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El Telégrafo
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Al interior del recinto había casi un millar de personas cuando su capacidad era de 300

Hacinamiento e inseguridad eran comunes en la cárcel de Cuenca (Galería)

Los detenidos no tuvieron tiempo de llevarse las sábanas, colchas y cartones en donde dormían, en medio de incomodidades. Foto: Diana Vera / El Telégrafo
Los detenidos no tuvieron tiempo de llevarse las sábanas, colchas y cartones en donde dormían, en medio de incomodidades. Foto: Diana Vera / El Telégrafo
21 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Sur

Desde el martes únicamente las palomas habitan en las áreas de la antigua cárcel de varones de Cuenca. Parecen tan acostumbradas al espacio que no sienten temor por la presencia de personas.  

Varias cajas de madera, mesas y bancas ocupaban el pequeño patio en el que hasta 1.000 personas debían realizar sus actividades diarias, además de recibir a sus familiares.

Las piezas que quedaron en el suelo, otras colgadas y guardadas en cajones, daban cuenta de que algunos de los detenidos pasaban sus días entre labores de carpintería, zapatería y otros simplemente esperaban que los días pasaran, en un espacio que fue construido hace más de medio siglo y cuya capacidad tan solo era, en el mejor de los casos, para 300 personas.

En las ventanas superiores del edificio quedó ropa colgada: pantalones, zapatos, camisetas... Nada se pudieron llevar.

El centro, ubicado en la parte norte de la ciudad, tiene once pabellones, todos saturados de presos. Incluso algunos debían pagar a los caporales por el uso de los pasillos para poder dormir. Otro en cambio debió acomodarse en una caja de madera parecida a  un féretro.

El recinto carcelario fue clausurado definitivamente por la Ministra de Justicia. Diana Vera / El Telégrafo

Entre el patio y los pabellones, dos áreas deplorables, debían rehabilitarse bajo el cuidado de 40 guardias.

Las pequeñas y deterioradas puertas de ingreso, así como el mal olor evidencian que el ambiente no era bueno. Las literas colocadas en hileras se habían convertido en cuartos individuales adecuados con sábanas, cobijas, cartones y madera.

En algunos casos, televisores, radios, cocinetas y vestimenta habían sido acomodados en las improvisadas piezas. A pesar de estar en el mismo espacio se vivían realidades diferentes.

Algunas celdas lucían ordenadas. De la improvisada pared de una de ellas colgaban camisetas limpias, en la esquina de la cama había un peluche y en el piso quedaron las enseñanzas del libro: “Cómo entenderse entre marido y mujer”.   

En otras, en cambio, se observaron restos de celulares, alimentos, armas  y drogas. En los pasillos quedaron tirados los colchones y prendas de vestir de aquellos que debían pagar para dormir.  

Algunos privados de la libertad sabían que en algún momento debían partir. En fundas negras y maletas habían acomodado sus pertenencias. En los artefactos eléctricos dejaron escritos sus nombres.

No hacía falta recorrer mucho el edificio para saber que hace años había dejado de ser funcional y que no contaba con ningún estándar de condiciones mínimas para la dignidad de los presos.  

Entre el desorden, la basura y los malos olores, la tarde del miércoles este espacio fue clausurado, quedando en su interior el recuerdo de un sistema que no garantizaba la rehabilitación de los privados de la libertad.

La ministra de Seguridad, Ledy Zúñiga, colocó los sellos anunciando que un nuevo modelo les devolverá la dignidad a los detenidos. Ellos desde el martes se encuentran en el nuevo Centro de Rehabilitación (CRS) Sierra Centro-Sur, en el sector de Turi.

“Ahorita ya no hay presión, ya no hay enfrentamientos y no somos robots de nadie”, dijo uno de los privados, quien recordó cómo pasaban los días en la excárcel. “Teníamos que dormir en el piso, o dos personas en la cama. Pasábamos todo el día en el patio jugando pelota y otros trabajábamos. A las cinco nos subían a los pabellones”, acotó.

Realidad distinta a la que explicó otro ciudadano en el nuevo CRS en Turi, que comprende un área total de 13,7 hectáreas. “Estamos en las celdas, todos tenemos una cama, bajamos a servirnos la comida y hacemos deportes. Me agrada estar acá”, dijo.  

La Secretaria de Estado explicó que la moderna estructura cuenta con nueve pabellones divididos entre mínima, mediana y máxima seguridad. “Ahora están clasificados de acuerdo al nivel de peligrosidad y el tipo de delitos, lo que permitirá que tengan un régimen de recuperación”, acotó.   

Unas 400 personas, añadió Zúñiga, estarán a cargo de la seguridad del centro penitenciario.

DATOS

Entre las áreas con las que cuenta el CRS de Turi están las salas para recibir a los familiares, zona de visitas íntimas, talleres laborales, espacios educativos, galerías subterráneas, patios para esparcimiento deportivo y un edificio administrativo.

En el nuevo centro 2.740 personas privadas de libertad (PPL) recibirán un tratamiento de rehabilitación.

Tres años duró la construcción de la nueva estructura, cuyo costo inicial era de $ 27 millones. Esta cantidad  se incrementó por obras complementarias a cerca de $ 39 millones.

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