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El Telégrafo
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La Perla del Pacífico está empañada por la basura

La Perla del Pacífico está empañada por la basura
José Morán 7 El Telégrafo
17 de marzo de 2016 - 00:00 - Jimmy Tapia

Es lunes, 10:00. Un hombre llega con un tacho de plástico a la intersección de las calles 4 de Noviembre y la 13 (Suburbio de Guayaquil). El ciudadano, que aparenta 30 años de edad, voltea el recipiente del que caen residuos: plásticos, papeles y cáscaras. Lo hace en la mañana, con parsimonia, mientras los transeúntes lo observan en silencio. El montículo que se va formando ocupa un carril de la vía. El ‘cerro’ crece frente a una vivienda y una farmacia de este barrio popular.

-¿Por qué bota la basura en la calle?- le pregunta al hombre un equipo periodístico de EL TELÉGRAFO.
- Es que a las 10:00 pasa el recolector de nuevo- argumenta.
-¿Por qué no espera a que llegue el carro y allí sale con el tacho?
-Es que el carro se fue lleno, pero va a volver. La gente ya está acostumbrada- justifica.

El vecino Guido García, que reside en el barrio desde hace 50 años, lo ve indignado, pero no le reclama (pasa junto a él). Expresa que se cansó de discutir con los malos vecinos, pues no cambian. “Antes botaban la basura en la otra esquina, pero como se pusieron bravos por allá ahora la dejan acá”.

Bolívar Guijarro, otro de los moradores que también presencia la escena, se ha enfrentado a los infractores, sin embargo, desistió después de que le mostraron un cuchillo. “Ya me han amenazado de muerte por reclamar”. A la zona también llegan carretilleros informales que por $1 acuden a las puertas de las casas, toman los residuos y los abandonan en cualquier esquina.

Guayaquil es una de las ciudades del país con problemas en el manejo de los desperdicios. En el norte, en el sur o en el centro hay residuos en las calles y en las aceras: los 7 días de la semana, en cualquier horario, tanto en barrios populares como en zonas de clase media. Los elementos arrojados van desde una bolsa plástica hasta una llanta o un mueble.

Guayaquil, declarado en emergencia en década del 90

Hace 25 años, en octubre de 1990, el Puerto Principal fue declarado en emergencia sanitaria mediante Decreto Ejecutivo 1922. Esto se dio por las deficiencias en los servicios básicos: recolección de basura, alcantarillado y agua potable. La Alcaldesa era Elsa Bucaram.

Guayaquil (entonces con 1’700.000 habitantes) generaba 1.020 toneladas (t) diarias de desechos, pero los carros (que hacían 2,5 viajes por día) solo llevaban 450.000 t. Las restantes 550 t diarias no se disponían en los botaderos. Los desperdicios de 1’000.000 de habitantes que no recibían el servicio eran echados en diversos puntos: en los 100 km de canales pluviales del área urbana; en las riberas del Estero Salado (Suburbio Oeste); en las riberas del Río Daule; en los rellenos de la Vía Perimetral y la Trinitaria; en los colectores sanitarios; y en solares vacíos y áreas públicas.

21 años de concesión del servicio en la ciudad

De 1995 a 2010, el servicio de recolección fue concesionado a Vachagnon. Trabajó en la administración de León Febres Cordero (+) y en parte de la alcaldía de Jaime Nebot Saadi (quien se mantiene en el cargo), ambos alcaldes de filas del Partido Social Cristiano (PSC). Empero, durante ese lapso se registraron problemas. Los reportes de los diversos medios mostraban hacinamientos en el sur y en el norte.

La empresa denunció que había ciudadanos que irrespetaban el horario. En las calles se arrojaban animales muertos. Contrariamente, los ciudadanos se quejaban de la empresa. Denunciaban que 3 visitas a cada barrio, por semana, no eran suficientes. Por el clima húmedo de la ciudad, los residentes -argumentaban- se veían obligados a sacar los restos, pues provocaban malos olores dentro del hogar.

Los 2’300.000 habitantes, en 2010, generaban 2.500 t de basura por día. El 14 de octubre de 2010 se inició la concesión del consorcio Puerto Limpio (vigente), que dará el servicio hasta el 2017. Según el reporte de esta compañía, en 2015 la ciudad generó diariamente, en promedio, 3.963 t de desperdicios. Esto significa que la actual población guayaquileña produce 288% más basura que hace un cuarto de siglo.

¿Ha cambiado la situación en dos décadas?

Nelson Olaya Yagual, Master of Science and Environmental and Water resources Engineering en la Vanderbilt University (USA), es el autor de la investigación “La crisis de la basura en Guayaquil” (publicada en 1991). Él imparte la cátedra de Desarrollo Urbano Sustentable en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad Estatal. Para el ingeniero ambiental, la recolección (la parte técnica) mejoró con la concesión.

Sin embargo -añade- la ciudad tiene obstáculos para lograr la homogenización de los comportamientos de los habitantes, pues tiene presencia de personas de todas partes del país. “Yo vivo en la ciudadela Bellavista, un barrio de clase media, donde el carro recolector pasa lunes, miércoles y viernes, entre 22:00 y 02:00. Los habitantes, en la noche, acumulan los montículos en la calle. Pero hay personas que ponen las fundas desde la mañana. Este es un tema cultural (de costumbre)”.

El problema con los ‘chamberos’

Es martes, 16:00. El carro recolector está a punto de pasar y los residentes ya dejaron bolsas llenas en la Avenida Domingo Comín y Floresta (al sur). Pero antes de que lleguen los vehículos se adelantan otras personas -a pie o en triciclos- que abren las fundas y revuelven en el interior o las vacían. Ellos (conocidos como ‘chamberos’) hacen un recorrido en busca de objetos de metal, plástico y de cartón que los venden en recicladoras.

Luis Icaza, morador de Unión de Bananeros, se molesta porque los chamberos terminan de ensuciar su sector. Pero esto -añade- también es responsabilidad de quienes sacan los desperdicios a destiempo. “El carro pasa, deja todo limpio, sin embargo, media hora después aparece más. Creo que el Municipio debería poner barreras en las calles para que nadie deje sacos. Esto es culpa de nosotros”.

Blanca Ortega se dedica a la recolección de objetos. Ella vive en la Coop. Sergio Toral, en el noroeste, pero “trabaja” en Sauces (norte). “Por mi casa no me dejan laborar (otros recopiladores)”. Ella es de las que desamarra las fundas y busca algún elemento de valor. Sus ventas le representan, mínimo, $1 diario. “Con eso ayudo a mi esposo, que tiene insuficiencia renal. Se hace diálisis”, relata. Su recorrido lo hace en la mañana y la tarde. Pasa por Sauces 5, 6, 7 y 8.

La mujer, de 45 años, cree que si los ciudadanos clasificaran los restos, desde los hogares, se evitaría hurgar. “Pocas personas dejan fundas separadas”. A ella le gustaría participar en algún programa inclusivo que organice a los recolectores de materiales reciclables.

La falta de vialidad y la mala disposición son obstáculos

Es miércoles, 11:00. En los caminos serpenteantes que conducen a la Ladrillera y Nueva Prosperina las sobras son como ‘cortejos’ a los costados. Los accesos en muchos de los sectores del noroeste, que antes eran cerros, son estrechos, de tierra y fangosos. Puerto Limpio, de acuerdo con su contrato, solo recorre los sectores que tengan vialidad en buen estado. Aunque el consorcio asegura que adquirió unidades de menor tamaño para circular por vías angostas y donde existan cables a baja altura.

Entonces, ¿por qué hay tanta basura en las calles? La empresa, por correo electrónico, responde que los ciudadanos aún irrespetan los horarios de la recolección. “En caso de que un ciudadano saque sus desechos después de que el carro recolector pasó, esa funda estará expuesta al sol, animales, chamberos, de 48 horas a 72 horas”. En el noroeste -agrega- hay mayores inconvenientes.

La entidad denuncia que existen sectores donde los trabajadores han sido amenazados por los ‘chamberos’ al momento de retirar cajas de acopio.

Olaya recomienda impulsar trabajos de educación ambiental (que han mejorado); gestiones de motivación de los ciudadanos (para que estén orgullosos del hábitat donde viven); y de difusión de la legislación (sobre las sanciones vigentes). “A la empresa concesionaria le falta más acción en la relación con la sociedad o en la participación social”.

Sin embargo, la entidad precisa que cuenta con personal de gestión comunitaria, que hace visitas a las casas y realiza perifoneos sobre la importancia del respeto a los horarios. En 2011 -aclara- emprendió la Campaña Superaliados de la Limpieza destinada a incentivar la responsabilidad social y el cuidado del medio ambiente entre los niños de etapa escolar.

Katherine Calero, decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad Espíritu Santo -desde el punto de vista informativo- recomienda hacer campañas continuas para posicionar el mensaje “no ensuciar las calles”. “Se debe hacer desde la educación inicial y con actividades participativas. No solo informar”. También ve necesario enfocar acciones con diversos públicos, ya que todo el tiempo arriban a la urbe personas de otros cantones. “Entonces, hay que empezar de nuevo”.

De su lado, Alfredo Carrasco, presidente de la Asamblea de Usuarios de Servicios Públicos, recomienda que los recolectores pasen en los horarios establecidos, pues la demora incide en la contaminación. “Si llegan tarde, ya todo está regado”. De igual manera, Carrasco pide incrementar la cantidad de barrenderos de las vías.

Puerto Limpio informa que existen dos horarios diurnos de recolección (de 07:00 a 12:00 y de 13:00 a 16:30) y dos nocturnos (de 19:30 a 23:30 y de 24:30 a 04:00). Dichos turnos -detalla- se cumplen cuando se disponen los desechos en fundas (resistentes y anudadas) al pie de la vereda o frente a su domicilio. “Los hacinamientos (montículos) provocan que las unidades se paralicen en un punto para hacer la limpieza por 10 minutos o dependiendo del volumen, retrasando nuestros recorridos”. (I)

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