Desde hace 26 años, César Chillambo ofrece a sus clientes diversas preparaciones hechas en base de coco rallado. Aprendió este oficio gracias a un compadre, quien le impulsó a tener una fuente de ingresos propia.

Recuerda que empezar fue difícil.  “Una parada de cocadas la hago en 2 horas y media, listas para vender. Mientras uno aprende le puede tomar hasta 4 o 5 horas”.

Asegura que la experiencia es fundamental en este trabajo, pues cada artesano va desarrollando sus propias técnicas. “Al inicio no me salían bien las cocadas, y me demoraba bastante porque todo lo hacía a mano. Luego ya fui aprendiendo a rallar el coco y a empacar. Ahora soy un experto”.

También desarrollan recetas personales para su producto, “por eso cada una tiene un sabor especial”, explica.

Con el paso de los años su negocio se ha modernizado. Hoy cuenta con una raspadora de coco eléctrica que le permite elaborar más producto en menor tiempo.

La preparación depende de la temporada. En feriados, por ejemplo, el artesano llega a elaborar diariamente 700 paquetes de 10 cocadas cada uno. Cada uno cuesta $ 1. Mientras que en temporada baja, prepara los productos entre jueves y viernes para venderlos durante el fin de semana.

Las cocadas negra y blanca son su especialidad, aunque también realiza chicharrón de coco y cocadas de piña y de manjar. “Busco crear más sabores”.

Chillambo se siente feliz de realizar una actividad representativa de la ‘provincia verde’, a pesar de que el valor no le permite tener muchas ganancias. Le gustaría que su trabajo fuera más valorado.

Lo que prefiere de su trabajo es ser su propio jefe, “no tener que depender de nadie más”. Por esa razón también impulsó a sus hijos en el negocio. (I)