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EE.UU. induce a guerra asimétrica en Venezuela (1)

EE.UU. induce a guerra asimétrica en Venezuela (1)
19 de marzo de 2014 - 00:00 - Mario Ramos, académico del Centro de Estrategia Política

 

Contexto estratégico

El logro práctico, tangible, realmente trascendente en términos geopolíticos y económicos es el surgimiento o re-surgimiento en América Latina de nuevas democracias con gobiernos auténticamente nacionalistas, defensores de su independencia y soberanía; esto es intolerable para los EE.UU., en el marco de su declive global.

En EE.UU. se interpreta como amenaza a su seguridad nacional, el advenimiento de un mundo multipolar caracterizado por la aparición de coaliciones regionales basadas en intereses que integran medios diplomáticos, económicos y militares, que se convierten en competencia para el sostenimiento de su hegemonía imperial.

Si bien en Venezuela, Ecuador y Bolivia se habla del socialismo del siglo XXI o del Buen Vivir, el éxito concreto de esos pueblos y gobiernos, hasta el momento, es haber conseguido dejar atrás ese neoliberalismo del ajuste salvaje, expresión de un capitalismo expoliador y especulativo de niveles colosales. En esta primera fase de consolidación de un poder alternativo o popular, no exento de todo tipo de emboscadas, la promesa socialista tiene por objetivo fundamental darle sentido estratégico a ese proyecto político, abordándolo como un proceso de transición gradual, complejo y contradictorio.

La guerra asimétrica

La guerra asimétrica no es menos cruel y destructiva que cualquier guerra convencional, sino observemos el conflicto Sirio para comprobar aquello. La estrategia asimétrica es una metodología que por conveniencia del interesado, busca el empleo de tácticas no convencionales que permitan maniobrar con el menor costo político (y militar) posible al promotor o inductor de tal operación. Siria nuevamente es un claro ejemplo de ese tipo de guerra asimétrica en la que el actor estratégico cumple funciones vitales tras bastidores, mientras despliega fuerzas y recursos en el escenario que no le comprometen directamente, aunque la verdad sea un secreto a voces.

La doctrina enemiga, aplicación del poder inteligente, busca el empleo de la asimetría como factor crucial de éxito con base en la selección deliberada de toda una gama de recursos disponibles para adecuarlos a la situación. En aquello son muy leninistas: “Análisis concreto de la situación concreta”.

No admitimos la noción de asimetría desde la perspectiva de un simple desbalance en la paridad de fuerzas, por ejemplo, guerra-relámpago alemana (blitzkrieg) en la II GM. Para nosotros la asimetría es una concepción estratégica cuya finalidad es adaptarse a un escenario complejo integrado por diversas variables a tomar en cuenta, que deben constituirse en elementos para la elaboración y despliegue de una operación integral. Aquí lo importante es no perder la iniciativa estratégica, y las acciones militares vienen después de haber generado las condiciones políticas, haber edificado la arquitectura de la intervención, lo que incluye guerra de cuarta generación, operaciones especiales, psicológicas y de inteligencia, terrorismo, empleo de todo tipo de ‘tapaderas’ para inserción en la sociedad, etc.

Esa concepción ve a su objetivo como un ente al cual hay que hacer colapsar, caotizarlo, afectando su centro de gravedad (variable no estática) y atacando sus puntos vulnerables, para paulatinamente ir destruyendo la cohesión, su libertad de acción e integridad de su sistema o proyecto.

Después de Vietnam, los gringos se preguntaron: ¿Cómo combatir una amenaza a la que no le inquietan las ventajas de nuestra tecnología y poder militar convencional? Creemos que a partir de esa experiencia se empezó a reflexionar sobre la asimetría en la guerra y de hecho esos desarrollos doctrinarios se han aplicado sofisticadamente en Libia y Siria, y estamos asistiendo a su empleo en Venezuela.

El manejo de los métodos asimétricos no anula el uso de los simétricos o la ejecución de una combinación de ambos. Si observamos la experiencia Libia, podemos concluir que si la inicial operación asimétrica (y encubierta, elemento básico de esa metodología) genera las condiciones políticas y diplomáticas necesarias, se da paso a acciones de tipo convencional: zona de exclusión aérea, bombardeo “para proteger a la población civil”, etc.

Bases militares gringas

Las Fuerzas Armadas de los EE.UU. cuentan con nueve comandos alrededor del planeta, son el Gran Hermano de la disciplina geopolítica global. América Latina es, siempre lo ha sido, el área estratégica que le permite sostener ciertas ventajas de hegemonía frente a sus competidores en el mundo. Solo considerando la reciente historia, más de 30 años de neoliberalismo a ultranza le permitieron erradicar las prácticas proteccionistas y soberanas de las economías nacionales en beneficio del capital financiero transnacional, y explotar sin control sus recursos naturales y mercados.

La red de bases militares dislocadas de manera funcional en territorio latinoamericano, con el pretexto de desplegar acciones antinarcóticos, se ha convertido en centro de operaciones que cumple la función de ‘liderar desde atrás’ la desestabilización de las nuevas democracias que han surgido en Nuestra América.

No sería extraño descubrir que desde esas bases se entrenan mercenarios (contratistas), paramilitares y comandos especiales, en operaciones de desestabilización, sabotaje, saqueos, promoción de disturbios, tácticas de cómo generar violencia extrema, etc.

EE.UU. consiguió desplegar importantes bases militares en Colombia empleando la retórica de la ‘guerra contra las drogas’. El Plan Colombia fue presentado como un instrumento para enfrentar el narcotráfico; sin embargo, la evidencia empírica demuestra que ese fenómeno sigue campante. Es más, no asombraría que esas bases se utilizaran para el negocio con el objetivo de financiar las operaciones encubiertas que despliegan en la región. Hay antecedentes al respecto.

Las bases militares gringas en territorio colombiano permiten al menos tres cosas: a) tener en la mira al petróleo venezolano y los recursos de la región andino-amazónica, b) sabotear el proceso de integración suramericano y en general la unidad latinoamericana, y c) impedir la consolidación de los procesos políticos nacionalistas en determinados países de la región y la protección de sus intereses vitales.

Esas bases tienen la capacidad de ser empleadas como actor asimétrico en un conflicto tipo Siria. Por otro lado, nos preguntamos, ¿qué sentido tiene la presencia de tantas bases militares gringas, si los países de la CELAC y la UNASUR han declarado a su territorio como zona de paz?

Dado que el objetivo es el cambio de régimen y no la resolución de un conflicto por la vía democrática y civilizada, el tiempo del golpe suave se está agotando. Lo que se pretende es generar unas mínimas condiciones de ingobernabilidad y caos que justifiquen la aparición de algún “ejército libre” o se construyan provocaciones en la frontera entre Colombia y Venezuela que eleven tensiones y se induzca a un enfrentamiento entre los ejércitos de ambos países, que luego justifiquen la ‘presencia ligera’ del aparato militar gringo. Las últimas semanas han puesto en evidencia el accionar de paramilitares colombianos en los estados fronterizos de Táchira, Mérida, Zulia, Barinas y Apure. En especial el estado venezolano de Táchira se está convirtiendo en el eje central para las acciones desestabilizadoras, por su ubicación estratégica y características geográficas. Es ahí por donde se infiltran paramilitares y bandas criminales colombianas para llevar a cabo actos violentos y asesinatos de funcionarios, como ya ha ocurrido. Nótese la similitud con lo que sucedió en Ucrania. El gobernador de Táchira, José Gregorio Vielma Mora, corre el riesgo de ser asesinado.

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