Antes de la aparición y desarrollo del cine y la televisión, la imaginación de los capitalinos se nutría con historias cuya escenografía eran los rincones de la ciudad. Algunas tenían características sobrenaturales, otras traían tras de sí un mensaje moral y la mayoría servía para dejar alguna lección en las mentes de los  medrosos niños que escuchaban las historias de una urbe que no está más.