Ecuador, 26 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Figuras ensombrecidas

Una frase define al filme La buena esposa (2018) del director sueco Björn Runge: “soy hacedora de reyes”, pronunciada por Joan (interpretada por Glenn Close) cuando el rey de Suecia le pregunta quién es ella durante la ceremonia de entrega de los Nobel. Su marido, Joe (interpretado por Jonathan Price), el ganador del premio por su obra literaria, siente la obligación de homenajearla públicamente como su musa, desconociendo que más bien él se ha erigido en una poderosa sombra.

La película se centra en la relación en ambos personajes ya en su tercera edad. A Joan se la representa como una mujer cuyo comportamiento es de un apego a la figura del hombre que se manifiesta sobre todo con los silencios y con las miradas fijas hacia Joe. De este nos convencemos de que tiene una especie de erudición que le hace admirable, además de su humor, aunque, poco a poco, caemos en cuenta que tan bien formada figura tiene sus deslices y sus fisuras.

Y de eso se trata la trama de La buena esposa: de una relación en la que cada cual ha asumido un rol. Cuando asistimos al protocolo de preparación de los premios Nobel, los roles de cada uno de los personajes empiezan a mostrar sus conflictos. Ante la convicción de si hay acá una dominación masculina, la película nos convence que, en efecto, Joe es alguien que ha sabido construir una relación con base en la supremacía intelectual donde la mujer parecería estar subsumida. De repente nos damos cuenta de que el éxito editorial de Joe como escritor es una impostura porque el trabajo verdadero es de su esposa, trabajo no reconocido, opacado, además, porque el escritor masculino es la suma del egocentrismo y la perversidad edulcorada.

Siguiendo tal línea narrativa el filme podría quedarse en una denuncia sobre la invisible dominación masculina, pero de pronto cambia su perspectiva en tanto muestra a una mujer que, pese a su subsunción, tiene un cierto poder, porque en realidad ella ha construido a ese tipo de hombre para mostrar el mundo, a través de las ficciones escritas por ella, una cierta paradoja del matrimonio: quién, en realidad, es el verdadero cerebro de una relación. Cuando abre una nueva página en blanco, al matar a su personaje, Joan demostrará que incluso las relaciones de pareja son, en realidad, un juego de roles y de dominios. La película, contra toda corrección política, se muestra descarnada y, por ello, mismo cuestionadora sobre una institución social básica de la sociedad: el matrimonio. (O)  

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