Aunque suene raro, antes de medir los segundos, horas o minutos, lo primero que hicimos fue medir con precisión el año. Eso era muy importante para determinar cuándo era época de lluvias o de sequía, de siembra y de cosecha, y cuándo  guardar alimentos porque se avecinaba el invierno. Eso dio origen a los calendarios, que aparecieron por primera vez en Babilonia y se basaban en los ciclos de la Luna. Como cada fase lunar dura 7 días, eso era una semana; y como las fases eran cuatro -llena, menguante, nueva y creciente- surgió el mes de 4 semanas. Se descubrió también que 12 de esos períodos lunares coincidían más o menos con el año solar y se dividió el cielo en 12 porciones: los 12 signos del Zodíaco.

A cada una de esas 12 parcelas estelares los astrónomos babilonios las dividieron en 30 partes y así obtuvieron 360 pedazos más pequeños, que fueron los días de su año; y adicionalmente 360 grados fue la amplitud de un círculo. Así nació el llamado sistema sexagesimal: las 24 horas del día fueron divididas en 60 minutos y estos en 60 segundos.

Cuando Roma conquistó el mundo antiguo se encontró con que cada pueblo tenía su propio calendario lunar. Para solucionarlo, el emperador Julio César instauró el primer calendario solar en el imperio romano. Hasta entonces el año iniciaba en marzo. El calendario juliano, como se lo llamó en su honor, en cambio, arrancaba en enero, mes creado en honor a Jano, dios de los principios y los finales. Constaba de 365 días divididos en 12 meses de diferente duración.

No estamos en el año 2014

Este calendario entró en vigencia en el año 46 antes de la era cristiana y tuvieron que estirarlo y convertirlo en el más largo de la historia: duró nada menos que 445 días. Pasaron más de 5 siglos y, tras la caída del Imperio romano de Occidente, el poder pasó a la Iglesia cristiana, que decretó que el tiempo de la historia del mundo debía contarse desde el nacimiento de Jesús. Pero esa fecha no se conocía, y en el 525 se encargó a un monje, conocido como Dionisio el Exiguo, que la estableciera utilizando la historia romana. El sacerdote hizo números y fijó la fecha que hoy nos dice que estamos en el año 2014 d.C. Pero sus cálculos fueron erróneos: hoy se sabe que no contó el año cero de la fundación de Roma, ni 5 o 6 años en que Julio César gobernó con otro nombre, en realidad estamos viviendo en el año 2020 o 2021 después de Cristo.

El año más corto de la historia

Pasaron mil años y nadie estaba enterado de ese craso error cuando en 1582 el papa Gregorio XIII encomendó la creación de un calendario cristiano para que siempre coincidiera siempre la celebración de la Pascua. Y también hacer otros cambios, porque como el año solar tiene en realidad 365,24 días, el calendario juliano había agregado un día extra cada cuatro años en los llamados años bisiestos. Sin embargo, cada año se estaban contando once minutos de más y, aunque no parezca mucho, al cabo de los 1600 años transcurridos ya se habían acumulado diez días de más. Así es que cuando se implantó el calendario gregoriano, hubo el año más corto de la historia: como por arte de magia la medianoche del jueves 4 de octubre dio paso al viernes 15 de octubre de 1582.
Y a pesar de todas estas complicaciones, el mundo no se pone de acuerdo ni en que día vive. Los cristianos ortodoxos rusos y griegos festejan la Navidad el 7 de enero del año siguiente porque aún se rigen por el calendario juliano. Para los musulmanes, que siguen usando el calendario lunar, estamos en el año 1436 desde la Hégira de Mahoma, y para los hebreos en el año 5774 porque lo cuentan desde la fecha en que creen que apareció el mundo.