Ecuador, 26 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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El bullying y el silencio

 El multipremiado anime japonés, Una voz silenciosa (2016), de la directora Naoko Yamada, llama la atención sobre el bullying y la necesidad de revisar ciertos comportamientos dentro de una comunidad. Una voz silenciosa representa la relación entre dos adolescentes, el uno, depresivo y casi suicida, y la otra, sordomuda que intenta lograr un lugar en un entorno de violencia e irrespeto por el semejante, dada alguna condición distinta. En la película, la directora nos lleva al momento en el que el protagonista cree tomar una decisión, pero el recuerdo de su relación desaprensiva para con su compañera de escuela le devuelve a la realidad y comienza a ver sus propias debilidades, sobre todo afectivas.

El filme en sí mismo no es sobre el bullying, esa conducta de maltrato entre individuos, más sobre todo en entornos escolares, pero tal tema es puesto de manifiesto cuando una adolescente sordomuda ingresa a formar parte del aula escolar. Pese a que ella trata de motivar a sus compañeros y compañeras para que la traten como a cualquier otra, mostrándoles recursos de comunicación (un cuaderno, el lenguaje de señas…), la muchacha, en efecto, va a sufrir la burla y la violencia de la clase, lideradas por el protagonista de la película. El bullying se presenta como un acto de crueldad, como una forma de no querer comprender la naturaleza y las virtudes de las personas, más sobre todo si a estas se las ve vulnerables. Entre quien ejerce una forma de poder psicológico y físico contra otro, quien lo sufre, desde ya se establece un espacio de silencio que es avalado, además, por el contexto, por quienes ven indiferentes tal situación y temen no denunciarlo. Sin embargo, la cuestión que plantea Yamada en Una voz silenciosa es, más bien, el no comprender al otro y, en esencia, la imposibilidad de la comunicación entre semejantes. Y he aquí que los dos personajes de la película son simbólicos, porque la condición de sordomuda de la adolescente se puede ver como la otredad distinta, con otros códigos de comunicación, y el del joven, solitario, también como un frustrado, seguramente por su condición social, signo de un mundo materialista que vive de las apariencias. Una voz silenciosa demuestra que un problema fundamental de nuestras sociedades es la falta de conciencia de que pertenecemos a una comunidad donde renunciamos a saber comunicarnos. Tal vez solo sea un abrazo fraterno el que se requiere para vencer todo tipo de inseguridades y bajar el tono a toda forma de poder. (O)

 

 

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