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El Telégrafo
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Manos femeninas que cultivan sus alimentos en medio de la ciudad

Manos femeninas que cultivan sus alimentos en medio de la ciudad
30 de septiembre de 2012 - 00:00

El sol del mediodía parece calcinarlo todo. Las polvaredas y el humo que han dejado los recientes incendios forman una estela empujada por fuertes vientos. Como cada día, Fanny Chalapú ya ha dado de almorzar a su familia.

Enseguida se pone su sombrero de ala ancha, se cambia de zapatos y baja a recoger las remolachas del huerto cercano a su casa.

En el barrio Balcones de El Inca, en el nororiente de Quito,  hay una vista espectacular de Zámbiza y Cocotog.  Fanny cultiva una buena parte de los productos alimenticios y cárnicos que consume su familia y los dos tercios adicionales de la producción los comercializa en las denominadas bioferias.

Con su tradicional sonrisa apresura el paso y muestra orgullosa el “huertito orgánico”, donde cada día de verano trabaja de 14:00 a 18:00 (en invierno laboran en la mañana) en un terreno de unos 800 m2, prestado por el Municipio. Le siguen el paso María Cecilia Cuarán y Alegría Pijango, sus compañeras que pintaron de verde este árido sector desde 2006.

El primer paso es remover y abonar la tierra, sembrar las semillas seleccionadas y cuidar a diario las plantas, regarlas y cosecharlas en períodos variables que van de uno (rábano) a tres meses (remolacha).

El agua lluvia para sus plantas es recogida en un tanque de 1.000 litros que luego es puesto en regaderas para optimizar el recurso y no afectar a las plantas por un chorro fuerte. Hasta finales de este año se instalará un sistema de riego por goteo para distribuir mejor el agua.

Fanny cuenta que los ingresos mensuales de las tres se acercan a los 300 dólares; mientras el ahorro por el autoconsumo supera los 200 dólares durante la época lluviosa,  un promedio de 5,5 dólares diarios; mientras el 25% de la población de América Latina vive con menos de 2  dólares al día.

Pero quienes hacen de la agricultura urbana su principal fuente de ingresos   obtienen hasta 600 dólares y  mantienen un sistema productivo diversificado entre cultivos, crianza de animales y producción de miel. “Antes  solo me dedicaba a la casa, al igual que mis compañeras, hasta que seguí los cursos de Conquito (Agencia Metropolitana de Promoción Económica)”, cuenta.

En este huerto urbano las mujeres cultivan 23 productos y crían cuyes, pollos, gallinas y codornices para carne o para la producción de huevos. Zanahorias, lechugas, rábanos, nabos, cebolla, etc., están distribuidas en las denominadas camas.

Estos productos son orgánicos porque no usan agroquímicos y hasta el abono es natural.   Alegría dice que con esta actividad se siente mejor, ya que por sus enfermedades antes se sentía muy triste. “Por el sol ahora no se puede sembrar como antes, pero después cosecharemos más, verá”.

Parte de lo cultivado  es luego preparado (tostado, tortas, pan...) y comercializado en las bioferias que se realizan en las administraciones zonales o en La Carolina. “Vea cómo somos capaces de producir sanamente”, expresa María Cecilia, mientras Fanny se seca el sudor de la frente e invita a regresar a Balcones de El Inca, donde la tierra y el ser humano producen sanas delicias.

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