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Satisfacción de la vida
Los adultos mayores que confían en su fe o en la oración tienen menos temores
De la investigación Espiritualidad en la Tercera Edad se concluye que una fuerte conexión espiritual puede mejorar la satisfacción con la vida o facilitar el adaptarse a determinados impedimentos.
De igual manera, las creencias religiosas o espirituales contribuyen a la habilidad para enfrentar efectivamente la enfermedad, discapacidad y eventos negativos. Algunos autores hablan del envejecimiento positivo como opuesto a envejecimiento patológico y distinto del envejecimiento normal.
El envejecimiento normal alude a la etapa del ciclo vital en la cual se aprecian cambios biológicos, psicológicos y sociales, y decrementos benignos propios de la edad. A pesar de que el riesgo de padecer enfermedades aumenta con la edad, rechaza la noción antigua de un deterioro universal e irreversible.
Una visión más positiva y reciente del envejecimiento humano plantea que, paralelo al deterioro benigno del adulto mayor, se da la evolución y desarrollo de otros aspectos que se mantienen a pesar de las pérdidas.
Otros autores, citados en la misma investigación, señalan que la influencia de la espiritualidad en la salud física en las personas que regularmente asisten a la iglesia, oran individualmente, determina que tengan una presión sanguínea diastólica mucho más baja que los no religiosos y por lo mismo sufren menos hospitalizaciones.
A ello se sumarían otros beneficios por sus estilos de vida más saludables, no abusan del alcohol, drogas y de comportamientos sexuales riesgosos.
Estiman también que quienes están apegados a la espiritualidad o religiosidad tienen sistemas inmunes más fuertes que sus pares menos religiosos y muestran mejores resultados al sufrir algún tipo de enfermedad o dolencia.
“Con relación al efecto positivo en la salud física y mental que las dimensiones religiosas o espirituales tienen en el tratamiento médico, se ha encontrado que, en pacientes oncológicos, se mejora la función inmune, aumenta la sobrevida, disminuye los síntomas de la enfermedad y los efectos adversos del tratamiento; favorece estilos de vida y comportamientos más sanos. Resultado de esto sería un menor riesgo de enfermedades, y en general, mejorar la calidad de vida”.
De ahí que la inclusión de la espiritualidad en los programas de apoyo psicosocial dirigidos a pacientes oncológicos sea prioritario.
Otro estudio que investigó los efectos de la participación en el servicio religioso verificó, en personas evaluadas en dos momentos con un lapso entre dos y tres años, que dentro de los beneficios de una más frecuente participación religiosa se encontraban menores índices de depresión.
La espiritualidad tendría que ver mucho con la longevidad, el enfrentamiento a la muerte y la satisfacción vital. Las personas adultas mayores que tienen una profunda y personal fe religiosa poseen una mayor sensación de bienestar y satisfacción vital que sus pares menos religiosos. Los ancianos que confían más en su fe religiosa o en la oración cuando se encuentran bajo estrés, tienden a mostrar mucho menor o ningún temor a la muerte comparados con sus pares, para quienes la fe y la oración son menos importantes.
La espiritualidad y religiosidad son fuente de apoyo, pero también de conflictos y sufrimiento. En las personas profundamente espirituales surgen fuertes sentimientos de culpa, desesperanza, ira y falta de sentido. Y necesitan de un apoyo que brinde una real comprensión. (I)