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El otro yo de Sherlock Holmes

El otro yo de Sherlock Holmes
14 de septiembre de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

El detective más sagaz del mundo fue creado por un hombre al que se podía engañar con toda facilidad. Porque Sir Arthur Conan Doyle, el escritor y "padre" del racional Sherlock a quien sólo convencían las evidencias tangibles, creía en hadas y en espíritus. Y por alguna extraña coincidencia, en ambos casos el engaño que originó estas creencias fue perpetrado por dos niñas.

 

En 1848, Kate y Maggie Fox, hermanas neoyorkinas de 11 y 14 años afirmaron estar recibiendo mensajes de ultratumba por medio de golpes que ellas mismas provocaban para asustar a su madre. La broma terminó convirtiéndose en un gran negocio, porque primero los vecinos y luego gente de toda la ciudad comenzaron a acudir a sus sesiones con la esperanza de comunicarse con sus difuntos. Perfeccionaron su método con una primitiva ouija y la fama y el dinero llegaron a raudales. Y por supuesto, también la competencia: seis años después ya había 40 mil mediums en Estados Unidos.

 

Mucho después, en 1888 las hermanas Fox, ya millonarias, revelaron que todo había sido una estafa, incluyendo una demostración de cómo lograban hacer los ruidos "fantasmagóricos". Sin embargo, esto no hizo la menor mella en Conan Doyle quien a toda costa quería creer. Más aún, se casó en segundas nupcias con una medium, y años después una serie de trágicas muertes de familiares cercanos lo llevó a convertirse en uno de los principales difusores del espiritismo. Esta creencia alcanzó su momento cumbre tras la Primera Guerra y la posterior epidemia de "gripe española" que llevó a la tumba a decenas de millones de personas con quienes sus familiares intentaban entrar en contacto para despedirse y conocer su última voluntad.

 

Ahora las hadas

 

Si la confesión de las hermanas no le sirvió de lección a Conan Doyle, tal vez inspiró a otras dos niñas aburridas para engañar a sus padres. Elsie Wrigth de 16 años y su prima Frances Griffiths de 10 afirmaban con toda seriedad que en un bosque de la localidad inglesa de Cottingley se encontraban para jugar con un grupo de hadas. Ante la incredulidad de sus familiares un día se llevaron una cámara y regresaron con fotos de diminutos seres con alas de mariposa, vestidos con ropa a la moda de la época y bailando en la hierba.

 

Luego hubo más fotos de hadas y gnomos, y como la mamá de Elsie era aficionada al ocultismo comentó esto a gente allegada a una sociedad esotérica. La noticia pronto llegó a oídos de Conan Doyle, que también creía en hadas, y que terminó publicando un estudio sobre el hallazgo que él mismo calificó como "un hito en la historia de la humanidad". Buscando una explicación más o menos científica afirmaba que las hadas y gnomos eran seres que "vibraban en una frecuencia diferente a la nuestra" y que por eso no podíamos verlos. Eso sí, sólo la cámara fotográfica de las niñas podía hacerlo.

 

A tal extremo llegó su credulidad que en su libro "El misterio de las hadas" Conan Doyle asegura que las hadas tienen subespecies diferentes de acuerdo a su nacionalidad: las inglesas son verdes y las holandesas de color violeta oscuro. Y como prefería creer en cosas extraordinarias antes que averiguar la verdad, el escritor obvió algunos hechos que a Sherlock Holmes no le habrían pasado desapercibidos: Elsie, la mayor de las niñas, era una apasionada de las hadas y le encantaba dibujarlas, estudiaba Bellas Artes y trabajaba en un laboratorio fotográfico haciendo montajes. Y a los 80 años Elsie confesó la verdad: las hadas eran copia de un libro infantil de 1915 que ella copió, recortó y pegó sobre fotos en las que posa su prima. Frances terminó confirmando la versión. (CONTINÚA).

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