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El Telégrafo
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En diciembre de 2012 vicente gonzález y lazo retiraron el cadáver de una mujer que se lanzó de un puente

Los campeones de canotaje entrenan en agua sucia (Galería)

Daniel León, Ernesto Rojas, Stefany Perdomo y Darwin Chonillo realizan un ‘sprint’ mientras pasan por una cloaca que arroja desechos residuales al Estero Salado, a la altura de la calle Guerrero Martínez. Foto: Karly Torres / El Telégrafo
Daniel León, Ernesto Rojas, Stefany Perdomo y Darwin Chonillo realizan un ‘sprint’ mientras pasan por una cloaca que arroja desechos residuales al Estero Salado, a la altura de la calle Guerrero Martínez. Foto: Karly Torres / El Telégrafo
15 de febrero de 2015 - 00:00 - Redacción Fanático

La escena quedó grabada como una impronta en sus memorias. Vicente González y Andrés Lazo aún recuerdan el terror que sintieron una tarde de diciembre de 2012.

Parecía un entrenamiento cotidiano. Los seleccionados nacionales de canotaje remaban en el Estero Salado cuando cerca del puente 5 de Junio de Guayaquil (límite entre las avenidas 9 de Octubre y Carlos Julio Arosemena) vieron a una mujer lanzarse al agua.     

El hecho los dejó estupefactos. Demoraron unos segundos en reaccionar y empezar a remar hasta el lugar para evitar su muerte. Pero todos los intentos por rescatarla fueron vanos. Minutos más tarde, el cuerpo de la mujer apareció en medio del estero, alrededor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Guayaquil.      

Luego de superar el ‘shock’ natural que les produjo aquella experiencia, los remeros ataron el cuerpo, lo arrastraron hasta la orilla y llamaron a la Policía. Con el levantamiento del cadáver concluyó también el accidentado entrenamiento de aquel día.         

Así como Vicente y Andrés, también hay otros seleccionados de canotaje que han experimentado extrañas vivencias durante sus entrenamientos en las aguas del Salado.

Cada integrante del grupo, conformado por 20 atletas, tiene una anécdota. A Stefany Perdomo, campeona bolivariana y sudamericana  en modalidad K1, le arrojaron un día fundas de basura y piedras cuando pasaba cerca de las casas que están a la orilla del estero.

Darwin Chonillo se ha puesto la capa de ‘superhéroe’, pues ha evitado que se ahoguen perros y gatos que golpeados o enfermos caen al agua o son lanzados por sus dueños en su afán de deshacerse de ellos. Otros han chocado sus embarcaciones con muebles viejos, cocinas y hasta con puertas de refrigeradoras.

La jornada de entrenamientos para los seleccionados nacionales empieza temprano, cuando la marea aún está alta. Es martes. Faltan 10 minutos para las 07:00, cuando los deportistas empiezan a llegar al Club Náutico, ubicado en la Avenida Barcelona. A esa hora el único despierto es don Pedro, el portero que de lunes a sábado recibe siempre con una sonrisa y un cálido ‘buenos días’ a los exponentes de kayac y canoa y al entrenador argentino Sebastián De Cesare.      

Los primeros atletas en arribar al club son el campeón mundial de canotaje en Rusia 2012, César De Cesare, junto con los kayakistas Washington Becerra y Vicente González. Ellos se entrenan por la mañana y por la tarde. En ambas jornadas reman y hacen ejercicios de gimnasio. “Complementamos el trabajo a diario en el agua”, explica De Cesare mientras prepara la lancha a motor en la que acompaña siempre el recorrido de sus dirigidos.       

En los vestidores, los deportistas se colocan sus shorts licras y una camiseta fresca para salir a palear, otros prefieren entrenarse sin remera para no sentirse incómodos.  

Los canoístas llegan media hora más tarde que los kayakistas al Club Náutico. Cuando el grupo está completo, cogen sus kayacs, canoas y palas y saltan al agua, que a esa hora de la mañana luce mansa, lo que permite que los primeros rayos de sol del día se reflejen en ella con una definición casi perfecta.               
Al principio del recorrido el agua no se ve tan sucia. El entrenador De Cesare sale detrás de sus ‘pupilos’ en su bote a motor. Desde esa embarcación, con un reloj digital y megáfono en mano, controla los tiempos que hacen sus deportistas. A veces le resulta difícil seguir el trayecto por la corriente y o porque  tiene viento en contra.     

Los palistas Chonillo y Rojas secan el agua contaminada de sus botes siempre después de cada práctica. Foto: karly Torres/El Telégrafo

A pesar de tener esos inconvenientes, De Cesare se las ingenia para sacar conclusiones y corregir el trabajo de paleo de los kayakistas y canoístas que apuntan este año al podio de los Juegos Panamericanos de Toronto.

Después de 5 minutos y luego de  recorrer unos 500 metros, los deportistas de K-1 y K-2 llegan al  puente peatonal Barcelona, mientras que los atletas de C-1 y C-2, que salieron 5 minutos más tarde, llevan alrededor de 250 metros de paleo.     

Esa es la primera parte del tramo de 1 km que hay entre el Club Náutico y el puente de la calle Portete. En ese espacio los remeros se entrenan durante casi 2 horas diarias, y en ese lapso les toca ‘regatear’ fundas, cáscaras de plátano, envases plásticos y más basura.       

El martes, por ejemplo, durante el recorrido matutino, uno de los seleccionados estuvo a punto de chocar contra un sofá que flotaba en medio del estero. Nadie lo había visto, pues solo una parte aparecía en la superficie.

Las maderas con clavos y botellas de vidrio también representan un peligro para los palistas. Las fundas no dañan las embarcaciones, pero sí incomodan al atleta porque retrasan su jornada de entrenamiento. De Cesare asegura que ya nada de lo que se encuentran en el Salado los sorprende. Está convencido de que después que Lazo y González hallaron un cadáver en el agua, nada puede ser más fuerte.     

La basura y otros materiales que flotan en el ramal han rayado la proa del kayac de Perdomo. Los golpes con objetos de vidrio y plástico también han dejado otras marcas en la embarcación. Ella tiene un bote hecho de fibra de vidrio, mientras que Anggie Avegno tiene una canoa de carbono, igual que De Cesare.

Pese a que son embarcaciones de buen material, no son a pruebas de golpes o rayones. Avegno lo resume con precisión. “Contamos con una buena implementación, pero las condiciones no son las mejores para entrenar”, asevera.     

El martes pasado De Cesare y el resto de seleccionados observaron que nadie limpiaba el estero, aunque aseguran que han visto a Visolit (empresa de limpieza que contrató el Municipio de Guayaquil) recoger basura 2 veces por semana. “Se los ha visto poco; sin embargo, las personas que viven al costado del ramal son inconscientes y arrojan desperdicios al agua”, contó la kayakista Perdomo, que denunció que en ocasiones la gente se para en el puente peatonal Barcelona para escupirlos mientras pasan por el lugar.    

El personal de la compañía Visolit se encarga de la recolección de basura en el Estero desde 2003. Cortesía: Sebastián De Césare

Visolit limpia el tramo que va desde el puente de la calle Aguirre hasta el ramal por la Av. Juan Tanca Marengo, desde 2003, mientras que Varetza, organismo que contrató el Ministerio de Ambiente (MAE), por intermedio del Proyecto Guayaquil Ecológico, colaboró en 2013 y 2014 con la limpieza en los sectores de La Cobina, Lagarto, Muerto y Santana.   

La canoísta Mía Friend, que estudia Ingeniería Ambiental en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UESS), explica que limpiar completamente el Estero Salado es imposible. “Por los malos hábitos de las personas que tiran basura a la calle, es que nunca vamos a tener un estero limpio, ya que las aguas residuales (aguas lluvias) mandan desechos al cauce. Eso sin hablar de las residentes a las orillas que lanzan fundas de basura y demás cosas al Salado”, manifestó la deportista.  

La limpieza integral del Estero Salado es una solución a largo plazo, según los canoístas. La inmediata sería la construcción de una laguna artificial que tenga por lo menos 1 km de diámetro y 2 metros de profundidad.  

Este proyecto ya fue presentado al Ejecutivo por la Federación Ecuatoriana de Canotaje y su costo no superaba el millón de dólares. Pero la falta de acuerdos con su par de remo bloqueó la iniciativa.

Los remeros pedían la construcción de una laguna artificial de 2.200 metros, que duplicaba el presupuesto inicial de la obra.

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