Se declara orgulloso de haber nacido “en el mejor barrio de Quito, La Tola”.

Hoy, sin embargo, arrienda unos cuartos en el sector de El Recreo en donde vive junto con su esposa de toda la vida.

En noviembre cumplirá 82 años, 64 de los cuales ha dedicado a la profesión que continúa ejerciendo en la Plaza de la Independencia de lunes a viernes: lustrabotas.

Ducho en el trato con los periodistas, Luis Gálvez cuenta que el oficio le ha permitido alimentar a su familia e incluso convertir a uno de sus hijos en licenciado en Derecho. Aunque no ejerce.

Le sobreviven 5 hijos (3 mujeres y 2 varones) de una numerosa prole de cuyos muertos prefiere no hablar.

Intentó diversos oficios antes de que un compadre suyo, Efraín Tapia, lo involucrara en el negocio de la limpieza del calzado cuando tenía 18 años.

Aunque hoy es betunero más antiguo de cuantos trabajan en la Plaza Grande, no siempre trabajó en ese sitio del Centro Histórico.

Una temporada estuvo en la Plaza de Santo Domingo, unos cuantos años más en el portal de La Concepción.

Al igual que muchos de sus antiguos colegas, repite que el negocio era mejor cuando se ganaba en sucres.

“Uno madrugaba a las 06:00 y tenía clientes. Se quedaba hasta bien de noche y era lo mismo”.

Recuerda 2 anécdotas con presidentes de la República. La primera, cuando Rodrigo Borja le pagó 5 sucres por una lustrada de 50 centavos y el almuerzo con el presidente Correa al que asistió en Carondelet. (I)