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Lleva 20 años como bombero voluntario y ha actuado en las principales emergencias de los últimos años

Pascual apaga incendios y rescata heridos pese a la discapacidad en sus piernas (Galería)

En su casa, Pascual del Cioppo tiene listas las herramientas para una emergencia. También tiene experiencia como paramédico y en manejo de materiales peligrosos. Foto: William Orellana / El Telégrafo
En su casa, Pascual del Cioppo tiene listas las herramientas para una emergencia. También tiene experiencia como paramédico y en manejo de materiales peligrosos. Foto: William Orellana / El Telégrafo
01 de abril de 2015 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

Pascual es un sobreviviente. Nació en Guayaquil el domingo 2 de octubre de 1966. A los 9 meses le dio poliomielitis y sus padres lo llevaron al hospital León Becerra. De siete niños que estaban en el nosocomio con la misma enfermedad, solo él sobrevivió.

Sus extremidades inferiores resultaron afectadas y debe utilizar un estabilizador de rodilla en su pierna izquierda. Sin embargo, esto no es una limitante cuando debe enfundarse el traje de bombero y afrontar un incendio, un rescate u otra emergencia. Lo que para muchos hubiera sido un motivo de desesperanza, para él fue un impulso para superarse y salir adelante.

Pascual Ángel del Cioppo Morstadt es bombero voluntario y lleva 20 años en la institución. Actualmente ostenta el grado de teniente y es ayudante del mayor Javier Urresto, jefe de la Quinta Brigada del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil (BCBG). Su inspiración para ingresar a la institución fue su padre, Luis Alberto del Cioppo Becerra, de ascendencia italiana, quien tiene 94 años y es bombero jubilado.

Verlo ayudar a los demás en forma desinteresada motivó a Pascual a inscribirse en la institución. Y el respaldo que recibió de su progenitor fue total. “Mi papá me dijo que si otras personas con discapacidad habían entrado, yo también podía. Así que me presenté en la academia y pasé los cursos teóricos y prácticos, que son de bastante entrenamiento. Me gradué en 1995”.

Su madre, María Luisa Morstadt, de ascendencia alemana y fallecida hace 2 años, al principio no estaba tan convencida de que él entrara a la institución, pero era por el peligro que se corre. “Mi mamá me dijo que estaba loco, que si quería morirme”, afirma Pascual entre risas. “Pero a uno le puede pasar un accidente en cualquier momento, hasta cruzando la calle”.

Apoyo familiar

En la época cuando le dio la polio la ciencia no tenía tantos avances como en la actualidad para combatir la enfermedad. Pero el amor de su familia (es el cuarto de 9 hermanos: 7 hombres y 2 mujeres)y el apoyo de sus padres se convirtieron en la mejor medicina.

Su madre se opuso a que lo inscribieran en un colegio para personas especiales. “Ella dijo que no, que yo tenía que estar en un colegio con alumnos normales, porque no era anormal”. Entró entonces al colegio San Agustín, ubicado en Pedro Moncayo y Padre Solano (centro de Guayaquil), donde se hacía respetar ante algunos compañeros que pretendían burlarse de su discapacidad física. Según él, “eran los insensibles que nunca faltan”.

Con la ayuda de sus padres, y a punta de ejercicios, pudo salir adelante “y aquí estoy. Mi discapacidad no es ningún obstáculo para ayudar a quienes lo necesitan, sin esperar nada a cambio. Lo más satisfactorio es haber servido a la comunidad”, comenta el bombero, quien se graduó del colegio a los 20 años y se dedicó a trabajar. Es carpintero y está poniendo un taller en las calles Colombia y José Mascote. También realiza trabajos de albañilería.

En su casa, ubicada en Nicolás Augusto González y García Moreno, tiene todo su equipo de bombero ya preparado para, en caso de alguna emergencia, salir sin perder tiempo. En una pared están la chaqueta, el pantalón, dos cascos, las botas y el hacha, entre otros elementos. En el barrio hay muchos bomberos voluntarios, pues años atrás él siempre invitaba a sus amigos a entrar a la institución. De esta forma conoció a su esposa, Pamela Cepeda, de 29 años.

“A ella la conocí en el barrio, entró a los bomberos, nos enamoramos y nos casamos hace 7 años”, relata Pascual. Tienen dos hijas: Isabela Belén, de 6 años; y María Luisa, de 3. “Hemos estado juntos en las buenas y las malas, ella nunca sintió vergüenza de mi discapacidad. Siempre ha sido un apoyo y una buena compañera”.

Las anécdotas de Pascual son muchas. Ha estado en los más grandes incendios de los últimos años en Guayaquil, como el de Jabonería Nacional, en mayo de 1998, o la gasolinera en Urdesa, en diciembre de 1997. Toda esta experiencia es una muestra de que, como él dice, una discapacidad física no es obstáculo cuando la persona desea lograr algo.

Con él concuerda el mayor Javier Urresto, quien afirma que el trabajo de su subalterno es “como el de todos los bomberos, trabaja al 100% y no se limita para nada”. En caso de alguna emergencia se trabaja en grupos, la cooperación entre compañeros es fundamental. Por lo tanto la discapacidad de Pascual no constituye ningún impedimento.

Este es el mensaje que él desea enviar a quienes poseen alguna limitación física. “Mientras hay personas que tienen sus capacidades completas y no hacen nada por la vida, hay otras que pese a tener limitaciones, hacen más. Nosotros podemos superarnos, servir y ser alguien en la vida”.

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