Cada vez más la ciencia desvirtúa creencias populares sobre el comportamiento y la personalidad. Estos son mitos que todavía siguen siendo populares entre las creencias de la gente. Mito: Los mensajes subliminales pueden inducirnos a comprar cosas A inicios de la década del 50 James Vicary, un publicista entonces desconocido, dijo haber hecho un experimento que consistía en colocar durante una película mensajes con las palabras “tome Coca-Cola” y “coma palomitas de maíz”. Aseguró que aunque el mensaje fue imperceptible para la vista humana, llegó directamente al subconsciente y ese día las ventas se dispararon. Su afirmación causó un enorme revuelo y hasta la propia Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos llegó a prohibir el uso de esta técnica. En 1957 Vance Packard recogió el mito en un libro titulado ‘Las formas ocultas de la propaganda’ que aún es material de estudio en algunas universidades. Se hicieron luego multitud de experimentos científicos para replicar los resultados de Vicary, pero nadie pudo lograrlo. Hasta la propia CIA se interesó por un tiempo en intentar utilizar esta técnica que podría permitirles manipular conciencias. Y nada. Finalmente, cinco años más tarde, Vicary lo desmintió todo. Dijo que todo se había tratado de un malentendido y que lo había hecho porque su agencia de publicidad estaba en la ruina. A pesar de eso, hasta hoy hay quienes dicen que con esa supuesta técnica, se puede dejar de fumar, aprender idiomas y hasta bajar de peso sin siquiera darnos cuenta. La ciencia desmiente esta posibilidad: no se puede aprender nada sin realizar un proceso consciente. Si el estímulo no es suficientemente fuerte para ser captado por el cerebro, sencillamente no se queda grabado. Muchos estudios prueban la falsedad de que los llamados mensajes subliminales realmente funcionen. Por ejemplo, en 1958 la cadena de televisión canadiense CBC advirtió al público que iban a hacer una prueba durante un programa a nivel nacional. Insertaron 352 veces un mensaje que decía “llámenos ahora”, pero las llamadas de ese día no se incrementaron en absoluto. En 1991 la Universidad de Washington hizo un experimento con 237 personas. Se formaron dos grupos, uno que quería mejorar la autoestima y otro que quería mejorar la memoria. Pero hubo trampa: al grupo que quería mejorar la autoestima se le dio una cinta grabada para mejorar la memoria mientras dormía, y viceversa. Curiosamente, un mes después ambos grupos se mostraron contentos por los resultados a pesar de haber sido engañados. Una cosa diferente es que para venderse algo la publicidad asocie al producto en cuestión valores como la amistad, la alegría o el prestigio; pero esos no son mensajes subliminales que quedan impresos en la mente y “obliguen” a comprarlo, sino tácticas para hacer más deseable lo que venden. Y para terminar de sacarnos las dudas podemos hacernos esta pregunta: ¿qué pasaría si en dos mensajes subliminales consecutivos dijeran “tome la bebida A” y “tome la bebida B”? Pues nada, solo se decidiría por el sabor, o por conocer la marca, o por los valores asociados que ya se han mencionado. Y tampoco funcionarían mensajes subliminales que digan “vota por fulanito”. O “no mientas”, “no fumes”, “no tomes” o “no botes basura”. De lo contrario, qué fácil sería cambiar todo, ¿verdad? (continúa)