reilusionarme y querer construir una patria española con el mismo sentido popular que Ecuador me enseñó en su reconstrucción tras el oscuro período neoliberal. Volví el pasado mes de agosto y resultó duro porque el panorama político era desolador. España ha perdido la confianza en sus instituciones y en sus políticos. Se parecía bastante al Ecuador de principios del siglo XXI y que tuvo como resultado un proceso tan apasionante como el Constituyente de Montecristi. Como sucedió allí, también aquí las clases populares han despertado. Pero el pueblo de Ecuador dio el paso decisivo mientras que aquí parecen existir dudas. Nos enfrentamos a un enemigo inmenso, pero el sentimiento que me traje de Ecuador es que el pueblo puede con todo, que cuando la gente se organiza, no hay poder que la detenga. Cierto, pero en Europa hay ejemplos recientes que han sido decepcionantes. Grecia puede ser uno. Las circunstancias griegas son particulares. Nunca tuvo margen de maniobra política, sin solvencia y a corto plazo. Pero la lección para nosotros no es Grecia. Es América Latina, con las diferencias de regímenes políticos, pero su experiencia debe ser el referente para romper el caparazón de la injusticia social. Nuestro enemigo no es invencible. ¿Por qué no ha sido posible un acuerdo de gobierno en España? Porque hay una crisis institucional del régimen que ha partido por la mitad a uno de sus elementos vertebradores en los últimos 40 años como es el PSOE. Lo que ha sucedido en los últimos 4 meses ha sido una actuación teatral. El PSOE se ha roto por la deslealtad hacia el ideario socialdemócrata. (I)