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El Telégrafo
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Manuelita, hija fuera de matrimonio de un español comerciante, nació en 1797

Una aproximación a las cartas de amor de Manuelita y Bolívar genera dudas

Una aproximación a las cartas de amor de Manuelita y Bolívar genera dudas
30 de noviembre de 2014 - 00:00 - Ángeles Martínez, cátedra Abierta de Historia. U. Cuenca

Hace unos días participamos junto al escritor Jorge Dávila en un homenaje a Manuelita Saénz en la llamada Casa de Bolívar en la ciudad de Cuenca, invitados por el Departamento de Cultura del Municipio de la ciudad y la administración del Museo. La tarea resultaba atractiva, una aproximación a esas cartas que reflejan una mujer de avanzada. No teníamos entonces idea de la titánica tarea que significaba acercarse a un personaje tan real y valioso como in de nuestra historia, con un poco de miedo ante lecturas apasionado-nacionalistas. Y, por supuesto, absolutamente conscientes de los cientos de trabajos a los que sería difícil acceder en poco tiempo. En fin, de esa agradable charla, se esboza lo que fue un conato de ensayo sobre una historia de amor, periodismo border, mentiras, nuevos santos, pero sobre todo, de amor. El punto de partida era un librito prestado, que debe ser un best seller, de las Más hermosas cartas de amor (título un tanto cursi) y fabricado en su interior, quizá, con demasiada gracia.

En un artículo, el venezolano Lovera de Sola nos pone alerta ante la grave afirmación de que se habrían creado en su país: “una serie de documentos y papeles falsos. Es así como se ha cumplido la más amplia labor de crear elementos apócrifos en torno a la figura de Simón Bolívar (1783-1830) y su relación con Manuela Saénz, la cuarta mujer fundamental de su vida”. Y entre los libros de “falacia histórica” tal como él los llama, está aquel libro que leí, como muchos emocionada, de esas cartas entre los amantes.

Al calor de la política es mejor poner un cierto ojo de académico que toma distancia (en lo posible), y muchas de las teorías de la conspiración están muy bien redactadas, lo cierto es que el librito con el que contaba para esta investigación tenía de entrada cierta aura de falsete y que muchas de las cartas que nos emocionaron pueden ser apócrifas ¿Pero hubo amor?, ¿existieron cartas? Sí. Pero si ustedes han leído 1984 de George Orwell saben cómo “quien controla el pasado controla el futuro”. Estamos de acuerdo con la merecida importancia que el actual gobierno ha dado a Manuelita Saénz, Generala de la Patria, porque sin ese esfuerzo ni siquiera podríamos conversar sobre un tema que sería ajeno a los ecuatorianos. Al olvidar el pasado se pierden los hilos con el presente, la identidad, la comprensión de la realidad.

Si Manuelita estaba entre las cuatro mujeres de Bolívar (¡Ah, la cuarta! se pensará) lo primero que se nos ocurre era que Bolívar escribía cartas a cuanta mujer se le cruzara por el camino, pero no fue tan así. Se sabe que Manuelita enloqueció al general y estuvo junto a él en las buenas y las malas durante muchos años hasta su fin y después.

En temas pasionales aparece Fanny du Villars, que según Humboldt, es reconocida por liberar a Bolívar (¿la primera libertadora?) del duelo que le afectaba por la muerte de su primera esposa, hay una larga historia de cartas, ella era una mujer casada que tuvo 3 hijos. Se dice que la última carta de Bolívar fue escrita para ella (también se duda). Y así también aparece el nombre de Josefina Machado su amor de Caracas.

Hay anécdotas maravillosas de Bolívar y Manuelita: el ramo lanzado desde el balcón de Quito en un desfile, su encuentro en una fiesta en Lima y una apasionada relación.

Bolívar se había casado muy joven con María Teresa del Toro (1781-1803), en el diario de Bucaramanga de Perú de Lacroix aparece una especie de confesión textual del Libertador: “Oigan esto: huérfano a la edad de diez y seis años y rico, me fui a Europa, después de haber visto a Méjico y la ciudad de la Habana; fue entonces cuando, en Madrid, bien enamorado, me casé con la sobrina del viejo Marqués del Toro, Teresa Toro y Alaiza; volví de Europa para Caracas el año de 1801 con mi esposa, y les aseguro que entonces mi cabeza sólo estaba llena de los vapores del más violento amor y no de ideas políticas, porque estas no habían todavía tocado mi imaginación; muerta mi mujer y desolado yo con aquella pérdida precoz e inesperada, volví para España, y de Madrid pasé a Francia y después a Italia; ya entonces iba tomando algún interés en los negocios públicos, la política me interesaba, me ocupaba y seguía sus variados movimientos.

Vi en París, en el último mes del año de 1804, el coronamiento de Napoleón: aquel acto o función magnífica me entusiasmó, pero menos su pompa que los sentimientos de amor que un inmenso pueblo manifestaba al héroe francés”.

¿Quién era Manuela?

Nacida en 1797 hija fuera de matrimonio de un español comerciante adinerado y una bella quiteña de la élite, fue a parar a un convento para educarse, del cual huyó muy joven con un oficial español don Fausto d’Eluyar. Terminaron por casarla a las malas con el inglés Dr. Thorne, mucho mayor que ella, con una dote de 8 mil pesos, entregada en Panamá y con un matrimonio lejos de las habladurías.

Manuela constantemente se quejaba de la pasividad inglesa de su marido, ella, que tenía fuego en la sangre, se dice que primero volvió a sus amoríos con d’Eluyar y luego conoció a Bolívar quien fuera su gran amor y por quien fue capaz de enfrentarlo todo. Pero Manuela no fue la amante por conveniencia, en Lima se le había otorgado, por actuar para la causa republicana, la Orden del Sol antes de conocer a Bolívar, fue amiga cercana de Rosita Campusano y quizá más que amiga de San Martín. En 1823 ella abandona al marido y acompaña a Bolívar en las campañas por la Independencia, luego se radican en Bogotá.

En 1825, le dijo adiós a Thorne, en una carta que se dice es todo un manifiesto feminista, Teresa de la Parra (1889-1936) la nombra en su obra Influencia de las mujeres en la formación del alma americana y señala: “Personal y rebelde se fabricó ella misma su código de moral y dentro de él fue y fiel hasta la muerte”.

La fiebre no le impide pensar en  bien de la patria

“En correo pasado nada dije a Ud. sobre Cartagena, por no hablar a usted de cosas desagradables; ahora hago felicitándole, porque la cosa no fue como lo deseaban. Esto más ha hecho [Francisco de Paula] Santander, no creyendo lo demás bastante: es para que lo fusilemos. Dios quiera que mueran todos estos malvados que se llaman [Francisco de] Paula, Padilla, Páez, pues de este último siempre espero algo. Sería el gran día de Colombia el día que estos viles muriesen; éstos y otros son los que le están sacrificando con sus maldades para hacerlo víctima un día u otro. Este es el pensamiento más humano: que mueran diez para salvar millones (...) Adiós, señor. Hace cinco días que estoy en cama con fiebre, creí tabardillo, pero he cedido y tengo poca calentura, pero mucho dolor de garganta y apenas puede escribir su Manuela”.

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