Estambul y el sudeste de Turquía fueron escenario ayer de nuevos ataques que costaron varios efectivos al Ejército, en un contexto de escalada de la violencia mientras el país se prepara para unas elecciones legislativas anticipadas. Ocho soldados perdieron la vida cuando una bomba explotó al paso de una patrulla en una zona rural de la provincia de Siirt (sudeste), anunció el Ejército. Un poco antes se registraron disparos y una explosión cerca del palacio otomano de Dolmabahçe, situado en una turística zona de Estambul y sede de la oficina del primer ministro. En este ataque, no reivindicado, no hubo que lamentar muertos ni heridos, según la prensa local, que indicó que dos asaltantes fueron detenidos. Este ataque, atribuido a los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), es el más mortífero que han sufrido las Fuerzas Armadas en los últimos meses. Ankara está inmersa en una doble ofensiva antiterrorista contra el yihadista Estado Islámico (EI) en Siria y contra los guerrilleros kurdos del PKK en el sureste de Turquía y el norte de Irak, como consecuencia de una oleada de atentados en la segunda mitad de julio. A los problemas de seguridad se le añaden las incertidumbres políticas. El presidente de Turquía, el islamista Recep Tayyip Erdogan, manifestó que su país se encamina rápidamente hacia unas elecciones anticipadas y que solo la voluntad del pueblo puede resolver el punto muerto político en las urnas. Erdogan, primer ministro entre 2003 y 2014, no esconde su aspiración a reformar la Constitución para ampliar los poderes de su cargo. (I)