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El Telégrafo
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Caminos de san roque es una propuesta urbana para atraer visitantes que se ejecuta desde hace 2 años aproximadamente y en la que intervienen moradores de esa zona de la ciudad

2% de las ideas de turismo comunitario se concreta

El proyecto Caminos de San Roque lleva 2 años en ejecución. En él participan 21 socios y mensualmente reciben a 60 turistas nacionales e internacionales. Actualmente, la gestión es apoyada por el Hotel Casa Gangotena, ubicado en el Centro Histórico.
El proyecto Caminos de San Roque lleva 2 años en ejecución. En él participan 21 socios y mensualmente reciben a 60 turistas nacionales e internacionales. Actualmente, la gestión es apoyada por el Hotel Casa Gangotena, ubicado en el Centro Histórico.
03 de agosto de 2014 - 00:00 - Redacción Quito

Caminos de San Roque es el nombre de un proyecto turístico que aglutina a 21 vecinos de ese sector de Quito, en el que cada uno interviene con sus actividades comerciales y artesanales cotidianas. La iniciativa nació hace 2 años desde la misma comunidad. Uno de los objetivos primordiales era recuperar e identificar el patrimonio material e inmaterial de esa zona, que el próximo 18 de agosto cumplirá 420 años.

Caminos de San Roque, según los vecinos, es el primer proyecto turístico comunitario urbano de la ciudad y está compuesto por 2 rutas. La primera lleva al turista a conocer a las hierbateras del mercado de San Francisco, cuyo conocimiento sobre la curación de enfermedades con métodos naturales lleva, al menos, 3 generaciones. Luego, el visitante llega a la tienda de sombreros de Luz María Estrella, quien lleva alrededor de 45 años en el oficio. La mujer suele contar que la confección de sombreros la aprendió de su tío cuando tenía 8 años y que cuando se casó, montó junto a su esposo, en la calle Rocafuerte, el negocio que ha sido el sustento de su familia.

Otra de las paradas es el local de Rosa González, quien ofrece a los visitantes el ‘agua de la vida’, una aromática infusión elaborada con una variedad de plantas medicinales. En su caso, los secretos de la preparación también provienen de su madre, quien publicita su agua como purificadora del estómago y proveedora de vitalidad.

La empinada calle Rocafuerte, llena de un sinfín de negocios tradicionales, es el eje del recorrido. Cerca de la intersección con la Chimborazo se halla el local de Rocío Carrión, una artesana y restauradora de figuras religiosas. Sobre su mesa es posible observar santos, vírgenes y niños, a los que con una masilla blanca sella rajaduras, roturas y desportillados. Según Rocío, el oficio lo heredó de su bisabuelo, el primero de una línea familiar que ha nacido y vivido en San Roque.

La otra ruta del proyecto se ocupa de la visita de locales como el de colaciones (dulces de azúcar) de Luis Banda; el taller de trompos de Jorge Ribadeneira; los sitios de comida típica del mercado y más.
Durante estos recorridos, los turistas son acompañados por un guía y un traductor. El costo del tour por el barrio de San Roque va desde los $ 6 hasta los $ 16 por persona.

Con el fin de expandirse, los participantes se asociaron este año con el hotel Casa Gangotena (Bolívar y Cuenca). Así, el sitio de alojamiento, a través de la firma Metropolitan Touring, ofrece paquetes que incluyen el recorrido por los Caminos de San Roque.

Paola Carrera, guía del proyecto, comentó que mensualmente reciben 60 visitantes y que el dinero recolectado es repartido entre los socios; además, que a los visitantes se les entrega un recuerdo consistente en una artesanía elaborada por los artesanos del barrio.

Quito Tursimo emprende rutas turísticas, sobre todo rurales, en las que participa la comunidad. Ese es el caso de la ruta de la Laguna La Seca en Píntag. Foto: Archivo / El telégrafo

Los integrantes del proyecto reciben permanentemente talleres de capacitación en atención al cliente, economía solidaria, emprendimiento, etc. “Yo me siento agradecida. Es una gran experiencia para nosotros, pues con los talleres sabemos cómo tratar al cliente; además, preservamos la identidad de nuestro barrio y, a la vez, sacamos adelante al sector”, comentó al respecto Luz María Estrella, artesana.

A juicio de la guía (Carrera), es posible reproducir el turismo comunitario urbano en otros barrios de la ciudad porque todo depende  de la iniciativa y el compromiso de quienes se integren a los respectivos proyectos. 

Carrera comentó que tienen escasa cercanía con la empresa municipal Quito Turismo. Y aunque han participado en ferias promovidas por esa institución, considera que esta no tiene interés en respaldar el proyecto.

“Nuestro turismo es diferente porque el visitante tiene un contacto más directo con la gente del barrio; además, realizamos mingas y participamos en actividades para mejoras del sector”, dijo Paola.
Cerca de allí, en las inmediaciones de la 5 de Junio, sus habitantes tienen como proyecto comunitario explotar La Ruta Ecológica del Panecillo.

Manuel Jacho, presidente del barrio, señaló que uno de los planes que manejan los vecinos es atraer a más visitantes al recorrido. “Nosotros quisiéramos, por ejemplo, que el bus de 2 pisos deje a los turistas en el barrio y que estos asciendan a la cumbre (del Panecillo) desde nuestra ruta. Nos preguntamos si nos podrían apoyar, pues sería una forma distinta de generar recursos para las familias de por aquí”, afirmó Jacho.

Un proyecto similar se plantean los moradores de El Placer Alto, que tienen la idea de crear un recorrido turístico por el sector. Adriana Vizuete, presidenta de la zona, se cuestiona si las autoridades municipales apoyarían un proyecto de este tipo.
Los ‘placereños’ proponen la idea de formar una ruta que salga desde la iglesia de El Tejar, que recorra el cementerio, las casas patrimoniales del barrio y llegue hasta el sector de La Chorrera, en las faldas del Pichincha.

Según la Empresa Metropolitana Quito Turismo, recibe varios proyectos de turismo comunitario al año, pero de ellos, solo se han aprobado en los últimos años el 2%; entre ellos los de Lloa, Mashpi, Ilaló, Yungilla y Pachijal, todos en la zona rural. De acuerdo con Quito Turismo, actualmente no tienen proyectos urbanos de tipo comunitario pues no cuentan con las características necesarias para plasmarlos.

Fuentes del organismo señalaron que para aprobar proyectos de turismo se requiere el cumplimiento de parámetros como tener condiciones naturales o culturales; facilidades turísticas; servicios de transporte, seguridad y participación de la empresa privada.

María Cecilia Holguín, directora de Planificación de Quito Turismo comentó que el organismo tiene planes de gestión que se enfocan en el Centro Histórico y La Mariscal, debido al número de personas que visitan esas zonas.

El 90% del Distrito Metropolitano es rural y el 9% es urbano. Ante esa proporcionalidad, Quito Turismo promociona las fiestas populares de 20 de las parroquias rurales. Y en lo que respecta al desarrollo de proyectos turísticos comunitarios, la entidad trabaja en 10 de esos sectores.
En el área urbana, maneja un turismo de conventos, eventos y diversión, mientras que en los sectores rurales buscan proyectos de turismo sostenible.

Holguin afirmó que para que un sector sea considerado turístico también es necesario tomar en cuenta las tendencias y gustos de los visitantes. “Hay turistas que vienen por cultura; otros por deporte; algunos más por mirar aves o por temas gastronómicos. También tenemos que movernos de acuerdo con lo que busca el turista”, comentó.

En tanto que Gerson Arias, coordinador de desarrollo turístico rural, mencionó que entre los retos del turismo de la ciudad está llegar a un millón de visitantes anuales, diversificar las modalidades turísticas y la oferta e incrementar el tiempo de estadía. 

Para Gabriela Maldonado, directora de la escuela de Hotelería y Turismo de la Universidad Católica del Ecuador (PUCE), el turismo comunitario urbano ha demostrado no estar entre las prioridades de la ciudad. Aunque a su entender, este nicho sí podría entrar en los programas de turismo capitalino, siempre y cuando se analice primero la receptividad frente a ese tipo de proyectos por parte de los turistas nacionales e internacionales.

“Creo que es positivo hacerlo, pero estos proyectos deben salir de la participación ciudadana. Es la comunidad la que tiene que estar convencida de que esa es una salida, no solo en el ámbito económico, sino también de social y un fortalecimiento de la localidad (...). Con ese tipo de turismo se mejoran la condiciones de vida de los moradores, porque mejora la autoestima de las personas y los barrios, puesto que empiezan a valorar lo que tienen”, comentó.

No obstante, Maldonado advirtió que uno de los riesgos que se debe evitar es la pérdida de identidad. Y puso como ejemplo lo sucedido en el barrio La Ronda (Centro Histórico). “La Ronda se recuperó físicamente, pero perdió la identidad. En ese sector ya no se encuentran los moradores tradicionales y se volvió un producto comercial. Estéticamente puedo decir ‘me gusta’, pero ocurre lo que pasa en algunos centros históricos que se han recuperado, pero que son eminentemente turísticos y comerciales y pierden lo que les dio identidad en un principio”, señaló la experta.

La catedrática dijo que una de las razones para que ocurra ese fenómeno es que las autoridades intervienen muy fuertemente, mientras que las personas no se apropian del proceso.
Sobre este tema, Leonardo Zaldumbide, sociólogo y miembro de la Fundación Gescultura, mencionó que el turismo en el Centro Histórico se enmarca en una idea de lo nostálgico, sobre la idea del patrimonio. Añadió que esta idea responde a la presentación que se le da a la ciudad en cuanto a producto turístico genérico, global y ‘enlatado’, que no reconoce las diversidades y la complejidad existente en el espacio urbano y que forma parte de su riqueza.

Zaldumbide comentó que la planificación turística debe interrelacionarse con la comunidad con el fin de permitir “que se generen condiciones de vida habituales; que el impacto turístico no clasifique lo que debe y no debe ser mostrado, que se permita realizar las actividades cotidianas de sus moradores”.

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