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Entrevista / alexander kalache / exdirector del departamento de envejecimiento y ciclo de la vida de la oms

"La riqueza de un país no son sus minas o el turismo, sino los adultos mayores"

"La riqueza de un país no son sus minas o el turismo, sino los adultos mayores"
Cortesía
16 de julio de 2016 - 00:00 - Palabra Mayor / Entre Mayores

Alexander Kalache, exdirector del Departamento de Envejecimiento y Ciclo de Vida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), explica que ha llegado “la revolución de la longevidad” y da las claves sobre cómo debe afrontar la sociedad esta nueva etapa en la que la esperanza de vida se dispara.

A usted y al equipo a su cargo en la OMS se les atribuye un documento clave como fue el marco político del envejecimiento activo. ¿Cómo ha evolucionado el proyecto en estos últimos 15 años?

Los aspectos centrales siguen igual, los determinantes del envejecimiento activo son los mismos, y también los determinantes transversales de cultura y de género. En la revisión del marco político hacemos hincapié en determinados aspectos. Por ejemplo, hay mucho más sobre cuidado de lo que había recogido en el marco original. Además, un concepto que es casi fundamental, y del que no he hablado casi en el congreso de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), es el concepto de resiliencia. Todos tenemos dificultades en la vida, a los cinco años o en la adolescencia, con desafíos importantes y, por supuesto, en la vida adulta. Sin embargo, al final lo que importa es tener la resiliencia para vencer las barreras, el que no la tiene va de cabeza contra ellas.

Hay que tener siempre en cuenta que la vida te reserva sorpresas, la cuestión es reaccionar bien, con una actitud positiva en relación al proceso de envejecimiento, sabiendo que no vas a tener la misma fuerza o rapidez a los 85 años, pero que sí puedes mantener la capacidad intelectual y cognitiva. Es decir, hay mecanismos para que se puedan compensar las pérdidas por la edad, pero hay que saber que cuando uno es mayor no se puede hacer lo que se hacía con 20 años, como tampoco con 20 hacer lo que un adulto con experiencia.

En esa revisión añadieron un cuarto pilar –a los otros tres existentes de salud, participación y seguridad– que es el aprendizaje a lo largo de la vida o educación continuada. ¿Cómo puede una persona mayor mantener ese aprendizaje constante?

En una determinada edad, y si se mantiene el empleo, el aprendizaje continuado depende también del esfuerzo colectivo de la sociedad, incluso de la propia empresa que lo mantiene como empleado, que por lógica debería estar interesada en su aprendizaje. Una empresa que no invierte para que sus trabajadores aprendan deja de ser competitiva, también es cuestión de productividad. Llega un determinado momento en que una persona se jubila y hay que asegurar también esa educación para los mayores de 70 u 80 años. Hay mecanismos y uno de ellos, es la universidad de la tercera edad, movimiento con mucho éxito que se diseminó por el mundo, pero que solo atrae a las personas que sí están interesadas. Quizá sea el grupo que menos me interesa involucrar en este aprendizaje porque, en realidad, ya están involucrados. Sin embargo, la tecnología de la información es una forma de aumentar las posibilidades de las personas más vulnerables.

Hay cambios: los mayores de hoy no son los de ayer, ni serán los de mañana. A los 80 años hay una heterogeneidad impresionante, los octogenarios son más distintos entre ellos de lo que es un grupo de adolescentes que, más o menos, se viste igual, escucha la misma música… pero a los 80 esto no es así, por lo que hay que saber cómo hacerles llegar la información y transmitir los conocimientos a todos.

Hay diferencias entre países desarrollados y pobres. A la hora de revolver los problemas que plantea el envejecimiento demográfico. ¿Cómo promocionar el envejecimiento activo según la situación de cada país?

Este es el gran reto del siglo, porque se ha caracterizado por el envejecimiento rápido de la población. Desde luego no es el mismo envejecimiento que se ocurrió en el siglo XIX o en el XX. Los países desarrollados primero enriquecieron para después envejecer. Entonces, de esta manera, tienen los recursos necesarios para poder desarrollar un Estado de Bienestar. No obstante, también está la cuestión política de decidir si se quiere tener o no. Por ejemplo, Estados Unidos es una potencia mundial económica y no se ha decidido por un Estado de Bienestar Social. Hay millones de norteamericanos que no tienen acceso a servicios de salud y, hasta hoy, ni Obama, ni Clinton primero, consiguieron instalar en el país un mínimo en la cobertura de la salud.

Los Estados como España, con un modelo británico de bienestar social, que se ha desarrollado más en los países escandinavos, son el ejemplo que queremos para América Latina. No obstante, es difícil llevarlo a cabo porque no hay recursos suficientes para educar, generar trabajos con dignidad y calidad. Si esta entrevista hubiese sido hace tres años, sería más optimista con respecto a mi país, Brasil, porque es un muy rico, pero al mismo tiempo tiene muchos líos en lo económico y lo político, con la corrupción y otros aspectos que la propia clase política le está autoinflingiendo al país.

En el caso de España, después de la crisis que atraviesa y con las desigualdades que se observan entre comunidades, ¿en qué punto se encuentra, en relación al resto de Europa, en cuanto a medidas de envejecimiento activo?

A pesar de la crisis, considero que España mantiene las bases del bienestar social. Hay que saber también si esta crisis puede generar o no una batalla entre generaciones. Es duro llegar a los 30 años y seguir dependiendo de tus padres o abuelos. Hay que defender los principios del envejecimiento activo y señalarle a los jóvenes que ese también es el futuro que queremos para ellos. Esto no solo es para los que hoy son personas mayores, sino que estamos todos en el mismo barco. Todos queremos que los principios básicos de salud, conocimientos, derechos de participación, de protección y seguridad estén intactos cuando envejezca nuestra generación y eso depende de las decisiones que se tomen hoy. Creo que, a pesar de la crisis, España puede conseguirlo, aunque no estoy tan seguro en el caso de Brasil. Tras las elecciones, España puede también sacar provecho de ser un puente natural entre Europa y América Latina. Necesitamos ese puente, alguien que pueda servir de interlocutor.

Otra herramienta que le debemos es el proyecto de ‘Entornos amigables con los mayores’. ¿Todavía es la mejor fórmula para poner en práctica ese marco político?

Lo digo desde la modestia, pero si hay otra fórmula yo al menos no la conozco. Esa es la idea, tenemos un marco político, pero tenemos que demostrar que podemos ponerlo en funcionamiento. No solo se trata de que las ciudades o las comunidades sean más amigables, sino que ese enfoque se puede individualizar también hacia un negocio, una empresa, un banco, un hospital, un centro de salud… El protagonismo debe ser siempre para las personas mayores. Tenemos que escucharlas, porque hay siempre quien quiere hablar “en nombre de”, pero los que tienen que tener la voz son los mayores. Por ejemplo, ¿qué quieren los mayores de un banco? Hay que preguntarles. Así podemos crear un servicio para ellos basado en sus necesidades y estas hay que traducirlas en políticas e intervenciones. Si todo es más amigable con las personas mayores, si es más fácil entrar y salir de un autobús, por ejemplo, porque fue diseñado pensando en los mayores, entonces será también más amigable para una mujer embarazada, para un escolar con mochila… en definitiva, todo el mundo se beneficia. El enfoque es ese, uno que va desde abajo hacia arriba y que exige una respuesta desde arriba hacia abajo. Por otro lado, hay que tener en cuenta que muchas veces las políticas que tú necesitas no dependen solo del municipio que quiere implementarlas. El alcalde sabe que hay que trabajar por mejorar la información, la comunicación, el transporte… pero si su municipio es de 15.000 personas tiene un poder muy limitado y necesita de macropolíticas para poder desarrollarlas.

Alguna vez dijo que “hace 50 años la vida era una carrera de 100 metros. Hoy es un maratón”. Además de esa referencia directa al aumento de esperanza de vida, se refiere a que hay que encarar la vida de una forma diferente...

Por eso digo que estamos ante una revolución de la longevidad. Si no respondemos convenientemente a este cambio, la sociedad se torna inviable e insostenible. Sin embargo, la realidad es que, en relación a esta nueva longevidad, seguimos como si nada hubiese pasado. Por ejemplo, la jubilación a los 70 años que preconizó Bismark, y que luego bajó hasta los 65, es ahora una paradoja porque la sociedad está viviendo más y con mejor grado de salud y, sin embargo, cada vez se disminuye más la edad de jubilación. Diría que la gran riqueza de un país no son sus minas, sus vinos o el turismo que atrae, sino las personas mayores, y están siendo desaprovechadas. (I)

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