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Berlín impuso duras condiciones a atenas a cambio de un rescate financiero
La Unión Europea vive la peor crisis de su historia
¿Qué está pasando? La respuesta a esta pregunta es una volátil mercancía que hoy recorre Europa de un extremo a otro. La humillación infringida a Grecia por la ortodoxia económica neoliberal y la subordinación de los 27 Estados de la Unión Europea al indiscutido poder de Alemania ayudan a pulir una misma réplica: el sueño y las promesas de un continente solidario, unido y de progreso social ha saltado por los aires.
Pero dos ingenuidades se superponen equívocamente aquí. La de aquellos que confiaban en el recurso del voto popular para frenar el despotismo de tecnócratas como el ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y la de aquellos otros que solo culpan a los propios griegos de una nefasta situación heredada de gobiernos aceptados en Europa. Y junto a estas dos inocencias vulneradas, otra mucho más compartida: la de ver a 11 millones de griegos convertidos en el chivo expiatorio de una UE decidida a enterrar el ejemplar modelo social implantado tras la II Guerra Mundial. “Pero, ¿qué está pasando en Europa?”, se pregunta, en conversación con EL TELÉGRAFO el catedrático de Ciencias Políticas de la Uned, Ramón Cotarelo, un experto en la historia contemporánea del continente. “Se están abriendo grietas entre los gobiernos y la ciudadanía, que traerá consecuencias a mediano plazo imprevisibles”, comenta.
La máquina de encauzamiento de la información puesta en marcha por los grandes poderes del continente para disipar las muestras de escepticismo que han surgido sobre la naturaleza del cambio no ha germinado del todo en la ciudadanía. De ahí que desde el taxista al funcionario, y del vecino hipotecado al ciudadano de clase media, se comience a pronunciar el “This is a Coup” –Esto es un golpe de Estado- que el exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, lanzó sobre la mesa del Eurogrupo tras escuchar a Schäuble decir que la austeridad impuesta a los países del sur “no se discute”. “Es el retorno de un fascismo, pero ahora disfrazado de democracia”, sentencia el catedrático Cotarelo.
De nada ha servido que 20 economistas de primera línea mundial (europeos y no) como Joseph Stiglitz, Thomas Piketty, Mary Kaldor, James Galbraith o Paul Krugman, entre otros, coincidieran en descargar buena parte de los males que hoy azotan a la UE en el error del diagnóstico alemán y su peculiar manera de evitar el hundimiento económico europeo a costa de prolongar el ‘austericio’ en Grecia. “Lo saben, como quedó claro en la declaración de la última Cumbre del Euro. No tratan de salvar a Grecia sino de implantar la disciplina por si otro país tiene la osadía de cuestionar el nuevo orden que ahora están estableciendo”, explica el excandidato a la presidencia del PSOE, José Antonio Pérez Tapias.
“Alemania ha aportado muchísimo dinero y recursos al desarrollo de los países del sur como España o Grecia. Ahora también lidera la confluencia de los Estados bálticos, cuyos ciudadanos perciben pensiones mucho más bajas que las que hoy tienen los griegos, pero que son acusados de insolidarios por no querer perdonar la deuda a Atenas. Ahí están algunos comentarios y tópicos empleados ahora contra Alemania, que nos hace mucho daño, de verdad. La mayoría de la gente no duda, no dudamos, de que las exigencias de Merkel son excesivas e impopulares. Y tienen parte de razón, pero, perdóneme, creo que algo no funciona en la UE y hay que corregirlo”. Quien así de contundente se expresa es Burke Höffer, economista nacido en Baviera, que ahora prefiere aparcar cualquier referencia al carácter político que algunos conceden a la humillación griega, a la alergia ideológica que provoca Syriza en Berlín y al deseo de desactivar cualquier opción de izquierda europea.
Ana es una argentina residente en el barrio madrileño de la Esperanza. Antes vivió en Atenas y en agosto piensa regresar a Grecia para purgar con los amigos que allí dejó las horas de tensión y dolor que ha soportado estas últimas semanas. “¿Sabe cómo vemos a los alemanes? Como personas trabajadoras pero insolidarias y totalitarias. Los griegos son trabajadores, responsables y comprensivos. Nada que ver con lo que dicen de ellos”, indica. A Ana no le gustan las polémicas, pero cree que Europa necesita respuestas rápidas. Sentada en una cafetería, habla del primer ministro griego, Alexis Tsipras. “Detrás de lo que ha firmado hay un chantaje. Conozco bien a Tsipras y no le veo capaz de aceptar sin más semejante atrocidad por seguir en el poder”, asegura.
Pero al margen de maniobras en la oscuridad que muchos observan, lo que a estas horas alimenta las dudas de millones de ciudadanos que aplaudieron el desafío griego, el rotundo no a la propuesta de la Troika en referéndum, es la inevitable paranoia ante un nuevo intento de expansionismo alemán por Europa. Sería el tercero en 100 años de historia. “No tengo dudas de que lo de Grecia va a influir negativamente en opciones como Podemos en España. Se ha visto quién manda en Europa y cuál es el mínimo margen de maniobra que permiten al resto de los Estados”, afirma Alberto, taxista, convencido de que Europa terminará partida en dos, con los países del sur unidos en una entidad económica y los del norte con Alemania al frente, en otra. La incógnita es saber cuándo ocurrirá. Muchos creen que la respuesta no tardará en producirse.
Los bancos abren y los impuestos suben desde hoy
Grecia vivirá hoy una jornada crucial para su recuperación económica, con una tímida reapertura de los bancos, grandes reembolsos al BCE y el impacto del aumento de los impuestos.
El gobierno decretó el sábado la reapertura de los bancos, cerrados desde el 29 de junio. Las restricciones y los controles de capital seguirán en pie, incluso a pesar de que Atenas anunció flexibilizaciones.
La situación del país es muy precaria, a pesar del préstamo de urgencia de 7.000 millones de euros que va a recibir. Esos fondos desaparecerán rápidamente con el reembolso de 4.200 millones de euros al Banco Central Europeo (BCE) y pagos atrasados de 2.000 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Además la economía griega, ya debilitada tras años de recesión, deberá hacer frente el lunes a un impacto fiscal. El Parlamento griego aprobó una reforma del IVA.
Solamente los medicamentos, los libros y el teatro se beneficiarán de una reducción de impuestos, al 6% frente al 6,5% vigente.
Los hoteles pasarán al nivel intermedio del 13% en otoño, pero desde el lunes, productos alimentarios básicos -principalmente los frescos-, el agua y la energía estarán gravados a este nivel.
A los productos no perecederos, por su parte, se les aplicará el nuevo IVA de base, el 23%, al igual que los transportes públicos, los taxis, los restaurantes y a otros servicios.
Queda saber en qué medida los comerciantes y los suministradores de servicios harán repercutir estas subidas en los precios finales o si recortarán sus márgenes de beneficio en un ambiente de importante fraude fiscal. (I)