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Las costumbres funerarias de los chibuleos sobreviven a 522 años de mestizaje

El ritual de sacudir el ataúd, es el último de un total de 5 hábitos post mortem. En la gráfica, los hijos de Nazario Caluña lo hacen, previo a la salida al cementerio. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
El ritual de sacudir el ataúd, es el último de un total de 5 hábitos post mortem. En la gráfica, los hijos de Nazario Caluña lo hacen, previo a la salida al cementerio. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
22 de junio de 2014 - 00:00 - Regional Centro

Los indígenas de la etnia Chibuleo despiden a sus difuntos con ritos únicos, fascinantes, místicos, inquietantes e inentendibles para mestizos y blancos.

Los habitantes de esta comunidad ubicada a 3.174 metros sobre el nivel del mar y a media hora de Ambato guardan celosamente estas ceremonias como parte fundamental de su cultura, a pesar de la influencia europea en Sudamérica por más de 500 años.
Cuando una persona de la comunidad fallece, empieza una serie de hábitos que se preparan de manera inmediata al enterarse del deceso.

Anuncio e inicio del luto

Paco Cunalata, diácono de San Francisco de Chibuleo, quien ha vivido en el lugar por más de 30 años, explica cómo inicia el luto en la comunidad.
“Para empezar, la familia del finado hace el anuncio a parientes, vecinos, amigos y conocidos. Esta tarea es muy dolorosa, como en cualquier otro lugar, con la particularidad de que una persona es delegada para ir de casa en casa dando la mala noticia y advirtiendo del luto que las próximas 2 semanas entristecerá el pueblo”, dijo Cunalata.

Atuendos originales

A continuación las personas llegan a la casa del difunto, donde se ha levantado la capilla ardiente, con el mismo atuendo característico de la zona: pantalón y camisa blanca, poncho rojo, zapatos de charol negros y sombrero blanco para los hombres, y blusa blanca, y anacos negros, faja multicolor y joyas de coral rojas y azules, para las mujeres.
Esto porque creen, a diferencia de la cultura mestiza, que la tristeza no debe expresarse externamente sino por dentro, de tal forma que no afecte a los deudos y demás personas allegadas.

Baño de limpieza y purificación

A continuación, se realiza el lavado del cuerpo con esencias de flores endémicas que, a más de limpiar por fuera a la persona, se cree sirven para enviar al difunto libre de malas energías a la eternidad.
“Cuando la muerte es trágica, la autopsia determina la causa específica y no hace falta este proceso. Cuando el deceso se debe a  causas naturales o enfermedad tratada,  se debe lavar el cuerpo con agua de manzanilla, romero y rosas, para evitar que la ira, venganza, envidia y demás sentimientos negativos que afectan a todos los humanos, atormenten al difunto en la otra vida”, manifestó Luis Amaguaña, anciano de la comunidad.

Endechas en idioma ancestral

El siguiente ritual es muy inquietante, curioso y llamativo. Las mujeres del pueblo, ancianas y jóvenes, al parecer caen en un trance depresivo momentáneo en el cual honran la memoria del fallecido con cantos, endechas y gritos inentendibles para los presentes.  Esto, porque la mayoría de veces las indígenas pronuncian frases en Runa Shumy, un idioma preincaico. “Seguramente, las mujeres guardan en el subconsciente recuerdos de esta lengua y los pronuncian en ocasiones de extremo dolor”, afirmó Lilibeth Suárez, antropóloga.

Sacudidas del ataúd

Finalmente, cuando llega el entierro, el féretro es sacudido 4 veces por los deudos, antes de salir de la casa para procurar que la sabiduría, inteligencia, liderazgo y demás atributos del difunto se queden y sirvan a sus hijos y allegados.

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