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La Antártida conquistó a la expedición XXI

La Antártida conquistó a la expedición XXI
Foto: Cortesía del INAE
19 de marzo de 2017 - 00:00 - Silvia Murillo Cerón

Viajar a la Antártida o también llamado ‘continente blanco’ por primera, octava o decimotercera a vez, es una experiencia indescriptible e imborrable. Por lo menos así lo define el equipo que formó parte de la XXI Expedición Antártica, que ya retornó al país con la satisfacción del deber cumplido.

El grupo de expedicionarios estuvo compuesto por tres oficiales, doce tripulantes, siete servidores públicos y diez investigadores científicos de las universidades De las Américas (UDLA), de las Fuerzas Armadas (ESPE), Católica Santiago de Guayaquil (UCSG), Técnica del Norte, Pontificia Universidad Católica de Esmeraldas y San Francisco de Quito.

La misión en este viaje fue la construcción de la Casa de botes, dar mantenimiento a la estación ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado y brindar apoyo a la investigación.

Según el capitán Carlos Breilh, jefe de esta expedición, y quien por primera vez realiza un viaje a la Antártida, el Ecuador debe mantener su presencia en el ‘continente blanco’ para permanecer como miembro consultivo del Tratado Antártico. “O sea que tenga voz y voto”.

Ante ello, Breilh detalla que este 2017, el país cumple 30 años de actividades antárticas y la estación ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado, 27. “Como parte de la Armada, una de las misiones fue la de dar mantenimiento a las inatalaciones y la construcción de un nuevo módulo, donde se almacenen nuestros botes de goma -para trasladarnos entre islas-, y la maquinaria que utilizamos”.

Si bien para el jefe de la misión fue su primer periplo hacia allá, hay quienes como Mario Piedra, Gustavo Cotallath y Luis Sanunga, que han participado entre ocho y trece excursiones.

Piedra, quien fue el jefe de obra (construcción, mantenimiento, reparación), dice sentirse sumamente orgulloso. “Es indescriptible el sentimiento de haber colaborado con la expansión y engrandecimiento de la estación nacional. Para llegar allá se necesita profesionalismo, ganas y sentimiento”.

Alejados de todo

Para Víctor Chang, quien trabajó en el área de Maniobras, es difícil plasmar con palabras lo que se vive en ese continente. “El arribo es impresionante por la vista, porque es un lugar tan alejado, inhóspito; es realmente otro mundo, como viajar a otro planeta. No tiene nada que ver con lo que uno vive a diario”.

Chang, quien es padre de una niña de dos años, reconoció que hubo instantes en que se llenó de nostalgia al pensar en su familia. Sin embargo afirma que si tiene la oportunidad de regresar, lo haría con gusto.

Igual que Breilh y Chang, el teniente David Guevara, jefe de Operaciones y Seguridad de esta expedición, tuvo su primer contacto con la Antártida el pasado 25 de enero, en que el equipo desembarcó del buque ‘Aquiles’, de la Armada de Chile, en la isla Greenwich, donde está ubicada la referida estación.

“Quedé maravillado al ver por primera vez los glaciares milenarios, la flora, la fauna, los pingüinos. Al inicio da miedo por las temperaturas bajo cero, pero con el equipo nos dimos ánimo para seguir adelante”.

El oficial estuvo a cargo de planificar las operaciones de trabajo. Laboraban los siete días de la semana, en jornadas de diez a doce horas. “No tuvimos feriado de Carnaval, pero como hubo una tormenta de nieve, nos dimos tiempo para jugar”.

“Las operaciones se planifican según el clima y la maquinaria que tenemos. Por ejemplo, allá no contamos como acá con una grúa, montacargas para hacer una construcción”.

Guevara considera un desafío haber edificado un galpón de 5 metros de alto por 18 m de largo y 12 m de ancho, que se constituyó en la Casa de botes. “Fue un reto subir esas vigas, transportarlas entre los 22 que éramos del grupo logístico; lo construimos trabajando juntos los 37 días que estuvimos ahí”.

Además de esta obra, Guevara añade que los diez investigadores trabajaron en trece proyectos científicos que se iniciaron con la toma de muestras de agua de mar, sedimentos, la tierra, la flora, el análisis de la disminución de los glaciares...

El último martes, el equipo de logística de la expedición se reunió en las oficinas del INAE, para hablar de las condiciones en que se encuentra la estación ecuatoriana. Foto: Lylibeth Coloma / EL TELÉGRAFO

Exámenes previos

Ir de expedición a la Antártida definitivamente no es como viajar a la Sierra ecuatoriana. Por ello, debido a las bajas temperaturas (de -5°C, -10°C, -30°C y -32°C), los seleccionados previamente debieron someterse a una serie de exámenes.

El teniente Sergio Banderas,  médico y supervisor ambiental de la expedición y quien es cirujano del Hospital Naval de Esmeraldas, precisa que la Dirección de Sanidad de la Armada elabora una ficha médica con exámenes de laboratorio, rayos X, cardiológicos, electrocardiogramas, con los cuales se determina si el seleccionado tiene algún tipo de enfermedad.

“El que no se encuentra en condiciones favorables no podrá ser considerado, así sea una persona importante aparentemente para la expedición. Allá es un lugar del que no se puede salir con facilidad; no tenemos las condiciones para evacuar”.

Banderas refiere que la base más cercana a la ecuatoriana es la Prat, de Chile y que allí cuentan con una enfermería un poco más equipada que la existente en la estación P. V. Maldonado.

Para él fue algo increíble que nadie se enfermara, salvo casos aislados de alergia al frío que eran controlables. El médico dice que allá es vital el uso de bloqueadores con un factor de protección solar 100.
“Hay que usarlo por lo menos tres veces al día, cada cuatro horas, porque la radiación es muy intensa y se pueden presentar casos de queratitis solar, que es un tipo de irritación por el reflejo (del sol) en la nieve”.

La alimentación juega un papel fundamental para que los expedicionarios cumplan con la misión que les fue encomendada. El oficial destaca que la dieta del grupo fue hipercalórica, ya que la grasa en los alimentos hace que se mantenga la temperatura corporal en un nivel adecuado.

Recuerda que hubo días en que el personal trabajó hasta las 21:00, para cumplir con labores que en el país tomarían meses. “El trabajo era extenuante. Teníamos que aprovechar cuando había buen estado climático. Hubo días que ni siquiera se pudo salir”.

Para Banderas también fue su primer viaje a la Antártida y lo describe como una experiencia maravillosa. “Al llegar al ‘continente blanco’ se respira pureza, todo es limpio, es algo incomparable, indescriptible. Ver todo, entrar a la Antártida, causa una emoción grande”.

‘Salsa, sabor y Sanunga’

Este es el lema que Luis Sanunga Totoy, suboficial primero en servicio pasivo y quien en ocho expediciones se ha desempeñado como cocinero y mayordomo en cada uno de los viajes.

Él es el responsable de mantener bien alimentado al grupo logístico y de investigadores.

Su primera travesía la realizó en 1995, cuando todavía estaba en servicio activo. Ahora, al estar retirado de la Armada, se lo contrató por la garantía de su trabajo que él lo considera como un legado.

“Allá (la Antártida) es un lugar donde no hay nada, por eso hay que abastecerse de todas las provisiones, la cantidad suficiente para que el personal esté en óptimas condiciones y pueda cumplir su misión”.

Sanunga cuenta que cuando llegan todo está congelado y para obtener líquido utilizan la nieve, la cual la descongela en la cocina, hasta que se haga la respectiva instalación.

El mayordomo precisa que se abastecen de víveres secos, frescos y congelados, enlatados y jugos en Punta Arenas, Chile, previo a un listado con lo que requieren. “Adquirimos mariscos congelados, carnes, toda la variedad para degustar comida ecuatoriana y que el equipo esté bien alimentado”.

El hombre dice que cuando hay invitados (científicos de otras estaciones o autoridades) la atención debe ser mejor, ya que la estación ecuatoriana es anfitriona.

Él culmina su relato con la frase: “Yo le pongo salsa, sabor y Sanunga”, a sus comidas.

La escasa comunicación

Separarse por más de un mes de la familia implica la añoranza de por lo menos escucharlos a través de una línea telefónica o leer sus mensajes. De la comunicación entre la Antártida y Ecuador se encargó el sargento segundo Javier Pancho, quien visitó por primera vez el ‘continente blanco’, en 2015.

En esta, su segunda expedición, él cuenta que por no contar con internet ilimitado y tener un ancho de banda pobre, la mensajería -a través de correos vía Outlook- se la realizaba en tres horarios: de 08:00 a 09:00; de las 12:00 a 14:00 y a partir de las 18:00 hasta las 23:00.

Resalta que en fechas importantes como el 14 de febrero, es donde la melancolía invade a parte del grupo y, por eso, en este viaje hicieron una cena para celebrar la amistad.

“En los feriados, los mensajes disminuyen. La primera vez aprendí que la comunicación es demasiado importante para todos, no solamente para uno o dos expedicionarios”. (I)

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