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El Telégrafo
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Se estima que hasta el 85% de las agresiones a los adultos mayores suceden dentro del seno familiar. El abuso de los bienes económicos es uno de los más comunes: dispone del patrimonio sin el consentimiento de su dueño

Maltrato y abuso en la vejez, realidad oculta

En Guayaquil se realizó una marcha por el Día de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez y para exigir los derechos de las personas adultas mayores. Este evento fue organizado por el Ministerio de Inclusión.
En Guayaquil se realizó una marcha por el Día de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez y para exigir los derechos de las personas adultas mayores. Este evento fue organizado por el Ministerio de Inclusión.
Eduardo Escobar / El Telégrafo
18 de junio de 2016 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Tanto que se pregona reiteradamente sobre la libertad de expresión, sobre la defensa de los derechos ciudadanos. Tanto que se habla a nombre del “pueblo”, se exige respeto, se rechaza la discriminación, la no inclusión. Tanto que se habla de modelos exitosos de desarrollo, de solidaridad, dignidad, participación.

Tanto que se amenaza con acudir a los organismos internacionales de Derechos Humanos, en defensa de las libertades. Tanto que se abandera en las redes sociales las causas de los desprotegidos, del derecho a la vida, al trabajo, a la salud, a la cultura. Tanto que se habla… Y en la práctica, la realidad es otra.

Hace pocos días, el 15 de junio, a nivel mundial, se celebró el Día de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, decretado por las Naciones Unidas. Para casi el 100 por ciento de los medios de comunicación esta fecha no existe, pasó desapercibida. Ese día, más importante que recordar que entre el 4% y 6% de las personas mayores del mundo sufren alguna forma de abuso y maltrato; que el 95% de estos abusos son en el seno familiar y que menos del 20% de los casos son denunciados, fue el uso del dinero electrónico, la consulta popular paralela sugerida para las próximas elecciones, los Quitocables y hasta los “derechos” de unos exbanqueros prófugos del país.

Ni una cifra, ni una palabra, apenas una marcha, ni una autoconvocatoria de las organizaciones civiles que se vuelva viral en las redes sociales, como suele suceder por otras razones de menor importancia. A la mayoría de los medios tampoco les interesó difundir que las personas adultas mayores cuentan con la Convención Interamericana sobre Derechos de las Personas Mayores, aprobada el 15 de junio de 2015 en la 45 Sesión de la Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Explicar que la Convención es el primer instrumento jurídico específico, en materia de derechos humanos de personas adultas mayores para promover, proteger y asegurar el reconocimiento y el pleno goce y ejercicio, en condiciones de igualdad, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de las personas adultas mayores, con el fin de contribuir a su plena inclusión, integración y participación en la sociedad. Que en su artículo 14 señala que toda “persona mayor tiene derecho a la libertad de expresión y opinión y al acceso a la información, en igualdad de condiciones con otros sectores de la población y por los medios de su elección”.

Si, al parecer, más importante es el tema político, tampoco se han dado el trabajo de señalar qué países firmaron y cuáles no la mencionada Convención. Este silencio, tanto de las propias víctimas, de los profesionales, los medios de comunicación y la sociedad en general, es cómplice de los malos tratos a las personas mayores. Por eso, el adulto mayor no denuncia, porque no tiene información, por su capacidad limitada de comunicación, por la débil posibilidad de ser creída, por la desconfianza en el proceso jurídico. Así, en nuestro país, el paso del maltrato al buen trato es todavía una utopía.

Los malos tratos y sufrimientos infligidos a las personas de más edad seguirán aumentando, más aún con el envejecimiento de la población. En los próximos nueve años la población mayor de 60 años en el mundo superará los 1.200 millones. En Ecuador se aproximará a los 3 millones de habitantes, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Lamentablemente, los datos sobre el abuso y maltrato en la vejez son muy dispares y no existe un consenso internacional sobre su definición, ni sobre los protocolos para su detección, clasificación, cómo actuar y darle seguimiento. Lo que se aplica en estos casos son los códigos Civil o Penal, pero no existe uno específico para los viejos.

Este silencio cómplice, además, contribuye a que se desconozca la dimensión del problema, porque no se dispone de estudios suficientes, tampoco de la incidencia o prevalencia real del maltrato a los adultos mayores. Pero, sabemos que es real, que es un fenómeno complejo, multifactorial, serio, muy grave y que, por ahora, preferimos no hablar.

En un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la situación mundial de la prevención de la violencia realizado en 2014, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indica que de 133 países evaluados solamente el 17% tenía evidencia de datos sobre el maltrato en la vejez: La mayoría eran países de altos ingresos económicos.

En el mundo actual hay una tendencia creciente a la violencia. En América Latina los países con mayor índice son en orden descendiente: Colombia, Brasil y Panamá, donde se reportan anualmente más de 102 mil casos de extrema violencia, de los cuales un 37.15% de los maltratados constituyen ser ancianos. En Argentina y Chile este fenómeno se ha venido incrementando desde hace más de tres décadas y para el 2009 se prevé que más de 33.600 adultos mayores sufran algún tipo de violencia dentro del seno familiar.

Alrededor del 8% de la población mayor de 65 años es maltratada en los Estados Unidos, sin embargo lo más escalofriante constituye el hecho de que más del 20% de los ancianos no solo son maltratados en sus hogares, sino también en diversas instituciones nacionales destinadas a su cuidado y en centros donde laboran largas horas de trabajo.

¿Qué es el maltrato de los ancianos?

El maltrato a los adultos mayores es el trato indebido o negligente por otra persona que les cause daño o los exponga al riesgo de su salud, su bienestar o sus bienes. Por lo general, existe un vínculo entre quien maltrata y la persona afectada, puede ser familiar o laboral.

El maltrato a los ancianos no se refiere a los hechos violentos que suceden en las calles (asaltos) sino dentro de las familias, instituciones, en la comunidad o incluso desde el Estado. A pesar de que el tema de la violencia ha sido tratado con bastante frecuencia, la violencia hacia los adultos mayores por parte de los familiares ha sido virtualmente ignorada hasta años recientes.

Aunque resulta inconcebible que los adultos mayores, débiles, dependientes, discapacitados sean objeto de conductas mal tratantes en el seno de la familia, principalmente por sus propios hijos e hijas, hasta ahora continúan siendo víctimas de la violencia familiar.

El maltrato también es definido como “un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza”. Puede ser maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, y el abuso de confianza en cuestiones económicas. También es producto de la negligencia, sea de manera intencional o no. (I)

Formas de maltrato

Las huellas visibles y las que marcan la vida

Existen numerosas formas de maltrato tanto en el ámbito doméstico como en el institucional. Es urgente establecer tipologías universales que orienten a estrategias de intervención en cada caso, teniendo siempre en cuenta que en un abundante número de los mismos se producen formas de multimaltrato en una sola persona (sobre el 30%).

En general se califican los actos de maltrato en las siguientes categorías: negligentes, psicológicos, económicos (material), físicos, sexual, y violación de derechos, según Francisco Gómez Alonso, médico especialista en Geriatría, cofundador de la Sociedad de Geriatría y Gerontología del Principado de Asturias, España.

Negligencia: es uno de los tipos más frecuentes, y consiste en la dejadez, intencional (activo) o no intencional (pasivo) de las obligaciones sobre la aportación de elementos básicos y esenciales para la vida de la persona cuidada (alimentación, higiene, vestido, seguridad, aportación de tratamientos). Puede haber evidencias al detectar desnutrición, deshidratación, suciedad, vestido inadecuado.

Psicológicos: al igual que los anteriores es también de los más frecuentes y además de los más difíciles de detectar, pues en general no suelen dejar huellas visibles, aunque sí en la esfera psicológica y psicosomática. Las formas de actuar en este tipo de malos tratos son mediante amenazas, insultos, humillaciones, aislamiento, infantilización, etc. Y las huellas que pueden hacer sospechar su existencia podrían iniciarse con una angustia que luego se desbordaría en otros y más graves y complejas consecuencias como apatías, miedos, depresiones.

Económicos o financieros: se producen cuando existe una utilización inadecuada por terceros (familiares, amigos, cuidadores, instituciones) de bienes sin el consentimiento del actor, con engaño o con abuso de confianza e incluso con el robo. Se apoderan de dinero con firmas de poderes o testamentos indebidos.

Físicos: son golpes o empujones. Es quizás la forma más fácil de detectar por las secuelas visibles (hematomas, desgarros, heridas, fracturas). Frecuentemente se asocia a malos tratos psicológicos o por negligencia. Sexuales: se realiza cuando se produce algún acto o intento de acción sexual sin consentimiento del actor o la realización y difusión de fotografías inadecuadas. Están en un nivel de prevalencia inferior a las anteriores descritas.

Violación de derechos: consiste en la privación a la persona de aquellos derechos legales que le corresponden o de la autonomía en sus decisiones para organizar todas las determinaciones y actos sobre su vida (privación de la intimidad, de la sexualidad, del derecho a casarse, del lugar en donde vivir). En muchos casos esta forma de actuación se hace con intención.

Prejuicios culturales

Según especialistas, decirle "abuelo" a una persona mayor es maltrato

La Agencia Telam de Argentina publicó a propósito del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez un artículo sobre este tema con opiniones de diferentes especialistas.

El maltrato cotidiano a las personas mayores es consecuencia de un sinfín de prejuicios culturales -como dirigirse a ellos como “abuelos”, que es solo un rol social- y trasciende las formas más obvias, como la violencia física, aseguraron especialistas. “Más allá de las situaciones de violencia obvias, como puede ser la agresión física, sobre las personas mayores -como sobre todos los grupos- pesan malos tratos que son definidos a partir de las sensibilidades de una época y de un contexto”, aseguró a Telam el psicogerontólogo Ricardo Iacub, titular de Psicología de la Tercera Edad y Vejez, de la Facultad de Psicología de la UBA.

Y continuó: “Lo que calificamos como buenos o malos tratos son nociones regidas por las sensibilidades actuales. Por ejemplo, hoy pensamos que hay que aumentar la autonomía a las personas mayores, entonces lo que hasta hace algunos años podía considerarse que era un cuidado, como no dejar a un adulto que salga a la calle para que no se caiga, hoy lo vemos como un gesto de sobreprotección y como un maltrato”.

En el mismo sentido, Jorge Paola, director de la carrera de Gerontología de Universidad I-Salud, sostuvo que “existen numerosas prácticas cotidianas y del lenguaje que hemos naturalizado y que son discriminatorias”.

“Decirle ‘abuelo’ a una persona mayor es peyorativo. El ‘abuelazgo’ es un rol social, es limitar a esa persona solo a esa función, que ni siquiera sabemos si la tiene, es no entender la multidimensionalidad de las personas. Podemos llamarla señor, señora o por su nombre si lo sabemos”, señaló Paola, magíster en Política Social.

Según Iacub -autor de numerosos libros como ‘Todo lo que usted siempre quiso saber de la jubilación y nunca se animó a preguntar’ o ‘El Poder en la vejez. Entre el empoderamiento y el desempoderamiento’, “el seguir llamando abuelo a una persona mayor y que hoy resulte un maltrato es un ejemplo de cómo cambian las sensibilidades. En el siglo XIX se valorizaba el rol del abuelo dentro del contexto familiar. Hoy esa persona vive en un mundo más amplio. Entonces, seguir llamándolo así es limitarlo a un espacio privado”.

Pese al trabajo del mundo gerontológico por mostrar que existen otros modelos de vejeces diferentes a la persona mayor deprimida o asociada a la enfermedad -vejeces activas, productivas, felices, independientes- Paola identifica la persistencia de estereotipos en el imaginario. “Hay muchas publicidades que traslucen estos prejuicios. Por ejemplo, una marca de computadoras tuvo un comercial en el que una mujer mayor utilizaba una notebook para picar cebolla, carne e incluso la metía al horno. El mensaje era que la compu resistía hasta ‘tu abuela’”, describió Paola. En el mismo sentido está el tema de los cuidados: “Puede suceder que los hijos lleven a una persona mayor a una residencia sin su consentimiento, pensando en que allí estará ‘más cuidado’ y quizás el adulto mayor no estaba demandando más cuidado y se sentía bien en su casa, entonces esta conducta se traduce en un abuso”, dice Iacub.

En este contexto, Paola recordó que según “un estudio realizado en 2010, el 30% de los adultos alojados en residencias geriátricas no tiene un consentimiento firmado”. “Estos malos tratos son producto de una violencia cultural muy arraigada. Si yo pienso que la persona mayor es incapaz, seguro voy a cometer una cantidad de acciones abusivas o violentas. Si me da ‘cosa’ o ‘rechazo’ ver dos personas mayores en situación de erotismo o en una escena sexual como vemos de personas jóvenes, también es probable que luego discriminemos”, sostuvo Iacub.

Además, agregó: “Ahora bien, hay una violencia estructural que existe cuando la persona no sabe quién es el que ejerce esa violencia y termina haciendo sentir culpable a la víctima. Ejemplo: cuando una persona mayor sale a caminar y están todas las veredas rotas, termina sintiendo que él es quien no encaja, cuando como sociedad deberíamos garantizar espacios que permitan la circulación de diferentes cuerpos”.

Iacub expresó que “también es violencia estructural que una persona mayor pida un turno al médico y le den con tres meses de demora, que no se realice como corresponde el ajuste de su jubilación, que llame a su obra social o al Anses y nadie lo atienda, es decir, hay un sinfín de situaciones que parecen ser culpa de nadie que hacen sentir al adulto más vulnerable”. Más allá de estas formas cotidianas, culturales y estructurales, las personas mayores son víctimas también de violencia física, sexual, psicológica y económica.

“Un reciente revelamiento de la ciudad de Buenos Aires arrojó que casi el 75 por ciento de las denuncias de abusos a personas mayores en 2015 fueron realizadas por mujeres”, describió Iacub.

“Por un lado, creo que esto tiene una explicación en la violencia de género, que está presente en todos los momentos de la vida, hay una apropiación del cuerpo y la voluntad de las mujeres. Pero también tiene que ver con que las mujeres hoy tienen mayor conciencia y denuncian más. Para un hombre es quizás más difícil reconocer que es víctima de un abuso y más aún expresarlo o denunciarlo”, agregó.

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