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La Escuela de La Playita, un semillero de canotaje

La Escuela de La Playita, un semillero de canotaje
Foto: William Orellana/El Telégrafo
14 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Los niños piden ayuda a gritos. Se agarran a las barandas metálicas del malecón de La Playita y amenazan a sus madres: “¡Me quieres matar! ¡Quieres que me ahogue¡ ¡Le voy a decir a mi papá!”. La escena se desarrolla en el Guasmo, humilde barrio de Guayaquil, a orillas del estero.

El instructor Boanerges Marcillo, un jubilado suboficial de la Armada del Ecuador, desde las gradas de cemento los ve como  una nueva generación de practicantes de canotaje. El miedo al agua -explica el hombre de 64 años- es parte del proceso de aprendizaje.

Los niños -añade- por iniciativa propia luego juegan en la orilla, días después se meten al estero, usan un flotador para aprender a nadar y finalmente exigen: “¡Mi ‘Sub’, sáqueme esto que ya sé nadar!”. Al final piden un remo, el kayak o una canoa.

La Escuela de Canotaje de La Playita del Guasmo es uno de los semilleros de esa disciplina. En ese rincón de la ciudad, donde el olor a pescado es penetrante, existe una relación entre los habitantes y el agua. En sus riberas hay viejas canoas que salen de faena porque una parte de la población vive de los frutos del mar.

Desde 2006 funciona la escuela que promueve ese deporte. Es parte de la Federación Deportiva del Guayas. En 9 años alrededor de 600 menores de edad han aprendido a defenderse de las aguas.

“El Sub”, como respetuosamente lo conocen a Marcillo en el sector, recuerda que ya no se escuchan los casos de niños ahogados en cada carnaval o en la época vacacional.  

Él, de sonrisa amable e incontables pliegues en el rostro, explica que esa fue una de las razones por las que se abrió ese espacio.  

Las embarcaciones, una esperanza para los jóvenes

Adolescentes que pululan en motos sin placas, tricimotos con música reggaeton a niveles ensordecedores y miradas que “escanean” las “caras desconocidas” son  situaciones cotidianas del barrio.  

Dos veinteañeros, semiesqueléticos y sucios, caminan con la mirada perdida por las orillas del estuario, como si hubiera un tesoro esperando ser descubierto. “Disculpa, ¿qué buscas?”, le pregunta el fotógrafo de EL TELÉGRAFO a uno de ellos. El joven responde, sin ambages: “Lo que dejan botado estos manes cuando se meten al agua”.

Otro grupo infló un colchón negro y se dejó llevar, sin rumbo, al vaivén de las olas. Viajan acostados y las manos son sus remos: “Esos van drogándose. Al regreso vienen cantando”, cuenta con naturalidad “El Sub”, chonero radicado en la urbe.

Empero, los riesgos se han reducido para los visitantes. Los chicos de otros barrios pueden acudir para enrolarse en la “tribu” deportiva. “Antes esto era el infierno, ni los muchachos del mismo Guasmo podían entrar. Al ratito ya los tenían apercollados”.

Boanerges con satisfacción expresa que entrenó a menores de edad que andaban en “malos pasos” y que los recuperó un 100%, a pesar de que ya dejaron el deporte. “Se hizo lo más difícil, rehabilitarlos, pero faltó lo más fácil, sostenerlos (como atletas)”.

Compiten en el exterior

Alberto Salazar, de 35 años de edad, observa desde el malecón las embarcaciones (canoa y kayak) que vienen a velocidad. Él es uno de los padres -el único el martes pasado- que le agarró cariño al deporte.

A la distancia observa a su hija Eileen Salazar, de 15 años, nuevo talento del Guasmo. Cuando ella tenía 10 años acudió a uno de los vacacionales que se imparten gratis en La Playita y, desde entonces, no se baja del kayak (nave de fibra en la que rema sentada).

Hoy (10 de abril) estaría participando en un sudamericano en Chile, en representación del Ecuador. “Cuando me preguntan de qué se trata este deporte me siento orgullosa. Hay algunos chicos que lo olvidan cuando van a la universidad. Yo seguiré. Mi sueño es participar en unas olimpiadas”.  

Como ella, 10 adolescentes más llegaron a competencias en el extranjero y 100 a nivel nacional. En cada vacacional se integran a la escuela 80 niños, cuyas edades van de 6 a 14 años.

Andreína Willa, de 16, se sumó recientemente. Ella se interesó por el canotaje (en esta disciplina debe remar con una rodilla en el piso de la nave). Es la única que lo practica allí. En 3 semanas ya mantiene el equilibrio y utiliza el remo.  “Hace dos años me interesó cuando pasé por aquí. Pensé que eran clases pagadas. Cuando averigüé que no, vine rápidamente”.

Entrenamiento alternativo

Los jóvenes deportistas corren y hacen flexiones. Echan mano de una palmera o de un poste metálico para hacer ciertos estiramientos. “¡Un, dos, tres!”. “¡Un, dos, tres!”, corean junto al ‘Sub’, mientras giran la nuca de izquierda a derecha y después se tocan la punta del pie con los dedos de las manos.  

Los ejercicios se hacen de lunes a viernes, de 08:00 a 10:00; y los martes, miércoles y jueves, de 16:00 a 18:00. Tienen dos turnos para que puedan acudir los que tienen cosas que hacer en la mañana o en la tarde.

Los entusiastas amateur corren descalzos por la arena  que fue llevada años atrás en volquetas para que La Playita se parezca más a una playa. Los flotadores para aquellos que comienzan a nadar son botellas plásticas -de agua o gaseosa- recicladas. Estas se amarran a la espalda y listo: flotan.

En una pequeña bodega se encuentran unas cuantas pesas. Para usarlas hay que alternarse. En otro espacio guardan las naves de entrenamiento, de fibra. Las de competencia son de fibra de carbono.  

“El Sub”, de piel enrojecida por el sol permanente que recibe, les da la llave de la bodega cada vez que se acerca uno de los chicos a pedirle agua. “Con mi dinero la compro”, revela.

Pero Boanerges, haciendo honor a su nombre -que en arameo significa hijo del trueno-, sigue adelante con la utopía.  

“El Sub”, quien participó en la Guerra del Cenepa en 1994, se sorprende cuando el equipo periodístico de este diario se interesa en hacerle un reportaje a la escuela de canotaje del Guasmo.  Pero él solo tiene un deseo: “Quisiera que las autoridades y los especialistas vengan a ver el progreso de estos muchachos”. (I)

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