Es el hogar de decenas de lobos marinos. Es un lugar único, a pocos minutos de la Isla San Cristóbal, en las Islas Galápagos. Se trata de la lobería es una playa de arena coralina, donde estos animales parecen ‘sentirse a sus anchas’; reposan sobre las rocas y la arena, sin importarles que alrededor cientos de turistas se disputen el mejor lugar para fotografiarlos.

Los ‘intrusos’ comparten su dicha, cada vez que los lobos marinos se acarician entre ellos. Para muchos turistas, la sola posibilidad de verlos, aunque sea de lejos, constituye una experiencia única en la vida. Aunque algunos turistas -los más audaces- intentan acercarse a las colonias, los lobos defienden su espacio y a su crías. De hecho, emiten una suerte de ladrido -su tipo de vocalización- hasta que consiguen ahuyentar al intruso.

El susto, en muchos casos, es colectivo, porque, por un instante, todos presenciamos atentos la escena. Antes de ingresar a la lobería, los guías son enfáticos al señalar que es necesario mantener una distancia prudencial con la población de lobos marinos, en especial con los lobos machos, ya que podrian reaccionar de forma agresiva si las personas se acercan demasiado a su territorio.

Por esta razón, para evitar algún accidente es mejor no molestarlos. Los lobos nunca están solos; siempre están en grupo o en pareja. Durante el período de crianza, los lobos marinos hembra se reúnen en colonias en la costa antes de que los machos lleguen al lugar de apareamiento. Algunos lobos emiten un ‘ladrido’ fuerte y hacen uso de este, sobre todo, cuando se sienten amenazados.

En otras palabras, al emitir este sonido, quieren demostrar su dominio sobre otros. El macho se diferencia de la hembra porque es más grande en tamaño, y posee una especie de chichón característico en su cabeza además su cuello es grueso y macizo. Algunos llegan a pesar hasta 250 Kg. Socialmente se organizan en colonias.