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El Telégrafo
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En el centro aún crecen plantas curativas y frutales

Aunque con el pasar de los años fueron reduciendo el espacio, aún en la casa de Rosa Torres se cultivan plantas medicinales y frutales como el babaco y el tomate de árbol.
Aunque con el pasar de los años fueron reduciendo el espacio, aún en la casa de Rosa Torres se cultivan plantas medicinales y frutales como el babaco y el tomate de árbol.
Fotos: Fernando Machado / El Telégrafo
14 de septiembre de 2016 - 00:00 - Diana Vera

Al frente de su casa, en la parroquia Yanuncay, sur de Cuenca, Luis Ayala conserva un terreno, en el que cultiva col, papa, fréjol, tomate y alfalfa. Pero no está contento, asegura que el verano ha afectado su pequeña producción.

Cultiva para consumo propio, sin embargo también vende algunas hortalizas a sus vecinos. Explica que tener una huerta es una costumbre que aprendió de sus abuelos.

Teme que con el pasar de los años sus hijos quieran ocupar el terreno para construir y de esta forma perder su huerto.

Algo que —dice— ha pasado con los cultivos de los demás vecinos. “Ya nadie tiene huertas, todo hicieron construcciones”.

Tener huertos ya no es una práctica común en la parte urbana de la capital azuaya. Esto no ocurre en los sectores rurales en donde es habitual observar  junto a las viviendas sembríos  que son para el consumo de las familias.

Antiguamente las casas se caracterizaban por tener huertos en los patios interiores, sobre todo en el Centro Histórico.

En la actualidad muchos de estos espacios se han convertido en parqueaderos, restaurantes y oficinas; sin embargo frente a esos cambios, en algunas viviendas se mantienen vivos.

Es el caso del huerto de Rosa Torres, quien tiene su casa en la calle Gran Colombia. En la parte trasera de su vivienda, junto a una pared de adobe, en un pequeño espacio crecen plantas medicinales y frutales.

Hace unos 20 años, por problemas de salud, Torres dejó de cuidar su huerta y desde ese entonces son sus hijas quienes lo conservan.

Su hija, Silvia Pazán, menciona que “mi mamá siempre lo cultivó, tenía sobre todo plantas medicinales porque antes a las mamás y abuelitas les interesaba cultivar estas plantas, pues era como tener la botica dentro de las casas”.

El huerto debe tener más de 50 años y con el pasar del tiempo el espacio se fue reduciendo. “Pero logramos conservar una parte como recuerdo de antaño, del tiempo de mis padres”.

Aunque el espacio se haya achicado, las plantas siguen creciendo y dando frutos que sirven para el consumo diario.

Con los babacos y tomates de árbol —explicó Pazán— hacen jugos y dulces para su madre, mientras que con la hierba luisa y el cedrón preparan aguas para el desayuno o en horas de la tarde.

Estas plantas, o incluso más,  se pueden encontrar en la casa de la familia de José Nivelo. Desde afuera es difícil imaginar que la vivienda conserva un patio con árboles de capulí, reina claudia, aguacate, tomate de árbol y plantas medicinales.   

“Mi familia siempre ha tenido bastante apego a la naturaleza. Aquí llegan muchos pájaros, salimos a desestresarnos y tenemos nuestros propios alimentos”.

En 2012, el Instituto de Patrimonio Cultural impulsó la investigación ‘Memoria, saberes y usos sociales de los huertos en las edificaciones patrimoniales del Azuay’, con el fin de propiciar la conservación de los huertos aún existentes.

En este estudio se tomaron como referencia 10 huertos considerados patrimonio que se encuentran en los patios interiores de monasterios,  conventos y de algunas antiguas viviendas ubicadas en el Centro Histórico. (I)

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